El cuervo de Morrigan

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—¿Quién Tia?, no te comprendo.

—Nos encontro, viene por ti Morrigan.

—¿Quién viene por mi?

—Tu padre.

Cada parte de mi se congela, mi respiración se detiene, y todo a mi alrededor también lo hace.
Hace mucho que esa palabra no sale al aire, de ninguna de las dos, y escucharla hoy, en el peor de los momentos, me pudrio.
¿Por fin conoceré a mi padre?, ¿mi madre seguira viva?, ¿él me querra ver?, ¿por qué Margoth reacciona así?. Muchas preguntas y pocas respuestas, una sensación de tristeza y emoción se instalan en mi estómago, esta tal vez sea la primera vez que lo vea, que descubra quien es mi padre, tal vez, por fin, podré conocer bien su rostro. ¿Tendra arrugas?, ¿los años lo habrán consumido?, ¿tendre sus ojos?, ¿o su nariz?.

—MORRIGAN— Margoth me jala del brazo intentando hacer que yo la siga.
Hago eso y me da miedo a donde vamos, nos paramos frente al filtro de la piscina el cual parece la entrada a un subterráneo, pero no, son sólo filtros.— Sigueme.

Abro mis ojos como platos al ver que realmente vamos a los filtros de la piscina, pero no, cuando estoy tan serca y me son más visibles, lo último que hay ahí son filtros. Una puerta se encuentra cellada a nuestros pies, Margoth se inclina y luego de varios jalones la abre.

—Entra— hordena y me niego a hacerlo— MORRIGAN ENTRA.

—NO— me suelto de su agarre y corro escaleras arriba en dirección a mi habitación. Estando ahí me encierro, totalmente, no hay ni ventana ni puerta abierta.

Me tiro al piso ya estando a un lado del baúl de donde vino el diario, tal vez ahí pueda encontrar la respuesta al por que de tanto caos.

Saco todo y lo dejo a mis alrededores para examinar cada cosa mejor.

El diario familiar esta a mi izquierda, y consigo un par de estacas, unas botellas pequeñas con fragancias o cosa así. Frente a mi tengo dos ramos de una planta extraña, y unos dijes con simbolos celta, y de mi otro lado, esta una pluma de cuervo, un anillo con una extraña joya negra que no recuerdo haber visto antes, pero no hay nada que me de respuesta.

Corro a mi buró y lo primero que saco es el diario.

Busco en toda hoja, de manera rápida, algo que pueda darme respuesta de ese estúpido comportamiento por parte de mi tía, que es este maldito dije. Dejo de hojear cuando siento mi corazón detenerse al leer el encabezado de una de las hojas

El cuervo de Morrigan

Atonita deslizo la yema de mis dedos sobre la hoja, y temerosa a lo que en ella se encuentre, inicio a leer.

La verdad esta serca.
Tan serca que cuesta verle.
Diría que temia hablar de esto con alguien más, pero este no es el caso. A ti anónimo que encontraste el diario, tendras el privilegio de saber respecto a mi más grande temor, a aquella criatura que ame y odie tanto. A aquella niña tan hermosa, pero tan poderosa y destructiva. Ella es la maldición de todos nosotros, o tal.vez la salvación. La sangre que corre por sus venas tiene todo aquello que un simple mortal no tiene, esta complementada con el poder puro de una diosa, de una indestructible diosa. Amante de los cuervos y echa para reencarnarse en si mismos, si, hablo de la única persona que puede llevarnos a la peor de las catástrofes, Morrigan, la diosa de la muerte....

Intento tragar pero mi saliva es inexistente. Mi pecho sube y baja a causa de mi acelerada respiración. Todo es claro, pero para mi es demasiado complicado. Él hablo ze mi, él si me conoció, pero no lo suficiente para lo que ha escrito aquí.

—¡MORRIGAN!— escucho gritos desgarradores provenientes de mi tía— ¡No dejes que te encuentren Morrigan!

El pánico corre por mis venas al escuchar tantos ruidos allá abajo. Muebles callendo, cosas rompiéndose y gritos.

Luego, un silencio se desata, corro a la puerta de salida y cuando tengo el pomo de la puerta en mis manos, escucho todo con más atención.

—Esta arriba, traiganla aquí, sin ningún rasguño— indica una voz demandante, y tan gruesa.

El rechinido de la madera en los escalones es la señal para salir corriendo de ahí.

Tomo el diario, una estaca y los dijes, todo lo demás los escondo en una madera suelta de mi habitación en cuestión de segundos, abro la ventana y sin saber lo que hago, salgo.

Me tomo fuerte de una barandilla y me gacEscucho mi puerta crujir y ahogo un chillido.

—¡Esta afuera, se ha escapado!.

La drenalina intercambia lugar con el pánico. Pongo el diario en mis pompis y me resbaló hasta estar al último del tejaban, estando ahí, me dejo caer al piso, callendo estruendosamente como un gato.

Siento muchos ojos en mi, tomo las cosas e inicio a correr. Pero un fuerte brazo me detiene.

—¡DEJAME!— me giro para enfrentar a un chico ya conocido— tu... Tu eres con quien me tope en los pasillos ese día.

Su agarre se aprieta e inicia a jalar de mi con brusquedad, enseguida entiendo sus intenciones. Busco la forma de zafarme de su agarre pero cada intento trae como consecuencia el aumento de presión en mi brazo.

—Aquí esta— me lanza cerca de alguien que esta de espalda a mi observando el patio trasero. Una chaqueta negra de piel cubre su espalda y hombros, sus anchos hombros. Aquel hombre es mucho más alto que Jef o que James, o que cualquier hombre que allá estado frente a mi antes.

—Por fin nos volvemos a reunir, Morrigan

Eterna Pasión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora