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Maletas, Picky, mi amor y yo.

Pasado el almuerzo, nos despedimos de todos, prometiendo regresar. Incluyendo un viaje para la tan famosa fiesta típica de ellos, eso está en entrever, puesto que todo va a estar en dependencia de la señorita Rose, ella es quien tendrá la palabra final en la decisión. Picky ha sido como un niño inquieto, yendo de uno a otro para también despedirse, se ha ganado el cariño de todos con su dulzura y lo amoroso que es. Luz se ha puesto sentimental al darle cariño, con la pena, pero el peludo es mío y conmigo se viene. Los últimos en darnos el adiós son Simona y Norbert, siendo los únicos que se encontraban en casa a esa hora. La mujer, al final ha conseguido empatizar conmigo y confesó que en un inicio no podía querer a quien se llevó lejos a su "niño Paul" pero el verlo feliz ha hecho que forme parte de su corazón, Norbert, es un poco más reservado y simplemente nos despide con un abrazo más una que otra broma para mi esposo.

Hemos realizado un viaje de demasiadas horas para estar de regreso en casa. No vuelvo a viajar embarazada, la experiencia ha estado terrible, y bueno, si hubiese hecho caso de no tragar todo lo que comí durante el almuerzo, tal vez mi estómago hubiese estado en control, pero con lo exagerada que soy, me serví de todo, y el plato quedó vacío las tantas veces en que le puse comida. Las horas en el Jet fueron un verdadero tormento, incluso aquellas en las que dormí porque no lo hice bien. Siendo poco más de las seis, por fin pisamos nuestro hogar, el lugar luce reluciente y con un aroma exquisito —Y eso que últimamente odio los aromatizantes— Paul arregla las cosas de Picky que estaban guardadas, y yo voy a la cocina en busca de ingredientes para preparar la cena de esta noche. Nancy ha dejado algunas cosas para meter al microondas, hago uso de ello para ahorrar las energías que casi son inexistentes, los viajes me cansan. Dejo calentando una de las bandejas con comida y saco algunas verduras para hacer algo de ensalada. Miro pasar a Paul con la cama de Picky, y él muy fiel siguiéndole los pasos, el cachorro se ha acostumbrado a la casa como si la conociese desde antes. Sigo en lo mío, picando y picando.

Con todo preparado, me atrevo a llamar a Paul para que podamos comer, él llega en medio de jugueteos con Picky.

—Paul —susurro apoyada en la isla.

—Dime. —Responde sin verme. Su atención la tiene el chucho que juega en sus piernas.

—No tenemos alimento para Picky, el viaje ha sido largo y creo que debe tener hambre.

—Tienes razón. Hay una tienda a un par de calles, voy a ver si encuentro las croquetas que le recomendó la veterinaria.

—Te acompañaría, pero no tengo ganas de moverme. Ve tú, me daré un baño y serviré la cena, ¿Si?

—Si. —Deja un beso en mi frente, sosteniendo mi cabeza entre sus manos, mientras con los dedos me da un breve masaje. —No tardo.

Lo acompaño al ascensor, hasta que las puertas se cierran. Voy a la habitación para preparar la ducha con agua caliente. Muevo las maletas a un lado, mañana me pondré a sacar todo para dejarlo en su lugar, hoy, con trabajo y respiro, eso que todavía me falta revisar todo lo que se envió de Múnich para Rose. Busco mi pijama para entrar al cuarto de baño y desvestirme, y de una vez entrar en contacto con el agua. Tras mi ducha rápida y ya vestida, voy a la cocina para servir la cena. Llamo a Picky, lo busco, sin embargo no aparece, le envío un mensaje a Paul y responde que se lo ha llevado y que vendrán en un par de minutos. Ya más tranquila, sirvo la comida y mientras espero, aprovecho para llamar a mamá.

—Cariño, ¿Cómo estás? —Responde al segundo tono.

—Hola, mamá. Todo bien, ya sabes, el cansancio típico del embarazo y eso, pero bien. Llamaba para decirte que ya hemos regresado a Seattle.

LA CHICA DE UN ZIMMERMAN (TWO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora