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Paul y yo nos miramos, ¿Qué demonios con el globito este? Me encojo de hombros restándole importancia, ya luego sabremos para qué es. Inicia la ronda de saludos y todo va referido a la vida de casado, qué tal va el embarazo, el bronceado que me han dejado los días en la playa... Me canso demasiado pronto y acabo tomando asiento, me duele la espalda, y los pies los tengo hinchados. Me toca estar al lado de papá, todos conversan sobre la sorpresa de mamá y su muy peculiar globo.

—Luces muy morena, Phoebe. —Me comenta. —Y preciosa, ¿Qué tal el viaje?

—Ha sido estupendo, el mar, las personas, el compartir, muchas cosas. Sabes, deberían ir ustedes dos, te aseguro que la pasarán muy bien.

— ¿Si? —Asiento. Él la mira con una sonrisa lobuna. —Entonces, puede que haga un hueco en mi agenda para tomarte la palabra. Theodore sabe el manejo a la perfección, ya sabrá valerse solo unas semanas, ¿Verdad?

—Claro, él lo sabrá. Y si se pierde, ya tendrá quien le redireccione la brújula. —Señalo con los ojos a la pareja feliz que forman él y Clare, están absortos en algún tema. —Volviendo al viaje, si quieres puedo darte unas cuantas recomendaciones. Es en serio, papá.

—Está bien, luego vemos esas recomendaciones. Dame unas semanas para poder organizarlo bien, y por supuesto, informar a todos con anticipación para que nada quede mal puesto, ¿Te parece?

—Es perfecto. Aunque si tú no la llevas, yo misma me encargo de que se vaya sola, estoy segura que con lo hermosa que es, no tardará en encontrar una buena compañía. —Lo pico. Cualquier señal de broma ha desaparecido de su rostro, está muy serio.

—Mire señori... Señora, no intenté ponerme celoso con antelación. Porque la única compañía que mi esposa tiene y debe tener, es la mía, nadie más. Y dame un momento.

— ¿A dónde vas?

—Llamaré a Andrea para que organice el viaje.

Sonrío, sonrío y sonrío de lo más gustosa. Paul me mira con los ojos achinados, con aquella mirada de «Te pillé». Risas y bromas, el ambiente de paz reina en la casa. Mi amor pasa el brazo sobre mi hombro para acercarme, luego hace eso que me encanta, deja un beso en mi frente. Pronto la bebé d tía Mía se duerme en brazos de la abuela Grace, de la cual es evidente su locura al ser abuela de nuevo. Me emociona pensar que en unos meses más podré tener a mi Rose en brazos, para darle mucho amor y protegerla. Por instinto me acaricio el vientre, como si la pequeña mañosa supiese que pienso en ella, despierta, esta vez no ha necesitado escuchar a su padre, lo cual comprueba que no es el favorito en cuestión de minutos se calma, la perezosa ha vuelto a dormir.

Quince minutos pasan y Gail anuncia que la cena ha sido servida. Me pongo loca al verla, no le había saludado, mientras todos avanzan al comedor yo le saludo dándole besos y abrazos, ella comenta sobre el bebé y lo contenta que está porque todo esté saliendo bien. Bromea con Paul sobre romperle la vajilla completa en la cabeza si se pasa de listo, él sólo le da piropos, ¡Espera que te escuche Taylor, Zimmerman!

Nos sentamos a comer uno al lado de otro, papá regresa con una enorme sonrisa, toma su lugar en cabecera y al fin podemos comer. El tío Ethan platica sobre la beca de Ava y que está muy orgulloso de ellos, hasta el punto de ponernos un tanto sentimentales —soy la primera en llorar— ¡Hola, mujer embarazada aquí! Odio mis hormonas, pero amo a quien las tiene así de alborotadas. Mi momento drama acaba cuando hace su aparición el postre, ¡Y tiene fresas! Lo devoto en cuestión de un suspiro, dispuesta a pedir más, pero no a esperar por ello, utilizo mis ojos pispiretos y Paul cruza su plato a mi lugar, después se levanta para ir a buscar un poco de postre, ¿Así o más perfecto?

¡Abusiva!... Grita mi subconsciente.

Esposa y futura madre consentida, diría yo. Paul regresa a la mesa con su postre en mano, no tarda nada en ponerse a devorarle. Si tiene el mismo afán por el dulce que yo, poco a poco van despar viendo los restos de crema y tiene una sola fresa en el plato, intercala su mirada de la pieza a mí, entonces la parte y me ofrece la mitad, es compartir. Me encanta el ácido sabroso que deja en mi boca. Dejamos que todos abandonen el comedor, la verdad es que no doy para más, tengo la barriga llena y el corazón más que contento, pero el cansancio por el viaje empieza a hacer mella. Quiero llegar a mi casa y disfrutar de la cama.

LA CHICA DE UN ZIMMERMAN (TWO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora