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MARATÓN PARTE 1

Me muevo lentamente bajo su brazo. No quiero despertarle. El reloj de mi móvil marca las dos de la mañana y un poco más, esta vez no son las náuseas las que me han despertado, sino, un hambre infernal. Siento las latentes ganas de tener que llevar algo a la boca para que mi estómago se tranquilice, y no, no quiero cualquier cosa, quiero un batido con helado. Consigo escapar con éxito, descalza salgo de la habitación para dirigirme a la cocina. Paul te dijo que cenaras, ya lo sé, pero me da igual. Busco en el frigorífico las cosas que necesito; en la batidora dejo caer las hojas de espinaca con tres cucharadas de helado de chocolate más un poco de fresas. Lo dejo que se bata y al servirlo en mi caso, le hecho sirope de piña para endulzarlo. Estupendo.

Me siento sobre una de las bancas para disfrutar de mi preparación, la cual me parece una terrible mezcla, pero, que mi estómago extrañamente le ama.

—Phoebe, un día de éstos intoxicas al bebé. —Murmura Paul desde el umbral. Le tiro una banana que estaba en el frutero como centro de mesa. —Que agresiva.

—Eres un estúpido. Me asustaste, ¡Joder! —Deja la pobre fruta sobre la encimera. — ¿Qué haces aquí?

—Desperté, no estabas y vine para ver si necesito algo.

—Ya ves que no, puedes irte entonces. —Doy dos sorbos grandes que siento que congelan mi cerebro. Me sostengo la cabeza.

—A veces eres bruta. —Dice. ¿Me ha llamado el qué? —Es un decir, por favor no te pongas loca. A ver... —Me pasa un poco de agua del grifo, bebo y me siento mejor, pero no se lo digo. — ¿Por qué estás molesta conmigo?

—Si algo te pica, tú debes saber el motivo. Eres tú quien ha pasado de mi, de forma olímpica toda la tarde de ayer. ¿Te traumaron la toallas femeninas?

—No. —Responde contundente. —Solamente es que hay ocasiones en las que necesito pensar y por eso hago silencio. Traumado ha quedado el pobre chico de la farmacia, Luz siempre ha estado falta de un tornillo, pero ayer fue una verdadera pasada... Pero como quieres que me vaya, no te contaré.

Muy conveniente. Enchino los ojos en su dirección, me mata la curiosidad.

—A mí no me dejas picada, así que, habla Zimmerman.

—Qué mandona eres, y cotilla para hacerlo peor. —Se mofa. Lo miro seriamente, no quiero sonreír porque estoy molesta y las personas molesta no sonríen, pero las curvaturas de mis labios me traicionan y poco a poco se elevan. —Mucho mejor —se acerca para dejar un beso en mi coronilla.

— ¿Quieres? —Le ofrezco de mi batido en modo de paz.

—No, gracias. He tenido suficiente de eso para toda mi vida. —Su cara de asco es monumental.

—Que insensible eres, es el favorito de tu bebé.

—Aún tiene unos meses para mejorar sus gustos. —Murmura burlón, lo golpeo en el brazo y continúo bebiendo. —Un día de éstos me dejas el brazo como berenjena madura. Bueno, estaba tomando una decisión complicada eligiendo el... El paquete que debía comprar.

LA CHICA DE UN ZIMMERMAN (TWO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora