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Los días avanzan, y con ellos, aumenta mi barriga, así como el dolor de espalda y los pies hinchados. Voy a la editorial por momentos y solamente si es necesario, días atrás se empezaron a hacer los envíos a puntos de ventas principales, falta una nada para el lanzamiento en versión electrónica. He dedicado mucho tiempo al cuarto de Rose, sobre todo por un pequeño detalle que he decidido cambiar, cada noche es un guerra para evitar que Paul no entre a la habitación, tiene prohibido hacerlo, pero parece que es parte de su diversión ponerme de malas intentado entrar, por fortuna solo falta colocar los muebles y estará listo. Hablo algunas veces por teléfono con mis suegros, son muy atentos conmigo, inclusive se atreven a hacerme bromas de llevarse a Rose de vacaciones unos meses cuando nazca, aunque muy en el fondo sé que su mayor deseo sería tenerla cerca de ellos, y desde algún punto me parecería más que justo, pero no sé si pudiese hacerlo.

Las cajas vienen y van, cada que desocupan alguna de algún adorno o las cintas protectoras de los muebles, el olor a pintura fresca por fortuna se ha ido, los primeros días me puso al correr. Hoy por fin estará lista la habitación de mi niña, me encanta como ha quedado pese a que falta la colocación de los muebles en su lugar. Espero una visita un tanto importante, he tenido en la cabeza la idea de darle un toque personalizado a la casa, algo que identifique este lugar como nuestro.

—Creo que debería ir más hacia la esquina derecha. Se ve bien, pero por el espacio mejor lo que quiero del otro lado, ¿No crees, Phoebe? —Me pregunta Sylvia. He aprendido a tolerarla un poco, mas no acaba de caerme bien. Esa su pinta de mujer amiga de todos, no me va.

—Sí, porque aún falta donde se colgará la pañalera y esa sí debe quedar al lado de la mesa para cambiarle. Si no es molestia, pasenla del otro lado. Por favor. —Hago un mohín en dirección a la mujer.

Salgo de la habitación para controlar con ejercicios de respiración la leve fatiga que como siempre, aparece cuando estoy mucho tiempo de pié. Aunque tendría que darle algo de culpa a mis ascos a los nervios por lo que dirá Paul cuando vea esto terminado. Me he creado grandes expectativas, y sería terrible si ve algo que no le agrade.

—Phoebe. —Brinco del susto cuando Nancy habla a mi espalda. Giro para verla. —Lo siento, no quería asustarte. En la sala hay alguien que pregunta por tí, no ha querido decirme su nombre, pero Sawyer le ha dejado entrar, supongo que le conocen.

—Claro, gracias. Vamos allá entonces.

Camina a mi lado, ella siempre tiene una mirada un tanto extraña. Es tan cariñosa y dispuesta que a veces me da escalofríos tenerla tan cerca. Al llegar a la sala, para no varíar nada, Picky gruñe en su dirección, lo hace cuando la mira muy cerca de mí. Le riño para que no sea tan maleducado. Se queda tranquilo al ver que se aleja.

—Hola, José. —Sonrío en su dirección. — ¿Cómo estás?

—Hola, mini Ana —dice a modo de broma. —Todo bien, regresando de Sudamérica al fin. Y con tu encargo justo aquí.

—¡Maravilloso! ¿Puedo verlo?

—Absolutamente, sí. Solo déjame desempacarlo para tí, ¿Cómo está esa pequeña?

—No la menciones porque me toma como bolsa de boxeo, se pone loca cuando hablan de ella, aunque que por ahora duerme.

Él se ocupa de retirar el plástico de burbujas y los cartones que protegen su trabajo. Lo hace con cuidado, hasta dejar todo a la vista. La primera es un cuadro con la foto de la boda, la fotografía la tomó él mismo, pero hasta ahora ha podido traerlo. El segundo es un trabajo especial, el nombre de Rose, que va a colgar de la pared.

— ¡Me encantan! Eres un genio, han quedado fabulosas las dos. Muchísimas gracias.

—Vamos, que solamente he hecho mi trabajo.

LA CHICA DE UN ZIMMERMAN (TWO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora