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CABOS SUELTOS

NEW YORK, CHRYSLER BUILDING,UNITED STATES OF AMERICA

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NEW YORK, CHRYSLER BUILDING,
UNITED STATES OF AMERICA.



ISABELLA TERMINÓ de acomodar los papeles en su escritorio. Era tarde y aún seguía en la oficina haciendo horas extra. Luego de darle otro sorbo a su taza de café, se levantó de su silla y camino hacia el espejo, analizando la figura que se reflejaba en él.

Las ojeras eran notables bajo sus ojos, pero aún así se veía bien. Estaba contenta, había elegido ese atuendo minuciosamente y estaba segura de que a John le había encantado, porque todo el día había estado dedicándole miradas llenas de fuego sin importar la presencia de sus compañeros de trabajo.

Todo iba bien, todo iba camino a ser perfecto por fin.

Ahora estaba esperando a que su jefe entrase por la puerta y la llevase a cenar como le había prometido.

Inquieta, miró el reloj en su muñeca por al menos quinta vez en la noche: había pasado media hora. John no era una persona impuntual, nunca lo fue. Comenzó a sentir algo extraño en el pecho, diferentes tipos de preocupaciones: no sabía que era peor, que se haya olvidado de ella o que le haya pasado algo.

Abrió la puerta de su oficina esperando encontrarlo merodeando por ahí con su distintiva prolijidad y su traje de miles de dólares, pero luego de buscar por diferentes lugares y habitaciones, encontró algo diferente a lo que esperaba. Algo totalmente diferente.

Isabella se acercó en puntillas de pie a el pequeño ventanal de vidrio que tenía la oficina de su jefe, intentando hacer el menor ruido posible con sus tacones sobre la madera del suelo. John se encontraba de espaldas a ella sentado en su sofá; lo reconoció por los gestos propios de él que hacían sus manos y el lujoso reloj que usaba todos los días. Frente a él, dos hombres mirando a algo en el suelo con desprecio, pero Bella no alcanzó a ver qué.

—Entonces, ¿Por qué no cerraste ese contrato? —preguntó John, su voz tan vanidosa como siempre —Me hiciste perder millones de dólares, Jared. Millones. Samhad Ahir era un gran cliente.

—¿En serio ibas a venderle una bomba a ese tipo? —escupió alguien e Isabella se inclinó un poco más para ver quién. Era chico joven, de no más de 27 años, atado de manos y pies, arrodillado frente a John con notorios golpes en su rostro —Quiere explotar el país entero.

—Por supuesto que iba a hacerlo.

¿Bomba? ¿Su jefe y actual pareja vendía una bomba?

Ella pudo escuchar el sonoro suspiro de John aún a metros de distancia, quien con un gesto de indiferencia ordenó:

—Desháganse de él.

Los gritos de Jared llenaron la habitación, rogando piedad e Isabella sintió que el corazón se le saldría del pecho. Uno de los hombres frente a John, de tez morena y contextura robusta, desenfundó su arma con rapidez y luego de un ruido ensordecedor, todos los gritos cesaron.

NEVER LET IT GET PERSONAL,    mitch rapp.   ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora