ᴄᴏᴍᴘʟᴇᴛᴀ
❝ En la venganza
el más débil
siempre es el más feroz ❞
Si tuvieses que describir a Bella a primera vista, dirías que es una mujer con temperamento. Y no te equivocarías.
Cuando descubre que su jefe...
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CUANDO MITCH ENTRÓ AL COBERTIZO, sintió al enojo recorrer su cuerpo entero.
—Isabella ¿Qué haces con eso? Dámelo —ordenó estirando su mano para tomar la carta que Bella sostenía entre sus manos.
La carta con la dirección de Rich.
La morocha estiró el papel lejos de él y de su alcance, lo que solo pudo enojarlo más.
—Voy a ir —su voz salió firme y segura, sin titubeos.
Mitch rio con ironía —Definitivamente no.
—¡Estás herido! No puedes ir solo, Irene lo dijo.
Él estaba seguro de que esa no era la única razón por la cual quería ir.
—Y yo ya te dije que no vendrás, Isabella. Varias veces.
Ella gruñó antes de perder la compostura —¡No pueden seguir decidiendo mi vida como si les perteneciera! ¡Estoy lista, Mitch, y quiero ir! ¡No tomes más decisiones por mí!
Mitch se acercó hacia ella lentamente —No te confundas, Isabella —le dedicó una mirada tan penetrante que un escalofrío la recorrió de pies a cabeza —Sigues estando a mi cargo.
En el momento en el que su mano alcanzó su cintura por debajo de su remera, todo su cuerpo se erizó.
—Sigues bajo mis órdenes —susurró en su oído.
Isabella sintió que sus piernas se aflojaban en el momento que los labios de Mitch besaron lentamente, pero llenos de rabia y ferocidad, la débil piel de su cuello. Vio caer todas sus barreras a sus pies.
Otra vez estaba a su merced.
Mitch, en cambio, en otro momento hubiese abandonado cualquier sensación de furia o enojo con solo besarla o incluso tocarla, pero no con esto. No cuando se trataba de protegerla. Cedería ante cualquiera de sus caprichos con tal de verla feliz, siempre y cuando no interfieran con su seguridad. Y definitivamente no iba a ceder con esto, porque ir a Canadá no la haría feliz.
Ir a Canadá la destruiría. Aunque ella crea totalmente lo contrario. Porque si Bella llegara a tomar venganza de John en la manera en la que él creía que quería hacerlo, eso aplastaría completamente su espíritu dos segundos después de apretar el gatillo, cuando caiga en la cuenta de lo que realmente había hecho, cuando el odio deje de controlar su cuerpo.
Si sentía una carga de conciencia y culpabilidad enorme por muertes que habían sido "para ella" pero que claramente no habían sido su culpa sino la de un maniático obsesionado con ella, el sólo imaginar lo que pasaría si Isabella quitaba una vida por voluntad propia lo aterraba.
