Los gritos de dolor resonaban por toda la estancia. La voz se retorcía, se quedaba muda, sollozaba... Todo por momentos.
Una sala en un lugar desconocido de Las Noches, remotamente apartado de toda vida, a excepción de dos personas. Un sujeto, cuya cara se encuentra tapada, y una mujer, que gritaba desesperadamente por desatarse, saboreando el dulce néctar de la vida que se le desvanecía por momentos. Pero, para situarnos aquí, debemos recorrer el viaje que ella hizo previamente, antes de acabar al borde del abismo.Un pequeño bebé nació en el mundo humano, tan inocente, tan puro. Su madre, orgullosa, le puso un nombre a su hija; Lianna. Lo pronunció con dulzura, con amor, cosas que no duraron mucho. La muerte de la madre de Lianna fue algo que nadie se esperaba, y algo que todos lamentaron. Su padre quedó al cargo de su crianza, hasta la edad de 13, cuando se suicidó tras haber caído en una profunda depresión.
Quedó sola con su hermano mayor, a quien quería y respetaba, pues era el único soporte que le quedaba en esta ordinaria vida... ordinaria hasta aquel día.NARRA LIANNA.
Aquel día paseaba por las calles de la ciudad, tranquilamente, de vuelta a casa. Lo recuerdo como si fuera ayer, cada detalle, cada pensamiento y cada segundo que pasaba.
Tras pasar un cruce, miré hacia una calle próxima. Creí vislumbrar una figura, alta y delgada, de un característico color naranja. Creí vislumbrarlo, porque unos momentos después se desplomó en el suelo, levantado algo de arena. Sin embargo, mi sorpresa aquel día se debió a que mis ojos se posaron en alguien, de las mismas características que aquel chico, pero con una enorme diferencia; llevaba una espada gigante en la mano, y vestía unas ropas un tanto peculiares.
-Nunca había visto a alguien con el pelo naranja, y, sin embargo, hoy ya van dos; un cosplayer y un anémico -Pensé. No más, mi sorpresa aumentó al percatarme de que tenían la misma cara, exactamente la misma. En lo único que pude pensar en ese momento fue en poner a salvo a aquel sujeto que yacía en el suelo. Si no hubiera estado respirando, hasta me hubiese cuestionado que estuviera vivo. Levanté su cuerpo e intenté moverlo apoyándolo en mi hombro. Mientras caminaba arrastrando los pies por la carga extra que llevaba, escuché una especie de voz, a alguien hablando; pero cuando me di la vuelta no vi a nadie.
Dejé reposar el cuerpo casi inerte de aquel chico, intentando reanimarlo o despertarlo de su trance, sin respuesta. Saqué mi teléfono, con intención de llamar a una ambulancia, a la policía o a los servicios de emergencia.
Mis manos empezaron a temblar, estaba confusa. No sabía si estas sensaciones se debían a la presión y nervios que sentía al saber que una vida dependía de mí, o si se debía a algo que había estado sintiendo desde que vi al chico de la espada. Era una sensación casi indescriptible, una especie de presión en el cuerpo, una sensación que me hacía sentir... debilidad. Justo cuando comencé a marcar el número, una agradable brisa pasó junto a mí, como si de una persona se tratase. Mi sorpresa se aumentó tras comprobar que, el chico, recobró su consciencia como si nada hubiera pasado.
Sin embargo, me sentía paralizada, ya que aquella brisa me había hecho algo, algo extraño. Me sentía rara, como si alguien me hubiese tocado, como si alguien me hubiera transmitido algo, como si mi energía fuera tres veces más que la que tenía siempre.
Cuando salí de mi trance, el chico se había puesto de pie, y me miraba con desconcierto.
- ¿Tú me has traído hasta aquí?
- S-sí - respondí meneando mi cabeza, aún sin comprender que era lo que me estaba pasando.
- Ah,... Esto... Gracias. Bueno, adiós. - dijo sin dudar un segundo en irse corriendo en alguna dirección, como si buscase a algo o a alguien. Sin embargo, yo seguía pensando, mirando la pared donde hace unos instantes reposaba el cuerpo de aquel chaval. Abrí mis manos y me miré las palmas; primero una, luego la otra, y así varias veces.
Tardé unos minutos en darme cuenta de que se hacía tarde, y de que mi hermano me estaba esperando allí, en casa para cenar. Comencé a correr por las calles, aún con mi mente en las nubes, pero hubo algo que me sacó totalmente de mis pensamientos.
- ¿Pero qué...?- una especie de... figura grande y negra apareció ante mí. No tardó mucho en girarse y mirarme, cosa que me hizo entrar en pánico. Mis instintos me dijeron que corriera; y así lo hice. Corrí con todas mis ganas y con todas mis fuerzas. Pasé calles y calles jadeando, sudando y lamentando haber visto esa "cosa".
Cuando mis piernas ya no me respondían por el cansancio, me arrodillé en el suelo, no sin antes comprobar que aquello que había visto no me había seguido. Me preguntaba si había sido real, o si había sido fruto de mi imaginación. Me levanté, aún sin creerlo del todo, y caminé con el cuerpo decaído hasta casa, mirando cada 10 o 20 segundos hacia atrás y hacia los lados por si aparecía alguna otra cosa de esas. Cualquiera que me observara en aquellos momentos podría haber llegado a pensar que no estaba totalmente cuerda.
Llegué a ver lo que parecía ser mi casa, pero algo no estaba bien. Definitivamente algo no estaba bien. Caminé un poco más hacia delante. Una vez mi jardín entró en mi campo de visión, me di cuenta de que las flores estaban manchadas de sangre. Aquellas flores de un precioso color blanco como la nieve se habían teñido de un rojo muy oscuro.
La puerta estaba abierta, y presentaba algo parecido a un golpe. La abrí para encontrarme, nada más y nada menos que el cuerpo de mi hermano, casi destrozado, en el suelo de la entrada.
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Jaegerjaquez [Grimmjow]
RomanceUna mera historia de Grimmjow x lectora. Quizá ella podía ablandar el corazón de un hombre que solo se guiaba por el poder. Quizá él podría volver a hacer feliz a una chica que no paraba que sumirse más y más en la desgracia. Quizás ambos se complem...