El olor a sangre entró por mis fosas nasales, penetrando mi mente, haciendo que sólo aparecieran en ella pensamientos imaginándome lo peor.
Mi primera acción fue entrar poco a poco en la casa, sin apartar la vista de lo que parecía ser el cuerpo de mi hermano. Me arrodillé ante él y pegué mi oreja en su pecho, esperando escuchar las palpitaciones de su corazón. Hubiera aceptado palpitaciones lentas y débiles, o casi imperceptibles, pero ese no fue el caso. Su corazón no sonaba. Su corazón no hacía esa melódica música que me gustaba escuchar al abrazarlo y pegar mi cabeza en su pecho en los malos momentos. Aún con la cabeza en su pecho, mis ojos se abrieron como platos. Pronto, se me empezaron a llenar de lágrimas, lágrimas que contuve hasta tener la total certeza de que lo que estaba pasando era real. Me incorporé poco a poco, muy lentamente, como si la vida de mi hermano dependiera de mis movimientos. Intenté tomar su pulso en su muñeca, sin respuesta alguna. Fue justo cuando fui a tomar su pulso en su cuello cuando me di cuenta de que no tenía salvación. Un gran corte recorría su cuello, mientras que también había otros cortes pequeños pero profundos en su pecho y abdomen.
Mis lágrimas brotaron. Brotaron sin parar. Brotaron como si hubieran estado esperando salir desde que vi la sangre en el jardín; como si ya lo supiese todo pero no quisiera admitirlo. Me apoyé en su pecho, aún caliente, mientras sollozaba preguntándome el porqué, el ¿y ahora qué? y el ¿qué será de mi vida?.
Un ruido en el salón me hizo despertar de mi pesadilla. Me levanté lentamente y fui a comprobar, tan sigilosa como podía. Vi una figura masculina a contraluz del gran ventanal de mi casa que daba al patio trasero. Era un hombre alto, delgado; tal vez demasiado, con una enorme espada en forma de 8. Lo vi ojeando un cuaderno, el diario de mi hermano. En ese momento, aparecieron ante mis ojos los recuerdos de mi hermano y yo, mientras escribía anotaciones en su pequeño cuaderno.
- Hermanito, ¿qué haces?
- Escribo cosas en mi diario.
- ¿Me dejarías echar un vistazo?
- Lo siento, Lia, son cosas que tu hermanito te enseñará cuando seas mayor.
- ¿Cuando sea mayor? Jooo... Pero yo quiero verlo ya.
- Te prometo que algún día te lo enseñaré, ¿vale?
- ¿Lo prometes? - extendí mi meñique hacia él.
- Lo prometo - él me estrechó el meñique.
- Es una promesa que no se puede romper - dijimos a la vez.
La fusión del recuerdo de aquella escena más aquellos momentos felices con mi hermano hicieron que más lágrimas brotaran de mis ojos, una tras otra, sin cesar alguno.
No sentí rabia porque aquel hombre estuviera leyendo aquellos documentos. Sentí nostalgia y pena, mi hermano, la única persona que me quedaba había... ni siquiera podía pensarlo.
Un movimiento de aquel hombre hacia la ventana me sacó de mi trance. ¿Una espada en el año en el que estamos? Y estaba... ¿manchada de sangre?
Mi cerebro estaba tan impactado que ni siquiera podía procesar lo evidente.
El asesino estaba de pie, frente a mí, a punto de marcharse con los apuntes de toda una vida de mi hermano
Pero ni siquiera pensé en eso. Ni siquiera pensaba. Solo estaba allí, de pie, esperando a que alguien viniera y me dijera que era una cruel broma gastada por algún estúpido. Pero resultó ser que el estúpido que gastó aquella broma fue el destino, y no tenía arreglo.
La puerta se deslizó a un lado, abriendo la salida al jardín trasero. Una cosa era segura; aquel hombre ni siquiera se había percatado de mi presencia. Me daba la espalda, como tentándome a cometer alguna locura de la que él luego se reiría.
Empecé a analizar sus extrañas formas, y, sobre todo, su rara ropa blanca que no había visto en mi vida.
Fueron alrededor de 20 segundos que se me hicieron eternos. Cuando su pie tocó la hierba al salir de mi casa, una alarma se me disparó. O hacía algo ahora o me resignaba eternamente.
- Tú... Te mata-
- Ni lo pienses- me respondió el individuo, sin ni siquiera darse la vuelta. Arrancó una página del diario de mi hermano, se la guardó y tiró lo que quedaba de libro al suelo con desprecio. Luego saltó... o voló, no sé qué es lo más correcto. No tenía alas para volar, pero no había ningún humano capaz de saltar una altura tan inmensa... ¿o sí?
Lo único que hice fue regresar ante el cuerpo de mi hermano, llorando, sollozando, maldiciendo al hombre que se había atrevido a entrar en mi casa, asesinar a mi hermano y encima mirarme por encima del hombro.
Tras unos largos minutos, quizá horas, llorando sin cesar ante lo que estaba por venir, mi mente se calmo. El cuerpo de mi hermano ya estaba frío, sus labios ya estaban morados, su orquesta ya no hacía el hermoso sonido de los latidos de su corazón. Me levanté, y caminé lentamente hacia el jardín trasero, buscando su diario. Tras avistarlo, lo recogí. Entré de nuevo y me senté en el suelo, no tenía fuerzas para buscar una silla. Lo abrí, examiné los restos de la hoja arrancada que se había llevado aquel hombre.
Lo abrí al principio, en la primera página, y comencé a leer.
Querida Lianna,
Si estás leyendo esto, es que he decidido contarte acerca de nuestra familia... O, en el peor de los casos, he muerto. Sea como sea, continúa leyendo.
Pasé la página.
Ahora te voy a explicar brevemente qué está pasando en este mundo y por qué puedes ver hollows.
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Jaegerjaquez [Grimmjow]
RomansUna mera historia de Grimmjow x lectora. Quizá ella podía ablandar el corazón de un hombre que solo se guiaba por el poder. Quizá él podría volver a hacer feliz a una chica que no paraba que sumirse más y más en la desgracia. Quizás ambos se complem...