Al día siguiente de aquellos extraños acontecimientos, me quedé en casa. No salí, ni siquiera para dirigirme a la dirección que el chico de pelo naranja me había encomendado.
No sentía mi cuerpo. No tenía fuerzas para nada, ni siquiera para levantar mis brazos o mover mis piernas.
Lo único que me quedaba en este mundo había desaparecido por arte de magia, sin dejar rastro alguno de su existencia. Al volver a casa tras el incidente del parque, registré las pertenencias de mi hermano. O al menos, eso intenté.
Cuando abrí los cajones en los que se supone que debía estar guardada su ropa, nada había. Cuando fui al cuarto de baño en busca de su cepillo de dientes, no estaba. Cuando intenté mediante este inexplicable sentido volver a buscar su presencia, nada sentía.
Si que sentía algo en realidad; vacío, soledad, desesperación. No podía hacer nada, menos sin mi hermano.
Me sentía, además, impotente. Si de verdad aquello había pasado, iba a tener que vivir sola de ahora en adelante, buscarme la firma para conseguir dinero y buscarme una forma digna de vivir.
A mi mente llegó la idea de que si volvía a retomar mi antigua vida de estudiante tal vez él aparecería, diciendo que todo era una broma para ver si podía valerme por mí sola, así que eso intenté. Aún no sabía el día en el que estaba, ni cuánto tiempo había pasado desde que vi el supuesto cadáver de mi hermano.
Al día siguiente traté de prepararme por la mañana yo sola. Normalmente era mi hermano mayor el que me preparaba las ropas antes de marcharme a la escuela, el que me hacía el almuerzo y el que me deseaba un buen día. Sin todo eso, sentía que me faltaba algo, seguía sabiendo que el agujero creado en mi corazón se iba agrandando más y más.
Me puse el uniforme de la preparatoria; una falda gris y una camisa blanca, y emprendí mi viaje hacia la preparatoria. Por el camino, mi mente iba pensando automáticamente en diferentes escusas que plantearle a Ai-chan por todos estos días de ausencias en los que ni siquiera había dado señal de vida.
Me paré ante las grandes puertas de la escuela, y la examiné con la mirada. Pensé que ahora, en mi mente, se veía mucho más melancólica, con unos tonos grisáceos más acentuados y una atmósfera triste más pronunciada.
Caminé hasta las puertas del edificio. Miré hacia arriba, hacia el gran reloj que marcaba las horas del día y los horarios de las clases. Me adentré en el edificio y seguí la rutina de siempre; dejar mis zapatos en la taquilla y sacar los que nos teníamos que poner todos en común.
Con mi mochila colgada en un hombro, emprendí el camino hacia mí aula. Tenía que pasar por las distintas clases de los senpais, en quienes nunca había reparado, ya que no me llamaban mucho la atención. Pero aquel día fue diferente.
Dio la casualidad de que desvié mi mirada hacia la puerta de un aula, para ver, a favor de mi sorpresa, al chico de pelo naranja. Aquel chico que vi con ropas negras y con la espada. Aquel chico que me entregó el papel que me llevé horas examinando y toqueteando.
Durante unos días estuve pensando en la posibilidad de que tuviera un gemelo, un imitador, o alguien demasiado parecido a él. Pero, aún con muchas dudas, llegué a la conclusión de que eran la misma persona. No existían dos personas tan exactamente parecidas, al menos no en este mundo, por lo que, aún sin saber cómo, decidí pensar que eran la misma persona. Estaba de espaldas, pero reconocería esos pelos incluso a dos kilómetros de distancia. Frente a él, se encontraba la chica morena que estaba cuando sucedieron aquellos hechos, a quién paró aquel hombre cuya única cosa que pude ver fueron unas peculiares sandalias. Estaba haciendo algo extraño; tenía colocados los brazos delante de su pecho en forma de "x", y estaba haciendo una especie de risa falsa, parecida a "buahahaha", o algo así. Me pregunté cómo aquellas personas que parecían tan serías podían llegar a ser así de cómicas, a la vez que pensé que en estos momentos no sabía si yo volvería a hacer algo así. También observé vagamente, al chico alto de pelo moreno con el que me choqué también aquel día. Parecía ser cercano a ellos, pero ajeno a lo que pasaba.
Me fijé también en que había una chica, de pelo castaño claro, a la que no pude observar bien ya que mi vista de la clase se empezaba a cortar. Algo de esta chica que sí que me llamó la atención fue que tenía unas especies de horquillas con forma de flor azules. No sé por qué me fijé en semejante detalle, pero me llamó la atención. Seguí andando por el pasillo y escuché la sirena de la escuela, así que aligeré el paso. Choqué con alguien, un tanto más bajo que yo, al que pedí perdón. Iba con unas cuantas personas; de las cuales solo pude observar a unas pocas.
El chico con el que choqué tenía el pelo blanco y unos grandes ojos de un color entre verde y azul; también había una chica (de la que había que destacar sus grandes senos) con un lunar cerca de la boca y, creo, un calvo. No me dio tiempo a observar nada más.
Algo de lo que sí me di cuenta es de que el peliblanco que chocó conmigo se quedó mirando en la dirección en la que me estaba marchando, con cara de haber visto un fantasma.Mientras tanto, en Las Noches
Un hombre, de cabellos morenos, peinados hacia detrás, leía sentado en una especie de trono una hoja de papel; que tenía signos de haber sido arrancada de algún lugar.
-Mmmm... Qué interesante... investigación. ¿Y bien, cumpliste con tus órdenes?
- Sí, señor. Eliminé al chico del que procedía la investigación.
- ¿Y los testigos?
- Sólo una humana, sin ningún poder espiritual.
- Quinto espada Nnoitra, veo que cumpliste mis órdenes al pie de la letra. Buen trabajo.
- Gracias, señor.
Aquel chico tenía órdenes de acudir al mundo humano; sin dejar notar su presencia espiritual lo más mínimo, y recopilar la información que se encontraba en aquella libreta. Las órdenes eran muy específicas; nada de testigos con reiatsu, pero con respecto a los humanos normales y corrientes se estipulaba que no se debía de perder tiempo en su liquidación. Una orden simple pero difícil de cumplir para aquellos que disfrutaban del caos y la destrucción de la vida.
El quinto espada, quien se encontraba con una rodilla en el suelo y la cabeza gacha, se incorporó y se encaminó hacia la salida; probablemente en busca de alguien con quien pelear o algo que destruir.
Antes de salir, el hombre de pelo moreno le dijo una última cosa:
- Llama al sexto espada.
- Sí, señor.- dijo estas últimas palabras con obediencia, pero en realidad, estaba bastante enfadado. El hecho de que sus órdenes incluyeran no matar a nadie que no tuviera poder espiritual le molestó, ya que le hubiera encantado acabar con la vida de aquella chica que se encontraba en el momento y lugar equivocados.
Salió de la sala en busca de alguien, y cuando lo encontró, se dirigió a él de forma despectiva.
- ¡Oye, bastardo!- su expresión facial mostraba una mezcla de sentimientos para nada buenos.
- Maldito... ¿A quién llamas bastardo?- le respondió un sujeto, oculto en las sombras.
- Aizen-sama te solicita. -dijo, y se fue con paso calmado hacia lo que parecía ser el exterior de aquel castillo, o mansión, o edificación.
- Tsk. -el sujeto se quejó por un momento, pero poco después, al pensar en los posibles motivos de su llamada, una gran sonrisa maliciosa le apareció en la cara.
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Jaegerjaquez [Grimmjow]
RomanceUna mera historia de Grimmjow x lectora. Quizá ella podía ablandar el corazón de un hombre que solo se guiaba por el poder. Quizá él podría volver a hacer feliz a una chica que no paraba que sumirse más y más en la desgracia. Quizás ambos se complem...