Caminaba tras Grimmjow, observando su alta e impotente figura. Por lo poco que había visto hasta ahora, era bastante arrogante y peligroso, una combinación que no me daba muy buenas vibraciones.
Desvié mi mirada hacia los alrededores de la estancia. Aquel edificio era bastante sombrío y silencioso, además de que desprendía una energía un tanto extraña.
Iba observando todo lo que podía, con la esperanza de que, en algún futuro no muy lejano, un pequeño detalle que encontrase me ayudara a escapar.
Mientras caminábamos, Grimmjow se paró frente a lo que parecía ser una sala de tamaño reducido y poca luminosidad. Quise pensar que no era cierto, que realmente no tenía que estar allí, si no que seguía desmayada tras aquel duro día de entrenamiento con Urahara, así que me pellizqué suavemente, pero sin resultado alguno.
Cuando me fijé, el espada se apoyó en el marco contrario a la puerta, quedando con su cuerpo en dirección a mí. Sin embargo, su mirada ni siquiera se movió ni un solo segundo de lo que estaba observando; la cajita que le había dado aquel hombre, y en cuyo interior se encontraba el fragmento del diario de mi hermano que me faltaba para comprender todo: mi poder, mi familia, los Shinigami, los Hollow,...
Me quedé frente a él observando también la caja. Después de haber vencido a Ichigo con aquella facilidad y arrogancia, de seguro yo no iba a poder hacer nada contra él, así que pensé que recuperar la caja por la fuerza no era la mejor opción.
Estuve un pequeño rato, quizá unos treinta segundos, analizando todas mis posibles estrategias para recuperar la caja y salir de aquel lugar para volver a mi hogar.
Grimmjow, quien jugueteaba con la caja sin cesar entre sus dedos, se percató de mi interés por esta.
Con una carcajada arrogante, la tiró hacia arriba verticalmente y la atrapó frente a mi cara mientras caía haciendo un movimiento horizontal con el brazo. Luego, acto seguido, la introdujo en su bolsillo y me miró con la barbilla ligeramente alta, dando a entender su poder.
- Muy bien... No es que me agrades mucho, pero... qué remedio. Tu guía... no, más bien, quién controla que te portes bien soy el grandísimo yo, el sexto espada, Grimmjow Jaegerjaquez. Que pases una primera y feliz noche en Las Noches. Nada más que decir. -se dio la vuelta y se encaminó hacia algún lugar por los numerosos pasillos de aquella edificación, con las manos en los bolsillos y la espalda ligeramente inclinada hacia detrás. Me quedé observando por unos momentos, sin dar crédito a lo que acababa de ver.
Poco después, miré hacia el interior de mi supuesta habitación, que podía ver cuando quisiera, ya que esta ni siquiera tenía una puerta que entorpeciera mi visión. Dentro, y a duras penas, se podía vislumbrar una pequeña cama y una ventana hacia el exterior.
Cuando me marché de la ciudad era ya de noche, y en aquel lugar también parecía serlo. La poca iluminación que entraba por la ventana le daba un aire un tanto tenebroso a la habitación. Me negaba a entrar en aquel sitio. Mi orgullo me lo impedía. Ahora ni siquiera estaba al cuidado de nadie, así que aproveché para intentar escapar de allí, pero algo me interrumpió.
Una enorme presencia, tal vez más fuerte que la de Grimmjow, me nubló la mente. Era tan poderosa y amenazadora que ni si quiera me dejaba pensar algo con claridad.
Un acto reflejo me hizo meterme en la habitación y retroceder andando hacia detrás, poco a poco, hasta dar con la espalda en la pared.
Parecía que la presencia se iba alejando, como si solo hubiera estado de paso por allí, pero mis piernas, temblorosas, me dijeron que no volviese a salir de aquella habitación en la que me encontraba mínimamente segura.
Tiempo después, cuando salí de aquel trance provocado por aquella enorme presencia, me senté lentamente en la cama, y me llevé una de mis manos a la frente.
Aún seguía sin asimilar en conjunto de sucesos que abordaban estos últimos días de mi vida. Ni siquiera sabía si tenía permiso para salir de aquella habitación. No sabía tan solo cuándo volvería Grimmjow o su superior para darme órdenes, robarme algo o hacerme más preguntas que no sabía responder acerca de mi poder.
Pasaron las horas, y pasé de encontrarme sentada al borde de la cama a estar sentada hecha una bolita en la zona de la pared.
Un cálculo mental me hizo pensar que en el mundo humano (porque aquel lugar no tenía mucha pinta de humano) tenía que haber amanecido ya. Sin embargo, allí el cielo continuaba igual que cuando llegué; ni tan oscuro como la noche ni tan claro como el mediodía. No pude descansar o dormir, la cantidad de pensamientos que me abordaban no me permitían hacerlo.
Llegué a pensar, incluso, que en el momento en el que necesitase de mi poder sería inútil, ya no solo por mi propia poca fuerza, sino porque no sabía cómo Urahara había sacado mi alma de mi cuerpo para usar mis poderes Shinigami. Es más, al pensar en Urahara, se me vino a la mente las últimas palabras que dijo antes de que la grieta se cerrara.
No sabía que significa aquello de tres, pero estaba segura que proviniendo de aquel hombre se trataba de algo serio.
Tenía los brazos apoyados en mis rodillas, y mi cabeza hundida en ellos, aunque la levanté rápidamente cuando escuché unos pasos acercándose.
Miré hacia la entrada, donde pude ver cómo se asomaba la silueta de Grimmjow.
- ¡Yo! ¿Qué tal estás, basura?- tras ese saludo y aquella frase otra sonrisa arrogante se formó en su rostro.
Antes de que me diese tiempo a responder, o si quiera a pensar una respuesta, continuó hablando.
- Aizen-sama te solicita. Rápido. - entonces emprendió el camino hacia algún lugar.
Comprendí, aunque un poco tarde, que tenía que hacer lo que había estado haciendo hasta ahora; seguirle.
Me bajé de la cama lo más rápido que pude y me acerqué a él, aunque manteniendo las distancias a unos metros por detrás suyo.
Acabó guiándome hasta la sala en la que había estado al principo, con el mismo sujeto sentado en el mismo lugar y en la misma postura, aunque había una diferencia. A uno de los lados de aquella especie de trono donde estaba sentado había un sujeto alto y delgado, de pelo grisáceo y ojos achinados, además de una gran sonrisa burlona.
Me paré en el centro de la sala, casi en el mismo sitio en el que me había parado la primera vez, aunque esta vez Grimmjow se colocó a mi lado, a unos cuatro metros, con las manos en los bolsillos y la espalda ligeramente hacia detrás.
Entonces, el tal Aizen comenzó a hablar.
- Pequeña Lia, ¿has descansado bien esta noche? - se levantó y se acercó a mí lentamente.
En cambio, el sujeto de ojos achinados se quedó donde estaba, sin moverse ni un pelo. Acercó su mano a mi cara y la puso, dándole su calor a mi mejilla y acariciando la zona de debajo de mis ojos con el pulgar.
Me sorprendió. Me sorprendió tanto que no supe cómo reaccionar.
- ¿Pero qué es esto? Estas ojeras... no me digas que no has dormido. - me miró entonces a los ojos haciendo contacto con los míos, y luego apartó su mano lentamente de mi cara. - No puede ser así, pequeña Lia. Te necesito descansada para que me prestes tu poder. Aunque bueno, pensando que es el primer día haré una excepción. Por lo que veo, tampoco te pusiste las ropas que preparamos especialmente para tí...
Recordé en ese momento unas ropas, dobladas, que se encontraban a lo pies de la cama que estaba en mi habitación. Recordé también que las había tirado al suelo en un arrebato de furia al que me habían conducido mis pensamientos en aquella solitaria habitación.
- Bueno, qué remedio. Por ahora, intenta descansar, ¿sí? Y si tienes alguna duda... intenta arrebatarle la caja a Grimmjow. Eres libre de usar tu poder si así lo deseas.Pude sentir como al individuo que tenía al lado se le formó una sonrisa arrogante. Arrogante, o más bien, emocionada por lo que iba a suceder.
ESTÁS LEYENDO
Jaegerjaquez [Grimmjow]
RomanceUna mera historia de Grimmjow x lectora. Quizá ella podía ablandar el corazón de un hombre que solo se guiaba por el poder. Quizá él podría volver a hacer feliz a una chica que no paraba que sumirse más y más en la desgracia. Quizás ambos se complem...