PDV. Lianna
Mí mente estaba nublada. No podía pensar en nada.
Todos los sucesos que habían ocurrido se amontonaban uno tras otro hasta formar una especie de barrera que eclipsaba mis pensamientos.Grimmjow sabía que yo estaba fingiendo. Bueno, lo sabía o creía saberlo, puesto que no lo tenía cien por cien seguro.
Inoue... bueno, yo quería saber cómo se encontraba aquella chica que me había tendido la mano sin ni siquiera conocerla, o sin yo haber hecho nada por ella. Ella... ella desprendía una especie de sentimiento cálido, agradable. Tan solo con mirarla a los ojos y presenciar una sonrisa suya se podía decir que ella era una buena persona.
Eché un vistazo a la destrozada caja que había estampado contra la pared. Realmente había puesto toda mi furia en ella. Pareciera que un animal la hubiese hecho añicos con sus enormes fauces.
Tras tranquilizarme después de unos largos segundos, comencé a pensar con claridad. Probablemente, el sexto espada regresaría a aquella habitación justo después de terminar lo que fuera que tuviese que hacer, y yo no quería eso. No lo quería simplemente porque no me beneficiaría.
Si él conoce toda la verdad acerca de mis recuerdos, solo me preguntaría cosas una y otra vez para luego volver e informar a Aizen-sama de su tarea cumplida. Eso, sin hablar de qué pasaría después de que tuvieran toda la información acerca de mi poder. Quiero decir, lo único por lo que me mantenían allí era para adueñarse y controlar mi poder, a saber qué pasaría tras aquello.
Decidí salir de allí, aún sin saber a dónde ir. Cualquier lugar estaría bien mientras me diese el tiempo suficiente para pensar un plan, una excusa lo suficientemente creíble como para que las cosas se desenvolvieran a mi favor.
Tras cruzar la entrada, tomé la dirección contraria a la que habían tomado Grimmjow y el sujeto de los ojos rasgados. Si necesitaba un buen y convincente argumento para salir de aquello, el hecho de que me pillasen en plena escapatoria no ayudaba mucho.
Mientras caminaba a la vez que pensaba, iba tocando la katana que estaba colgada de mi cintura. A veces dejaba caer mi mano de ella, cosa que era realmente cómoda. Entonces, mientras pensaba en el asunto que abordaba mi mente, automáticamente pensé en otra cosa, algo que desde luego debería de haber pensado antes.
¿Y si no me encuentro con Grimmjow, pero a cambio me encuentro con alguien peor?
Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Cómo lo había podido pasar por alto?
Probablemente, el descomunal reiatsu de Grimmjow no era el más fuerte de allí, ni mucho menos. Cabía la posibilidad de que me encontrase a algún otro sujeto, que no tuviera piedad alguna conmigo.Como un flash vino a mi mente el sujeto de la espada en forma de ocho. ¿Y si me encontraba a aquel sujeto, qué pasaría?
No volvería a perder el control, eso lo tenía seguro, ya que, gracias a las palabras que Grimmjow dijo, las dudas habían surgido en mí, y con ellas, había disminuido el nivel de odio que sentía hacia aquel sujeto que había visto en mi casa aquel día.
Aunque había una cosa que tenía clara; fuera quienes fueran los culpables, yo iba a tener mi venganza. Mi venganza o mi hermano de vuelta, una de dos. Una parte de mí sabía que estaba muerto, pero la otra me decía que buscase sin descanso hasta encontrar respuestas.
Me choqué contra una pared. Estaba tan inmersa en mis pensamientos que sin darme cuenta había caminado, y bastante, y me había estampado contra un muro. Froté mi nariz hasta que dejé de sentir dolor, y miré a mi alrededor.
Ahora sí que no sabía dónde estaba.
Mantuve la calma, aunque al principio me costó bastante. ¿Quién había hecho aquellos edificios? Todo era casi igual, no sabía por donde volver.
Además, tenía la sensación de que aquella estancia era tremendamente grande.Justo cuando iba a empezar a caminar de nuevo, algo me puso en alerta. Algo... realmente grande. Un reiatsu, una presencia descomunal. Tal vez, si lo calculaba con números y la comparaba con alguien, Grimmjow tendría un quinientos y aquella presencia... aquella presencia tendría mil. Me temblaba la mano con la que tocaba mi espada.
Me escondí tras una pared para observar qué era lo que emitía aquel descomunal poder. Al asomarme un poco, pude ver a un sujeto de pelo negro y ojos verdes con una especie de lágrimas cayendo de ellos, que me resultaba familiar. Tal vez lo había visto antes, no tenía tiempo de recordar cuándo.
Un simple vistazo me hizo darme cuenta de que aquel sujeto no era el que emitía la descomunal presencia.
Era cierto el hecho de que tenía bastante poder, quizá un quinientos setenta, valorándolo en numeros, pero no se acercaba a lo que hacía que mi pulso temblase.Me di cuenta de algo. El sujeto que estaba allí se percató de mi presencia a los pocos segundos de asomarme, me miró y siguió su camino, no pareció importarle, sin embargo, no parecía que estuviera buscando algo o que estuviera preocupado por algo.
En mi mente surgieron dos opciones.
La primera, y la más probable, era que aquella imponente presencia pertenecía a alguno de sus compañeros, y por tanto, le resultaba normal sentirla.
La segunda, y mucho menos probable, es que solo yo había podido sentirla.Pensé aquello porque para mí no tenía sentido. Centrándome en la primera opción, ¿por qué si quién emanaba aquel poder era un compañero de aquel sujeto, no lo había sentido nunca?
Tal vez volvía de una misión, tal vez estaba entrenando...
Quise no darle importancia, pero mis manos seguían temblando. A veces, incluso me daba la sensación de que aquel poder crecía por momentos.Cada vez sentía más presión. Aquel poder me resultaba familiar, quizá lo había sentido de pasada antes en aquel lugar, pero ahora me presionaba. Me sentía como si fuera una pequeña hormiga siendo estrujada entre los dedos de un niño.
La presión aumentaba y aumentaba sin cesar. Pasó de mil hasta quizá mil doscientos, todo haciéndome presión sin cesar. Tuve que arrodillarme y colocar costosamente mis manos cubriendo mi cabeza. El aire a mi alrededor comenzó a desaparecer. Me sentía como si estuviera en un vacío, sin oxígeno, sin capacidad de habla. Mis oídos se taponaron, mis párpados pesaban, mi vista se ennegreció y mi cuerpo temblaba. Una gota de sudor frío resbaló por mi espalda. Quise gritar, pero no podía. No tenía aire para conseguirlo.
Seguía creciendo, y creciendo. Pude ver como mis brazos tomaron un color rojizo, y luego pasaron a ligeramente morado.
Justo cuando creía que mi cuerpo cedería, que me desmayaría o moriría, un susurro sonó en mi oído.
- Lianna.
Mi nombre sonó con eco. Una voz, cuyo emisor no lograba identificar, pronunció con sumo cuidado mi nombre. Sonó suave, primero lejano, luego muy cercano, y luego lejano de nuevo. Era como un coche que pasaba, pero con una dulce y armoniosa melodía.
Cuando la voz sonó más fuerte, un calor agradable inundó las cercanías de mi oreja, tanto que la piel se me llegó a erizar. Casi se me había olvidado todo lo que había sentido.
El calor descendía poco a poco por mi cuerpo. Allí por donde pasaba dejaba una calidez realmente agradable, protectora, o eso creía.
Cuando el calor llegó a mi espalda, a mi marca de nacimiento, el calor comenzó a aumentar. Apreté mis manos, que seguían cubriendo mi cabeza, mientras que el calor aumentaba más y más.Llegado un momento, el dolor fue tal que llegué a dudar si realmente tenía la espalda en llamas, cosa que se asemejaba bastante al dolor que sentí la primera vez que aparecieron las runas en mi cuerpo. Crecía y crecía, y crecía y crecía, pero yo no podía si quiera gritar.
De repente todo cesó.
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Jaegerjaquez [Grimmjow]
RomanceUna mera historia de Grimmjow x lectora. Quizá ella podía ablandar el corazón de un hombre que solo se guiaba por el poder. Quizá él podría volver a hacer feliz a una chica que no paraba que sumirse más y más en la desgracia. Quizás ambos se complem...