dieciséis

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Un profesor se acercó a nosotros, y lo agradecí internamente. Preguntó si todo iba bien, y tú le gritaste que tenías que hablar con tu novia. Por mi mueca, el profesor entendió que algo no andaba bien. Te llevó junto a él a su despacho y tú me dijiste que me esperara allí para hablar.

Aunque tu tono de voz no era para nada agradable, no te hice caso. Salí corriendo por la puerta de entrada antes de que las clases comenzaran.

Me quedé en casa, y horas después picaron a la puerta con fuerza. Bajé corriendo, pensando que era mi madre llegando de hacer la compra. La abrí y te vi ahí parado, con una cara de furia que asustaría a cualquiera. Estaba lloviendo. Toda tu ropa estaba mojada, y de tu pelo caían gotas de lluvia hasta tu frente, para después recorrer todo tu rostro, mientras tu pecho subía y bajaba de una manera rápida. 

Entraste dentro, y no supe que decir. 

-Te dije que me esperaras -gruñiste

Seguía inmóvil, sin poder apartar mi vista de ti. 

-Lo siento, no sabía si era buena idea y.... 

Pusiste tu cara a centímetros de la mía y dejé de hablar. 

-¿Porqué cojones no iba a ser buena idea?

El olor a tabaco y alcohol invadió mis fosas nasales, y cerré los ojos inconscientemente. 

-Esto no se ha acabado, ¿me oyes? -dijiste- no se acabará nunca

Los ojos se llenaron de lagrimas, y tú cogiste mi cara entre tus delgadas manos y me besaste. Aunque intenté apartarme, no lo consentiste. 

Apretaste mi muñeca, y para que no te enfadaras mas te seguí el beso. Te acostaste en el sofá y me guiaste contigo. 

No quería hacerlo y lo sabías, pero no te importó...




AidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora