treinta y seis

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Después de que al fin terminarás de vomitar te quedaste en el suelo, y parecías derrotado. Tú vista estaba puesta en tus manos, que reposaban en tus piernas. Luego levantaste tu mirada hacia mi, y tus ojos se acumularon de lágrimas, igual que hacía minutos antes.

-Lo siento mucho, de verdad, no sé porque hago todo esto... -sollozaste.

Se me paró el corazón, ya que nunca habías llorado de tal forma delante de mí.

-No te lo mereces, pero algo me impide alejarme de ti, no sé porqué, ¡No lo sé, joder! -diste un puñetazo a la pared que tenías justo al lado, y me sobresalté.

A mí también se me llenaron los ojos de lágrimas, y es que, a pesar de todo, me dolía verte sufrir, y me odiaba por ello.

La imagen de aquella chica contigo en el pasillo volvió a mí mente, como la besaste, tú sonrisa burlona... Se repetía una y otra vez.

-La besaste justo después de que te dejara, ¿Que hay de eso?  -le dije con dolor.

Las lágrimas no paraban de correr por tus mejillas, y tú te encogias de hombros con el rostro lleno de culpabilidad.

-Quería que te pusieras celosa, porque tal vez así volverías conmigo, y fue una mierda joder, lo planeé cabreado pero yo solo quería besar tus labios.

Negué con la cabeza sin saber que decir. Me levanté del suelo y dije:

-Creo que deberías de dormir, te acompañaré.

Me miraste unos segundos, pero luego te levantaste. Caminé hasta las escaleras y tú ibas detrás mío. Te ayudé, ya que todavía estabas un poco borracho.

Entramos a tu habitación y te quedaste quieto cerca de mi.

-¿Vas a irte? -preguntaste- puedes quedarte si quieres, de verdad, solo será hoy.

Dudé unos segundos.

-Por favor, necesito tenerte aquí - tu voz mostraba súplica y cansancio, y me convenció, aunque yo también quería quedarme.

Te ayudé a quitate la ropa y te quedaste en ropa interior, y me ofreciste tu camiseta.

Nos acostamos y sin saber que hacer me giré. Tú apagaste la luz y noté como te giraste hacia mi. Me quedé sin aliento cuando sentí tu brazo rodearme la cintura. Tu respiración estaba justo en mi oreja, y aquello me relajaba mas de lo que esperaba.

Cerré los ojos con la finalidad de dormirme, y por último te escuché decir a mi oído:

-Te quiero

AidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora