veinticinco

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Seguías mirándome con la respiración entrecortada, sentado en la escalera junto a mi. Yo estaba apoyada en la pared, intentando mantener algo de distancia.

El brazo me dolía, al igual que el pelo, al igual que el corazón.

-No vuelvas a acercarte a él. ¿De acuerdo?

Tu voz estaba llena de odio, y no entendía porque.

-De acuerdo.

Me cogiste del brazo y pusiste tu rostro a centímetros del mío. Nuevamente contuve la respiración.

-Lo digo en serio -tu voz sonaba enfadada- como lo vea cerca de ti me lo cargaré. Ya lo sabes.

Asentí. ¿Qué podía decir ante aquella amenaza?

Te pedí que me llevaras a casa, pero negaste con rotundidad y me conduciste a tu cuarto.

-Hoy dormirás aquí.

Una vez dentro, comenzaste a despojarte de la ropa, lo que me asustó. Me miraste de reojo y sonreíste.

Te gustaba verme sufrir, eso estaba claro.

Me quitaste la ropa y me besaste. No hice nada más a parte de seguir tus pasos.






AidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora