veintisiete

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Me diste un beso y te alejaste de casa.

Todo el tiempo sentía un nudo en la garganta, y no era capaz de hablar por si rompía a llorar.

Saqué las llaves de casa y abrí. En el salón tan solo estaba mi madre, así que le saludé con un simple "hola" y caminé hasta mi habitación.

Cerré la puerta y suspiré agotada. Estabas acabando conmigo.

Me acerqué a la cama, y cuando dejé la mochila tocaron a la puerta de una manera suave.

Segundos después mi madre entró a mi cuarto, y me miraba desde la puerta, con una sonrisa triste.

-Tenemos que hablar, cariño.

Bajé la mirada sin saber que decir.

Me senté en la cama, y mi madre caminó y se sentó junto a mi.

-Puedes contarme lo que sea. ¿Lo sabes, no?

Ladeé la cabeza hacia una lado mordiendome un labio. No quería que me viese así. Tan rota.

-Espera, ¿Qué es esto? -susurró tocando mi brazo.

Me levanté sorprendida. ¿Qué se suponía que debía decirle?

-No es nada. Me empujaron accidentalmente y choqué con una taquilla.

No parecía convencida. Yo tampoco lo estaría.

-Cariño, por favor -caminó hasta mi- dime qué es eso del brazo...

-¡No es nada, joder! -grité- Déjame sola. ¡Quiero estar sola!

No sabía porqué había reaccionado de aquella manera tan brusca, ya que yo no era así. Nunca le había levantado la voz a mi madre. No porque ella me intímidara, tan solo porque era mi madre y tenía respeto y admiración hacia ella. No lo merecía.

Me miró con los ojos abiertos.

Salió sin decir nada y cerró la puerta.

Joder.

No pude evitarlo y comencé a llorar.

AidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora