cuarenta

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Después de estar un rato bailando y sentirme mas libre que nunca, tuve que hacer una pausa e ir a por mas bebida. La verdad que me lo estaba pasando bien, a pesar de que ninguno de aquellos eran mis amigos, no eran mala compañía. Reían y bailaban sin preocupación, haciéndome sentir de lo más cómoda.  

De algo que me di cuenta, fue de que aquel chico de ojos grises me observaba desde un sofá donde estaba sentado, junto al amigo con el que estaba charlando antes y unas cuantas chicas y chicos más. Fumaba un cigarrillo, y soltaba el humo lentamente, mientras seguía todos mis pasos. Parecía analizarme, pero no de un modo perturbador. No sabría explicar la sensación, pero su mirada me producía tranquilidad. 

Bebía de mi copa a pesar de querer ir al lavabo. Se me escapó una risa al pensar que estupidez era esa, y negué con la cabeza. 

Salí de la sala dispuesta a buscar el baño, y subí las escaleras como pude, ya que estaban repletas de gente. 

Comencé a abrir puertas, y rodé los ojos por lo que me encontraba al abrirlas. ¿Dónde está escondido el baño?

Estaba un poco mareada debido al alcohol, pero no me importaba. De hecho, no me sentía mal, al contrario, sentía que nadie ni nada me importaba. 

No todo lo bueno dura, claro, y este pensamiento se esfumó al abrir una puerta y encontrarte a ti, Aiden, con una chica la cual desconocía...  


AidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora