El receso había acabado, llego otro profesor, uno muy joven parecía tener alrededor de 28 años, al ver el libro que tenía cargando en los brazos supe que era un profesor de matemáticas.
– ¡Haremos un pequeño repaso! –al conjunto todos sacan sus libretas, mientras buscaba mi libreta una de mis plumas se calló, intente alcanzarlo sin hacer alboroto.
– ¡Que sorpresa! Pensé que no vendrías. Dice el profesor, escuche que la puerta se abría, Maira susurraba mientras tomaba la pluma "Este idiota", no sabía a qué se refería por un momento pensé que se refería a mí, al subir mi cabeza del asiento se acercaba lentamente aquella persona que acababa de entrar, un suéter negro junto con una camiseta blanca, unos jeans oscuros y con una mochila que colgaba de su lado. Se detuvo por un par de segundos, él estaba sorprendido pero no tanto como yo.
Tomo asiento en el espacio libre, en frente de mí, aquel rubio despeinado y frágil se encontraba sentado a mí al frente, en el mismo colegio, desvié la mirada hacia la ventana luego retome mi posición de nuevo y estuve escuchando al profesor en todo el día (teníamos dos horas con el), por momentos el intentaba girar su rostro hacia mí, pretendí no ver aquellos intentos fallidos ya que en cada ocasión intercambiábamos miradas y el las apartaba de inmediato, sentí la mirada de Maira sobre mí y así era, ella se percató de aquellas miradas compartidas, cuando terminamos con todas las ecuaciones que aquel profesor la campana toco, y así siguieron las cases, hasta que llego el descanso, aquel descanso duro mas que el primero, lo que sucedió fue lo siguiente:
Todos los alumnos salieron del salón, unos cuentos se quedaron, fueron otro grupo de chicas y se me acercaron, no eran las mismas que las primeras pero claramente aquellas tipas querían algo, se presentaron al igual que yo, Maira había salido al baño, Adrián se quedó sentado en silencio.
–Me gusto la forma en como le gritaste a Cloe, nos gustaría que comieras con nosotras en la cafetería – cualquier chica nueva como yo aceptaría ciegamente aquella invitación sin embargo no estaba tan urgida de hacer amigos.
–Gracias por tu oferta pero no me interesa – dije –. Vaya, no eres tan fácil de convencer.
Decía mientras acariciaba mi cabello, me miró fijamente y se dio cuenta de la venda que tenía en el cuello – ¿Por qué tienes esta venda? – lo señala con su dedo e intento bajarlo para ver qué era lo que escondía –. ¿Qué pretendes que estás haciendo?
Tome su mano con una gran fuera para que entendiera que la quería lejos de mí, ella mira mi mano y luego a los ojos, quita su mano y se aleja junto con las demás.
–Que rara es – puedo escuchar lo que dicen –. No hay que acercarnos a ella jamás.
–No les hagas caso –decía mientras permanecía a espaldas, se levanta del asiento y se sienta en el lugar de Maira –. No pensé encontrarte aquí, esto es realmente gracioso.
Esta escuela no tiene el mejor paisaje, pero sus ojos son mucho mejor que cualquier otro como un cielo interminable.