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Por decisión propia, elegí que mis padres no me acompañaran al aeropuerto. Estoy a punto de irme a Europa por dos meses, sin compañía y quiero comenzar el proceso desde casa. No estoy acostumbrada a estar por mi cuenta y no entiendo muy bien qué me impulsó a tomar la decisión de emprender un viaje completamente sola, pero aquí estoy a punto de tomar un taxi rumbo al aeropuerto y luego un avión rumbo a Europa.

—Cuídate mucho, bichito –susurra mi padre en mi oído, abrazándome con fuerza-. Si ves a alguien sospechoso corre en la dirección opuesta.

—Nada va a sucederme, pa –lo tranquilizo, acariciando su espalda.

No va a sucederme nada que mi torpeza no cause, como por ejemplo perder mi tarjeta de crédito. Por supuesto no le diría eso a mi padre o me encadenaría al sillón.

Ambos están llorando y no puedo evitar sentirme culpable. Quizás debería haberlos invitado pero en ese caso no tendría el mismo significado para mí. Quiero hacer esto sola, lo necesito.

La mayoría de las personas de veintidós años se conocen bien, siento que soy la excepción. Sé cuáles son mis planes a futuro pero no sé cómo alcanzarlos, siento, de alguna manera que al viajar sola podría encontrar la respuesta a mis interrogantes, después de todo solo me tendré a mí misma.

—Quizás encuentres al amor de tu vida –me dijo Valentina, mi mejor amiga, el día que le conté de mi decisión, mi respuesta fue la lógica... blanquear los ojos.

Creo en el amor y en los cuentos, en los finales felices y en el comieron perdices para siempre, pero no creo que una historia de amor salida de una película pueda sucederme a mí. Mucho menos es lo que busco con este viaje.

Aunque un poco de sexo... ¡NO! Debo enfocarme.

Luego de que mi último novio, Mateo, terminara conmigo dado que "carecía de tiempo para una relación y yo no era su prioridad ahora que era Licenciado" mi búsqueda del amor había acabado por completo.

No era para mí.

Desde que Valentina está con Lorenzo todo son rosas para ella y me siento realmente feliz por que haya encontrado a alguien que la complementa, aunque ahora estén teniendo una rara relación a distancia. Ella en Boston y él, aquí. Pero de alguna manera lo están haciendo funcionar y me dan aún más esperanzas de que algún día pueda encontrar un amor la mitad de hermoso que el que ellos están compartiendo.

Ya me volví cursi.

Suena la bocina del taxi y me apresuro a recoger mi maleta.

—Los amo.

No espero la respuesta de mis padres, no estoy lista para otra despedida. Cierro la puerta a mis espaldas y corro en dirección al automóvil amarillo. El chofer abre la puerta para mí y le agradezco con una sonrisa.

—¿Hacia dónde, señorita?

—Al aeropuerto, por favor.


 

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