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El avión aterriza en el aeropuerto de Roma luego de muchas horas de viaje, doce para ser exacta. No es de extrañar que luego de pasar tanto tiempo sentada mi trasero duela como los mil demonios. Iba a necesitar un marcador para dibujar su forma y recordarla.

Sólo deseo llegar al hotel y dormir por ocho horas, sin embargo el sol se encuentra en lo alto del cielo y me niego a desperdiciar mi primer día en una cama. En consecuencia, luego de obtener mi maleta –la cual casi pierdo debido a que era un modelo bastante conocido y gran parte de los pasajeros de mi vuelo tenían una similar- y pasar por los controles aduaneros, me dirijo a la parada de taxis en la puerta del aeropuerto.

La fila es larga, sin embargo avanza con rapidez y antes de darme cuenta me encuentro en el asiento trasero de un automóvil con mi maleta a mi lado y tiritando por el frío. Debería haber optado por un conjunto más abrigado, sin embargo me rehusaba a morir de calor en mi país de origen, después de todo en enero era verano.

ꟷ¿Hacia dónde, señorita?

ꟷHotel Regina, por favor.

Asiente con la cabeza y apoyo mi cabeza en el respaldo del asiento, luchando para mantener mis ojos abiertos. Ladeo la cabeza hacia un lado y observo el paisaje, una mezcla de lo histórico y lo urbano, a medida que el chofer avanza por Roma.

No puedo evitar sonreír, por fin ha iniciado mi aventura.

¡Prepárense italianos, pronto pondré el país de cabeza! 



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