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Camino entre las mesas llenas del restaurante del hotel, hacia el lugar al que la anfitriona me indicó. Es un lugar sencillo con unas cincuenta mesas de madera clara esparcidas estratégicamente, con paredes cuyo papel tapiz es de un suave color manteca con dibujos en color perla de las cuales cuelgan cuadros de paisajes y frases célebres así como también hay un espacio especial para comensales famosos que han asistido al lugar.

Me gusta, es tranquilo y cálido.

ꟷ¿Puedo tomar su orden?

ꟷPor supuesto –sonrío al muchacho de cabello rojo y espesa barba, quien posee un claro acento inglés o de algún lugar cercano-. Un plato de espagueti con salsa boloñesa.

ꟷPara beber, ¿un vino quizás?

ꟷClaro.

ꟷEn un segundo, señorita.

Le dedico mi mejor sonrisa y vuelvo a perderme en mi tarea de estudiar disimuladamente a los comensales. Cuando la gente dice que los lugares turísticos están llenos de asiáticos, no mienten... realmente están repletos.

Me gusta.

ꟷVaya, vaya... si es señorita un euro.



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