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La espera es algo apabullante y, en exceso, aburrida. Observo a la gente ir y venir en lo que espero que mi vuelo sea anunciado, mi nuevo vuelo porque perdí el anterior. Con mucho esfuerzo pude comprar un pasaje en clase ejecutiva por lo cual no tendría que viajar apretada por muchas horas, de todas maneras la idea de estar sobre el aire, sola, por tanto tiempo me ponía los pelos de punta. Aún lo hace.

Ancianos, jóvenes, niños, recién casados, ejecutivos, pilotos y azafatas pasaban frente a mí, cada uno envuelto en su propio mundo y ajeno al del resto. Una vez había escuchado que un aeropuerto era el lugar donde los sentimientos salían con mayor facilidad a flote, donde se observaban besos más sinceros que en un casamiento y abrazos más emocionantes que en un cumpleaños.

Y ahí, en mi lugar de expectante, pude determinar que era cierto. La gente se abrazaba con amor, lloraba rota por la tristeza o la emoción y se besaba como si fuera el fin del mundo. Los aeropuertos tenían esa cosa extraña y estaba feliz de poder contemplarlo en primera persona.

Pasajeros del vuelo EU1829 con destino a Roma favor de abordar por puerta 33 –la voz en el intercomunicador suena difusa pero de todas maneras entendible.

Cojo mi bolso de mano y mi chaqueta y me dirijo con parsimonia hacia la puerta indicada mientras la voz femenina que posee el intercomunicador sigue balbuceando el número de vuelo y puerta.

Entrego mi pasaje cuando mi turno llega y siento una chispa encenderse en mi interior cuando comienzo a caminar por el pasillo a tres metros de altura hacia la puerta del avión mientras rezo mentalmente para que el mismo no se caiga.

—Que tenga un buen viaje, señorita.

Le sonrío a la azafata y camino hacia mi asiento, junto a la ventana. Dejo mi bolso a mis pies y me coloco la chaqueta, sabiendo que pronto el aire se pondrá frío cuando enciendan el aire acondicionado.

Apoyo mi cabeza en el respaldo del sillón y miro a la gente pasar, imaginando la razón por la cual emprenden este viaje. Trabajo, ocio, visitar a un amigo o pariente o quizás, alguien solitario como yo, estaba emprendiendo el viaje con el objetivo de conocerse.

Redescubrimiento.

Así lo había definido Valentina y no podía estar más acertada.

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Disculpen la demora, la Universidad me está matando =(


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