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Esa noche te esperé,

esperé una llamada o

al menos un mensaje.

Qué triste lo que me pasó:

tan ilusa al principio

tan abierta y confiada

de que no me hagas nada

y que me entregues todo.

Te esperé y quedé triste.

Lo bueno fue tu no respuesta

porque, siendo sincera,

si respondías,

te hubiera esperado

y lo seguiría haciendo

a las cuatro de la mañana

bajo la lluvia, yo mojada

y triste.

Pero no, para mi suerte

no respondiste

y qué mejor, sino ahora, flaco,

tendría más roto el corazón.










Me molesta,

te estoy queriendo mucho.

Demasiado a vos

más que a mí

y se supone que yo

soy la persona más importante

y que debo amarme y elegirme

primero antes que cualquiera.

Se supone.

Ausencia repentina©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora