Capítulo 9.

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En un día como hoy estaría dentro de una cabaña, con una taza de té en las manos

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En un día como hoy estaría dentro de una cabaña, con una taza de té en las manos. Taima estaría acurrucada en mi regazo, mientras que Elu estaría gritando tratando de recordarme lo mal hermano que era. Mi padre estaría cerca de la chimenea mirando hacia el fuego y mi madre estaría a su lado creando nuevas medicinas.

En su lugar, solo estoy recostado bajo las raíces de un gran árbol, esperando que la lluvia se detenga para seguir con nuestro camino.

Pasé lentamente la mano por la crin del caballo pues estaba recostado a mi lado, esta era una preciosa criatura, de un bonito color café, crin y cola negra. En su frente había una mancha blanca que lo hacía resaltar. Además de que en las cuatro extremidades tenía una línea blanca circular, como si fuera un brazalete decorativo. Era hermoso.

Bash había ido de cacería con su dragón para poder alimentarle. Yo solo lo estaba esperando. Me preguntaba dónde estaba Umbrá, ya que habían pasado ya tres días y todavía no sentía su presencia cerca de mí. Tal vez él nunca había leído mi mente, no había recibido las indicaciones que le di y simplemente se llevó a mi madre y hermanas por diversión. Tal vez se las comió. Tal vez yo estaba empezando a ser paranoico.

Cuando Bash regresó, se sentó a mi lado y se quitó la capucha que llevaba encima. La expresión que tenía me indicó que no estaba feliz en absoluto.

—¿Te sientes desprotegido? —él me miró confundido por mi pregunta y luego asintió un poco.

—Siempre que estoy en batalla llevo a mis rastreadores, casi nunca salgo sin alguien de confianza que pueda cubrirme la espalda. Además son reglas básicas, no debes de salir de las tierras del reino solo... a menos que vayas a una misión suicida.

—Y... ¿esta no lo es?

—Me acabo de percatar que sí —sonreí mirando hacia el cielo— no parará la lluvia todavía.

—Aún faltan un par de horas para que eso suceda —admití, mi padre me había enseñado a leer el cielo debido a los viveros que hacíamos en cada lugar al que íbamos, además de que conocíamos bien la tierra y las plantas que crecían junto a los ríos o los que habían en nuestros bosques. Aquí no estaba tan familiarizado, pero al menos sabía qué era alimento y qué podría matarme—. ¿Por qué no duermes un poco? Haré la primera guardia por esta noche.

—Bien...

A pesar de que éramos enemigos, habíamos aprendido a lidiar el uno con el otro. Esto desde el momento en que nos enfrentamos contra un pequeño dragón de tierra que había intentado comerse a mi caballo. Nunca había luchado contra uno, además... mi don era inútil en ellos. Mis garras no penetraban su carne y mi fuerza o velocidad solo me ayudaban a huir de ellos no a perseguirlos y mucho menos a atacarlos. Él se encargó de mantenerlo alejado de nosotros.

Bash fue el que se encargó de mantenerme seguro mientras fuera un dragón pequeño el que estuviera atacando. Pero si era algún animal o un demonio nocturno, de esos me encargaba yo.

DRAKONS: Hijos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora