Capítulo 17.

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Por alguna extraña razón, la princesa Rahe no quería estar cerca de mí en ningún momento del trayecto a la tierra de Satlake

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Por alguna extraña razón, la princesa Rahe no quería estar cerca de mí en ningún momento del trayecto a la tierra de Satlake. Ella ni siquiera me miraba, lo que me hacía sentir un poco extraño. No me molestaba su silencio, que no me viera a la cara era lo que me incomodaba. De alguna forma creo que tenía algo que ver con que anoche estaba sentado entre ella y Arawn. Su comportamiento extraño solo me hacía pensar que algo dije, pero ninguno de los tres hablaba de lo sucedido. Lo único que mencionó Bash era que yo estaba muy risueño. Supuse que era por el vino que entre los tres nos habíamos bebido antes de que la princesa regresara. Aunque era raro que el alcohol me borrara la memoria.

Decidí ignorar lo que sucedía, de todas formas no era como si necesitara mucho de las palabras de Rahe o como si quisiera que ella se entrometiera tanto en mi vida.

Llegamos al pueblo, lo sabía porque podía ver perros salvajes por todas partes. Este era el único sitio en el que estaba prohibido comérselos. Tal vez por eso me gustaba mucho este lugar. Los trataban como reyes, no los veían como sacos de pulgas o como último recurso para la inanición.

El ladrido de uno de ellos hizo que todos los demás comenzaran a imitarlo. Estábamos haciendo una escandalosa llegada.

Cuando entramos al sendero que daba a la entrada principal sonreí, me sentía como en casa.

Todo a mi alrededor eran casas de campo, cabañas completas, algunas cantinas e incluso un par de fondas para gente acomodada que se encontraba de paso. Las luces y el humo en las chimeneas anunciaban que este lugar estaba listo para los visitantes.

Bajé del caballo, mis acompañantes me imitaron. Hicimos bien en dejar a los dragones fuera de la vista de los campesinos. Si alguno lo veía, cerrarían sus puertas pues sabrían que estábamos aquí de parte de algún Rey. Esta no era propiedad de nadie, así que obedecían sus propias reglas.

Caminamos hasta una de las fondas en las que yo tantas veces me había quedado cuando pasaba por aquí. Era la fonda de Kilian. El hombre a pesar de ser muy joven, era demasiado peligroso. Sabía que la gente le temía por alguna razón. Aunque debo decir que tenía cierta fama por ser asesino a sueldo, también decían que era un experto hombre de negocios. Esto último yo podría constatarlo con toda seguridad.

Habíamos hecho un pacto cuando llegué por primera vez a este lugar. No tenía dónde quedarme y él administraba un negocio de peleas contra demonios o cualquier otro tipo de criaturas que no fueran humanas. Decidí apostar mi vida por una cama y un plato de sopa. Así fue como le hice ganar un par de monedas de oro. Ser jinete tenía ciertas ventajas si tu contrincante no tenía idea de que lo eras. La fuerza de tu dragón se transmitía a tu cuerpo si te encontrabas en algún duelo.

—Pueden amarrar aquí a sus caballos —Arawn volteó a todas partes sospechando del sitio. Yo también lo haría si no fuera porque lo conocía bien—. No te preocupes, pueden robarse un caballo de cualquier parte, excepto de esta posada.

DRAKONS: Hijos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora