Capítulo 18.

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Llegar a la montaña de Tulí no fue tan difícil como imaginábamos, sobrevivir ahí era el verdadero reto

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Llegar a la montaña de Tulí no fue tan difícil como imaginábamos, sobrevivir ahí era el verdadero reto. Bash había estado muy callado durante el camino; tanto que había decidido no acompañarnos, en su lugar él estaba montando su dragón sobrevolando los alrededores para "prever" cualquier peligro latente. Sabíamos que seguía molesto por lo sucedido en la posada de Kilian, así que decidimos no hacer preguntas ni llamarlo si no era realmente necesario.

Sahale le seguía de cerca, así que Arawn era quien me vigilaba a mí. Después de lo que había sucedido aquella noche no habíamos hablado mucho, pero sabía que aún seguía protegiéndome y respondiendo por cualquier cosa que tratara de acercarse a mí.

Cuando hubo distancia suficiente entre todos noté a Laelaps caminando con más lentitud que los caballos. Bajé del mío y me acerqué un tanto preocupada. Él parecía debilitarse y la llama en su cola lucía como si apenas chispeara.

—¿Qué sucede amigo? —pregunté metiendo mis manos en el pelaje bajo su hocico. Él buscaba mi caricia, lo que me preocupaba más que todo. A pesar de ser cariñoso, no era así todo el tiempo. Lo que indicaba que me necesitaba. Si tan solo me pudiera comunicar con él como lo hacía cuando era una niña.

Bajé mis manos por su pecho acariciándolo con suavidad, un poco más a la izquierda noté la cicatriz que se había formado debido a la herida del enfrentamiento que había tenido con Jefté. No recordaba que mi pequeño apenas había sobrevivido gracias a los cuidados de Eleonor. Sé que tenía qué comer bien y descansar aún más. Tal vez traerlo había sido una mala idea, pero dónde lo dejaría, dónde estaría más seguro si no era a mi lado.

Caminé con él durante unos cuantos kilómetros. Pero tuvimos qué detenernos para que los caballos descansaran y para que los dragones comieran.

Arawn había decidido salir con Bash a dar un recorrido más adelante. Así que Sahale era quien montaría el campamento esta vez. De las cosas que mi caballo resguardaba, tomé una manta grande y pesada. La puse en el suelo y permití que Laelaps se recostara ahí.

—¿Qué le sucede? —preguntó Sahale cerca de donde estábamos. Había decidido evitarle tanto como me fuera posible. Sé que no recordaba nada de lo sucedido, pero una parte de mí quería darle una cachetada por haberme engañado y más aún, por haberme hecho quedar como una tonta que necesitaba de atención y tal vez un poco de interés romántico.

—Fue herido hace unas semanas, supongo que aún está débil —me alejé de ellos y me dispuse a amarrar los caballos.

Cuando volví la vista hacia donde estaban Sahale y Laelaps, él estaba pasando una mano por en medio de las orejas de mi lobo. Nunca, en todos mis años con él, mi lobo había permitido que ningún otro ser se le acercara, mucho menos que le hiciera un cariño. Sentí un hueco en el estómago, mis ojos comenzaron a picar. Tragué saliva tratando de disipar esta sensación, pero Sahale se encargó de hacerme sentir aún más incómoda.

DRAKONS: Hijos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora