Capítulo 23.

504 62 10
                                    

Mi corazón latía con una rapidez impresionante

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi corazón latía con una rapidez impresionante. No quería abrir los ojos, no quería saber qué había sucedido. Lo último que recordaba era a un hombre de belleza casi enfermiza que estaba de pie, muy cerca de Rahe y luego comenzó a pelear con Laelaps. Después de eso, solo recuerdo que me habían arrancado la mitad del cuello, el dolor de garganta, el calor en mi pecho... pero no recordaba nada más.

Escuché como algo se quebraba alrededor de mí, no era algo como el cristal, se escuchaba como el crujir de un cráneo contra el suelo. Recordaba perfectamente lo que era ese sonido, fue la primera vez que había matado a alguien, nunca lo olvidaría. Eso hizo que mis ojos se abrieran casi de inmediato.

Lo primero que vi fue a Emilia. Ella estaba de pie sosteniendo una manta en sus manos. Lucía cansada, pero fue su mirada impresionada y llena de terror lo que me hizo ver hacia dónde ponía su atención. Fue entonces cuando la vi.

Rahe estaba sentada sobre lo que parecía ser alguna base de madera, a su alrededor había algo parecido a sangre, aunque un poco más oscura y espesa. Su cuerpo lucía como si lo hubieran creado de nuevo, lucía perfecto, sin cicatrices, sin heridas, sin marcas, sin nada que me hiciera recordar cómo era ella en realidad. Había estigmas en su piel, los lunares no se ocultaban más. Podría jurar que ahora formaban patrones que nunca había visto antes.

Su rostro era totalmente diferente, ajeno a aquel que yo tanto recordaba. Sus ojos dorados habían desaparecido, ahora esas venas negras y rojas, esas sombras ocupaban la mayoría de sus mejillas. Su sonrisa dulce había cambiado a una mueca de desprecio y podría jurar que había demasiada oscuridad supurando alrededor de su existencia.

—¿Qué han hecho?

—No te muevas —pidió Emilia, pero solo la observé, necesitaba respuestas y las quería ahora.

—Si no quieres que me levante y le pregunte a eso que está ahí —señalé a Rahe—, entonces respóndeme tú ahora.

—Hemos roto el sello —dijo Sahale sin mirarme, me estaba dando la espalda. Parecía cauteloso, como esperando cualquier ataque proveniente de ella.

—¿Qué han hecho qué? —incrédulo y sintiendo pánico entre mis venas me puse de pie tan rápido como pude.

Me sentía tan débil que en cuanto mis pies tocaron el suelo, mi cabeza comenzó a dar un par de vueltas. Tuve que volverme a apoyar sobre el camastro con ambas manos para poder recuperar el equilibrio. Era como si este cuerpo no fuera el mío, se sentía pesado, difícil de utilizar y muy torpe.

—No te muevas, acabas de regresar a la vida —murmuró Emilia—. Por favor, no hagas movimientos tan bruscos, no queremos que...

Antes de que pudiera prestarle atención y escucharla de verdad, todo mi cuerpo se levantó del suelo y fui lanzado contra la pared más cercana. Jadeé cuando mi espalda se estrelló contra la roca de la habitación. El latido de mi corazón retumbaba en mis oídos y no podía respirar bien.

DRAKONS: Hijos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora