Capítulo 13.

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—Es una mala idea —respondió Arawn mientras me seguía por los pasillos hacia donde estaba mi nueva habitación— una pésima idea

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—Es una mala idea —respondió Arawn mientras me seguía por los pasillos hacia donde estaba mi nueva habitación— una pésima idea. ¿Desde hace cuánto no hablas con ella?

—Probablemente desde que nos separaron por ser demasiado unidas —alzó su rostro al techo y negó.

—¿Qué pasa si quiere quedarse con el trono?

—Yo soy la reina legítima, si ella intenta apoderarse de esto yo fácilmente podría quitarla del poder, ¿por qué estás tan asustado? —Arawn negó.

—No estoy asustado, no digas esas cosas. Yo nunca me asusto —entramos juntos a la habitación.

Me observé en el espejo y él me veía con interés mientras yo me giraba tratando de observar lo que aún faltaba de sanar. Para mi sorpresa mi piel ya había cicatrizado gran parte de las heridas que llevaba conmigo. Pero sabía que aún estaba débil, no todo por dentro había sanado y para que me sintiera realmente bien necesitaba reposar.

Moví mi cabello hacia la derecha y noté la gran cicatriz en el lugar en el que debería estar mi oreja, parecía como si hubiera sido el fuego el que me cerró la herida.

—¿Te duele?

—No, pero siento como si hubiera un extraño pitido dentro de mi cabeza todo el tiempo, además que no puedo percibir nada desde aquí –señalé con mi mano mi costado y moví la mano hacia atrás-, ni siquiera movimientos. No solo me siento sorda, me siento un poco ciega.

—Tendrás que desarrollar otros sentidos porque no puedes luchar así —le miré— ¿si hablo bajo me lograrías escuchar?

—Sí, pero no distingo todo lo que dices. Puedo escuchar el latir de tu corazón porque es algo constante y ya lo tengo identificado.

—¿Escuchas los latidos de la gente? —asentí—. Me da un poco de miedo descubrir de qué más eres capaz.

—Ni siquiera yo lo sé —admití tomando la funda de mi espada y enrollándola alrededor de mi cintura. —¿tú estás bien? —pregunté refiriéndome a las heridas que él tenía como la espalda cuando lo latiguearon y sus dedos cortados.

Arawn simplemente soltó un suspiro y luego asintió.

—Debo admitir que Eleonor tiene unas hierbas muy interesantes, que me hacen olvidar que mi cuerpo duele —sonreí y él también. —Sigo pensando que es una mala ide...

La puerta de mi habitación se abrió de un golpe, por ahí entró una de las doncellas, su cara estaba enrojecida por el esfuerzo y estaba muy agitada.

—¡Hay una pelea! —acorté la distancia— El hombre, Sahale y nuestro rastreador.

Arawn salió antes de que yo pudiera alejarme de la doncella, cuando llegamos a la sala donde se encontraban, nuestro rastreador estaba en el suelo. Sahale tenía en la mano en su cuello y Bash estaba tratando de separarlos.

DRAKONS: Hijos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora