Capítulo 26.

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La noche en que se rompió el sello.

Shaw nos había atacado, me había tomado demasiado tiempo darme cuenta de que nuestra vida y el de todos en la colmena corría peligro. Si él lo hubiera deseado, sé que habría encontrado la manera de deshacerse de todos nosotros. Sin embargo, no lo hizo. Solo se llevó a la única persona que realmente me importaba, Arawn.

Las lágrimas comenzaron a salir y quemarme las mejillas. Podía ver la sangre chisporrotear de su cuello y recorrer sus vestimentas. Harvir cayó de sus manos y su cuerpo se estampo directamente contra el suelo. Corrí hacia él, sosteniendo su cuerpo pesado entre mis brazos; antes de que pudieran detenerme comencé a gritar buscando ayuda.

—¡No te mueras! —gritaba desesperada— ¡No te mueras! ¡Ayuda! ¡Ayúdenme! ¡Arawn! —tomé su rostro entre mis manos y lo acerqué al mío— ¡Por favor, no me dejes! ¡Arawn!

Emilia llegó hacia donde estaba, sus Adhlex hembra nos rodearon y comenzaron a desvestir a Arawn para tratar de ver bien su herida. Cuando vi que la mitad de su cuello estaba completamente deshecho y que la luz en sus ojos empezaba a apagarse fue cuando sentí que algo dentro de mí había estallado.

Me arrastré hacia atrás, volví mi vista hacia Sahale y él estaba ahí, como un inútil solo observando la escena. Quise gritarle, quise gritarle que si de verdad era un Akeshta, que él debería de poder mantenerlo con vida, pero no lo hice. No intenté ni siquiera suplicar. A pesar de sentir algo más que cariño por él, ahora lo único en lo que podía pensar era en lo mucho que odiaba verlo de pie. No se movía, no intentaba nada, veía a Arawn como si fuera completamente ajeno a él, como si no le importara que muriera.

La bilis en mi boca me hizo casi vomitar, me arrastré hasta estar lejos del cuerpo, los estigmas en mí me rodearon la piel y yo me levanté del suelo. Sahale sabía lo que haría, pero no permití que me detuviera. La marca en mi mano comenzó a arder, Detrás de mí sobrevolaba el gran dragón rojo Umbrá, corrí con fuerza hacia uno de los pasillos de salida y él se encargó de levantarme del suelo con sus garras y llevarme afuera.

El aire golpeaba mi cara como un látigo por la velocidad que el dragón tenía. Las lágrimas fueron arrancadas de mi cara de golpe supliendo las heridas de mi corazón con ira pura.

A lo lejos pude notar un dragón que parecía hecho de cristal. Umbrá lanzó un rugido fiero y desesperado, pero en mí no había ruegos, solo ganas de matarlo. Su velocidad aumentó, el dragón enemigo se detuvo y cuando estuvimos lo suficientemente cerca de él, Umbrá me soltó.

Caí directamente sobre Shaw, él me sostuvo como si me abrazara, gruñí enterrando mis garras en su cuello. Él gritó y su dragón se giró para hacernos caer de su cuerpo. En el aire ambos luchábamos cuerpo a cuerpo, él era mucho más experimentado que yo en batalla por lo que sus golpes atinaban directamente en las zonas en las que más me hacían daño.

DRAKONS: Hijos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora