Capítulo 24.

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Una noche antes

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Una noche antes.

Ingrid, una de mis doncellas estaba trenzándome el cabello. Leslie, colocaba con cuidado la enredadera que usaba como reliquia real alrededor de mi cuello. Me observaba con atención en el espejo que estaba frente a mí. Mi vestido estaba confeccionado con la mejor de las telas. Habían sido traídas de las mejores ciudades, habían sido enviadas por reyes de otros puntos de la tierra como regalos con tal de seguir los tratados de paz con nosotros.

Mis ojos aunque eran azules, no podían ocultar las motas rojas que me surgían cuando había sufrido de alguna transformación.

A pesar de esforzarme por guardar el secreto sobre lo que me sucedía, sé que muchos en el reino comenzaban a enterarse de mi procedencia y mi naturaleza.

Tocaron a la puerta, Leslie se retiró para atenderla. Me puse de pie y cuando me giré, ella regresó con esa mueca de preocupación que yo tanto detestaba.

—¿Qué?

—El Rey regresó...

—¿El Rey? —pregunté incrédula acercándome a ella. Se suponía que él estaría ahora en medio de una guerra y que tendría que traerme la cabeza de la mocosa esa.

—Al parecer aún no habrá guerra, dicen que llegaron a un acuerdo.

Sentí que los espasmos me recorrían el cuerpo, la espalda me dolía y mis manos comenzaban a temblar. Me acerqué a ella y puse mi mano sobre su cuello, apretándolo con fuerza. Su rostro se puso rojo.

—Un... acuerdo... —dije con voz entrecortada, la ira se estaba apoderando de mí.

Ella no podía respirar sabía que la estaba matando. Ingrid, más alejada de ambas comenzó a llorar y a arrastrarse contra la pared y hacia el suelo. Podía escuchar los latidos de ambas mujeres en la habitación rugir contra sus costillas.

—Por favor, su majestad... ella solo estaba dando un mensaje. Se lo ruego por favor...

—¿Estás.... defendiéndola? —miré sobre mi hombro. Ingrid se tumbó sobre sus rodillas y alzó las manos sobre su cabeza, juntando las palmas y rogándome que me detuviera-. Solo estoy demostrándote, que en este reino no permitimos la piedad.

No... yo no era como mi esposo. Yo no tenía piedad de nadie y nunca nada me tocaba el corazón. Estaba harta de estos acuerdos de paz, estaba harta de esta misericordia absurda que teníamos por nuestros enemigos. Estaba harta de esperar.

Apreté el cuello de Leslie hasta que escuché cómo crujían sus huesos. Sus piernas perdieron las fuerzas haciendo que su cuerpo se azotara directo contra el suelo.

Me dirigí con velocidad hacia Ingrid la tomé por el cabello, no le di la oportunidad ni de gritar. Tapé su boca con mi mano y empujándola contra la pared, estrellé su cráneo. Metí mi mano en el centro de su pecho y le arranqué el corazón. Su respiración se detuvo y sus ojos abiertos perdieron su luz segundos después.

DRAKONS: Hijos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora