Capítulo 12.

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Esta noche fue la primera noche en que no desperté sintiendo que marcaban mi piel como si fuera ganado

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Esta noche fue la primera noche en que no desperté sintiendo que marcaban mi piel como si fuera ganado. No había ningún sello. No había ningún tipo de dolor. Esta noche fue la primera en que nadie me despertaba porque yo estaba desgarrando la cama con mis propias manos. Esta noche, fue la primera en que no soñé nada aterrador. Esta noche, fue la primera en que logré dormir tranquilo. Esta noche, fue la primera y tal vez la única ocasión que dormí en una habitación para mí solo, en una cama con cobijas de seda, con una mesa al costado en la cual había una bandeja llena de comida y con vino de la mejor calidad esperando a ser probado por mí.

Una parte en mi cabeza me decía que yo había muerto durante la pelea de ayer, pero la otra solo me decía que aprovechara la hospitalidad de la Reina Rahe. Además, no sabía cuánto duraría.

En cuanto amaneció, una doncella entró a la habitación, me dio otra ración de comida y esperó a que estuviera listo para acompañarme al salón en el que me recibirían.

Este era un poco más reducido que el de Loftus, era solo una habitación grande, con un pasillo que se alargaba en el costado izquierdo. Había una mesa en el medio con solo una silla. Supuse que era ahí donde ella se sentaría y nos evaluaría. Miré a mi alrededor, sobre mi cabeza había un gran candelabro, pero no había estatuillas, ni decoraciones de oro, tampoco había arreglos de flores, ni algo que decorara realmente a este lugar. Lo único llamativo de este sitio era el techo, pues había ocho tragaluces en forma de lobos que iluminaban este lugar.

Bash fue el siguiente en llegar, al verme hizo media sonrisa y ambos permanecimos en silencio hasta que un gran lobo de inmenso tamaño entró en la sala. Caminaba con lentitud y sus garras hacían ruido contra el suelo de la habitación. Mi compañero inmediatamente puso su mano en su espada. El lobo gruñó un poco, un gruñido de advertencia, tal vez y un segundo después, la Reina llegó.

Verla definitivamente fue una sorpresa. No era como yo la recordaba, no lucía como hace un par de horas. Ella se veía radiante. No estaba cubierta de moretones, ni tampoco de sangre, usaba un vestido largo y negro. También usaba una capa de piel negra con un sello de acero que se centraba justo en su pecho. Esta capa cubría sus hombros, parte de su cuello y la capucha le cubría el cabello.

Lo que me causaba tanta curiosidad era la manera tan rápida en que sus heridas se habían sanado, que se moviera como si nada le pasara y sus ojos.

Sus ojos eran dorados, del mismo dorado del que eran los nuestros. Yo no sabía que Rahe descendiera de alguien originario de los Akeshta; de hecho no recordaba que ninguno de nosotros tuviera un linaje tan... fino. Algo que también me hacía dudar en su mirada, es que jamás había visto a uno de los nuestros con el iris de un dragón. Ahora tenía curiosidad por su familia completa... por sus raíces. Me preguntaba si podría investigarla una vez que esto terminara. Bueno, si es que seguía con vida.

El segundo esclavo, quien ahora se había convertido en el General del ejército, llegó a la sala y se posicionó justo detrás de donde ella se encontraba.

DRAKONS: Hijos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora