23 - 'El castigo'

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Al día siguiente, la clase de Deane se le hizo todavía más pesada que de costumbre. Y mira que era difícil.

Y es que, ahora que Kenneth no estaba —Alice no sabía qué había sido de él— todo el mundo la miraba como si ella tuviera la culpa. ¿Qué culpa tenía Alice de que hubiera estado diciendo mentiras sobre ella? ¡Se lo había ganado solito!

Solo una persona en esa clase pareció pensar lo mismo que ella:

—Se lo merecía —le dijo Davy en voz baja mientras corrían alrededor del campo.

Alice lo miró, confusa.

—¿Qué?

—Kenneth —aclaró—. Es un idiota y se merecía la paliza.

Esa vez ella sonrió un poco.

—Ah, sí. La verdad es que sí.

—Quizá con la paliza que le diste se le colocó el cerebro.

Alice empezó a reírse, ganándose una mirada asesina de la mitad de sus compañeros. Pero le dio igual, no dejó de hacerlo.

—¿Puedo preguntarte algo, Davy?

—¿El qué?

—¿Por qué todo el mundo lo odia... pero cuando le hago algo malo me miran así de mal?

—Honestamente, yo diría que solo buscan una excusa para odiarte.

Bueno, eso no era un consuelo, precisamente.

—Gracias por animarme —murmuró Alice.

—De nada.

Al parecer, los humanos a veces tampoco se daban cuenta del sarcasmo.

—Además —añadió Davy, jadeando porque seguían corriendo—, Deane anoche llamó a unos cuantos de su clase para que fueran a hablar con ella después de la pelea.

—¿A quiénes?

—A sus favoritos —se encogió de hombros—. Shana, por ejemplo.

Oh, oh.

—¿Y... sabes qué les dijo? —preguntó Alice torpemente.

Davy sacudió la cabeza con una mueca.

—Supongo que les comió la cabeza para que se pusieran en tu contra.

—¿Que les comió qué?

—Que les convenció de que tú eras la culpable. Por eso deben mirarte así.

Alice no le dio mucha importancia al principio, pero al recordar que Shana estaba en ese grupo, no pudo evitar mirarla enseguida, aterrada. Ella sabía su secreto. Podía habérselo contado a Deane.

Pero, cuando la miró, no pareció más distante que de costumbre. Simplemente hacía sus ejercicios ignorándola.

—¿Estás seguro de eso?

—Si no estuviera seguro, no abriría la boca —le aseguró Davy, y se tensó al instante—. Cuidado, se acerca la zumbada.

La zumbada era como se referían cariñosamente a su instructora.

Alice vio que, efectivamente, Deane se acercaba a ellos como si estuviera dando un paseo por el campo. Se detuvo a su lado y los vio pasar corriendo en silencio.

Sí, en silencio.

Mhm...

¿Deane no criticando cosas? Eso era raro. Muy raro.

¿No?

Quizá la había juzgado mal todo ese tiempo. Quizá había visto que había mejorado y por eso había empezado a dejarla en paz.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora