Alice abrió los ojos lentamente y se adaptó a la débil luz que le daba en la cara. Frunció un poco el ceño cuando intentó mover la mano y chocó con algo. O más bien con alguien.
Miró a su derecha. Estaba en su habitación. En su cama. Vestida exactamente como la noche anterior. O la tarde. Sí, la tarde era lo último que recordaba. ¿Se había quedado dormida? ¿Por qué le dolía tanto la cabeza?
Le sorprendió un poco ver a Rhett durmiendo a su lado. Normalmente, prefería no hacerlo porque... bueno, porque era Rhett.
Se estiró un poco más y vio que estaba amaneciendo. Se pasó una mano por la cara. Se sentía como si alguien le estuviera martilleando la cabeza.
—Buenos días —murmuró Rhett sin despegar la mejilla de la almohada. De hecho, se acomodó un poco más.
—¿Cómo sabes que estoy despierta? Ni siquiera has abierto los ojos.
Su voz sonaba como si no hubiera bebido en años. De hecho, tenía sed. Mucha sed.
—Simplemente lo sé —murmuró él.
—A veces, das miedo.
—Mejor no hablamos del miedo que das tú otras veces.
Le puso mala cara, pero no estaba de humor para hablar mucho más, así que se limitó a estirarse. Eso sí, aprovechó para golpearlo a propósito en el proceso. Rhett abrió los ojos solo para mirarla con mala cara.
—Es una muy bonita forma de agradecerme que no hicieras el ridículo anoche.
—¿Anoche? —ella arrugó la nariz, extrañada—. ¿Qué pasó?
Rhett se detuvo un momento, sorprendido. Después, sacudió la cabeza.
—Claro que no te acuerdas.
—¿Debería?
—No. Con lo que habías bebido... ya hablaré con Charles.
—No... no recuerdo beber nada.
—Sí, bueno, bienvenida al mundo del pecando.
Él rodó sobre sí mismo hasta quedar con la espalda en el colchón. Alice lo miró con cierta desconfianza.
—¿Qué? —preguntó Rhett al darse cuenta.
—¿Por qué hemos dormido en la misma cama y estamos los dos vestidos?
Él tardó un momento antes de empezar a reírse a carcajadas.
—Serás pervertida.
—Era una pregunta seria.
—Sinceramente, Alice, dudo que acostarme con chicas medio-inconscientes sea jamás algo que pueda gustarme.
—Yo no estaba medio-inconsciente.
—¿Y tú qué sabes? Ni siquiera te acuerdas.
Alice lo analizó un momento con el ceño fruncido. Después se incorporó y se estiró hacia su cantimplora. Menos mal que le quedaba algo de agua. Le dio un sorbo y miró a Rhett.
—Y... ¿qué hice?
—Bueno, hay una larga lista. ¿Empezamos por la parte en que le robaste tu cinturón a Max y te fuiste corriendo con él?
Tenía agua en la boca y trató de hablar tan rápido que se atragantó y empezó a toser. Rhett se sentó a su lado y le dio unas palmaditas en la espalda que no sirvieron de mucho. Al final, cuando pudo volver a respirar, lo miró con los ojos abierto de par en par.
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Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)
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