24 - 'Navidad'

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Alice se sentía tan... extraña... con esa ropa ajustada.

¿Por qué los humanos se ponían ropa tan ajustada y corta para celebrar cosas? ¡No tenía sentido! ¡Estaba muy incómoda! ¿Cómo iba a andar en esas condiciones sin parecer más torpe de lo que ya era?

En realidad, tenía que admitir que su ropa no era nada ajustada en comparación con lo que llevaban las demás chicas de su habitación. Las amigas de Kenneth que había visto más cerca llevaban dos vestidos tan diminutos que parecía que no podrían moverse —sin embargo, se las habían apañado para meterse en ellos y vivir para contarlo—. Por no hablar de zapatos.

Una chica de los intermedios se había puesto unos tacones gigantes con los que apenas podía caminar y cuando había visto a Alice mirándola con los ojos muy abiertos la había malinterpretado y le había dejado unas botas con un pequeño tacón para que las usara esa noche.

Bueno... Alice echaba de menos sus zapatillas. Y sus botas normales. Aunque esas eran muy bonitas, eso sí.

Por otro lado, ninguno de los chicos se había arreglado demasiado. Iban con ropa limpia, y eso ya era toda una novedad.

Alice no estaba muy segura de en qué grupo encajaba más.

Lo único que había encontrado para ponerse con la falda que Tina le había regalado había sido una camiseta de tirantes finos. Era ajustadísima. Una parte de ella se había estremecido al imaginar la cara de la gente de su zona de haberla visto con eso puesto. Ni siquiera sabía que tuviera tanto pecho. Nunca se había puesto algo que lo resaltara de esa forma.

Otro cambio había sido dejarse el pelo suelto, cosa que no solía hacer debido a las clases. Y le gustaba cómo le quedaba. Se había esforzado mucho en desenredárselo en la ducha. Más que de costumbre. Era un poco lacio y aburrido, pero de vez en cuando se enredaba un mechón con un dedo para darle un poco de volumen.

Y el último detalle fue que dos amigas de Kenneth la vieron intentando arreglarse en el espejo del cuarto de baño y se apiadaron de ella, prestándole una barra de color rojo oscuro. Le habían dicho que era para los labios, así que Alice se lo había puesto —después de varios tristes intentos— y ahora no podía dejar de pensar en relamérselos, pero se contenía para no estropear el maquillaje.

Estaba nerviosa mientras esperaba que Davy se limpiara las gafas con la camiseta. Él se había puesto una camiseta blanca y unos pantalones con solo dos agujeros poco visibles. Por lo demás, iba como siempre. Cada de aburrimiento incluída.

—Ni siquiera habremos llegado y ya te habrás ensuciado —le dijo ella a modo de reprimenda.

—¡Déjame! No me gusta tener las gafas manchadas.

Los dos salieron casi los últimos de la habitación y recorrieron la ciudad hasta llegar a la cafetería. Ya era de noche y se notaba que las cocineras se habían esmerado en decorar la puerta con luces de colores, porque iluminaban gran parte del camino. Alice había escuchado a algunos exploradores hablando de haberlas encontrado en su última salida, al igual que también habían encontrado...

—¡Foto!

...sí, una cámara de fotos.

Davy se quedó mirando la cámara con asco, mientras que Alice intentó no parecer asustada con la luz que salió de la nada. El chico del grupo de iniciados sonrió ampliamente.

—¡Mañana por la mañana intentaré tenerlas todas, estarán colgadas en la sala de actos, por si...!

—Genial —Davy lo cortó y pasó por su lado.

El chico parecía algo decepcionado, así que Alice le sonrió para compensarlo.

—Yo iré a por la mía.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora