Capítulo 14

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—No, sigo sin saber muy bien como va... —masculló Kai—. Es decir, puedo intentar quitar información, pero ponerla... es un lío de...

—Lo necesitamos para mañana —le dijo Max.

Kai siempre se ponía nervioso cuando Max le hablaba. Empezaba a ponerse rojo por la presión y movía las manos como un loco para gesticular al hablar.

—A ver, podría intentarlo, pero... —miró la linternita plateada—. Van a ser muchas horas de trabajo y... dudo que pueda dormir...

—Pues cuanto antes empieces, mejor —le dijo Max—. Tranquilo, te lo compensaremos cuando todo esto pase.

Kai suspiró y asintió una vez con la cabeza.

—Vale, pues... dejadme solo, supongo.

—Lo que necesites —Alice le sonrió un poco.

Cuando salieron de la sala, ella miró a Max de reojo.

—¿Y si no sale bien el plan? —preguntó—. ¿Cómo le recompensarás?

—Si no sale bien, moriremos todos y no reclamará ninguna recompensa —dijo él, tan tranquilo como si hubiera dicho que iba a llover.

Alice se apresuró a seguirlo por el pasillo. Max siempre andaba a pasos agigantados y, además, tenía las piernas más largas que ella. Se detuvo junto a una de las ventanas que daban al patio, tocándose el cinturón con las armas instintivamente.

—La nieve se está empezando a fundir —murmuró, casi para sí mismo.

—¿Y eso es bueno?

—Charles y los suyos podrán irse y, si todo va bien, podremos volver a iniciar las exploraciones.

Alice asintió, mirando por la ventana. Sin embargo, volvió a girarse hacia él cuando notó que la miraba.

—¿Estás entrenando con Rhett?

—Cada día.

—¿Estos cinco últimos días?

—Más intensivamente todavía.

—¿Cuántas horas?

—Unas... cuatro o cinco. Por día.

—Pues que sean el doble.

Ella suspiró disimuladamente.

—Créeme, Rhett hace lo que puede y más para que pueda defenderme llegado el momento.

—Me parece perfecto. Pero vas a entrenar el doble. Hasta que no puedas más. Y céntrate en la parte de disparar y correr.

—Sí, capitán.

—Alice —advirtió, enarcando una ceja.

—Capitán es un apelativo precioso —protestó.

—Intentaré ignorar eso.

—¿Y por qué no puedo centrarme en la parte de luchar? —preguntó ella, confusa.

—He visto cómo peleas —Max enarcó una ceja—. Intenta salir viva disparando o corriendo. Tendrás más posibilidades.

—Menos mal que te tengo a ti para animarme...

—La ironía es una forma muy baja de ingenio —replicó—. ¿Tienes arma propia?

—¿Arma propia? —ella estuvo a punto de reírse—. Creo que no he tenido arma propia en mi vida. Lo más cercano a eso fue el revólver que ese chalado de ahí fuera me dio hace un año.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora