Mientras Rhett se duchaba, Alice se puso a comer sin muchas ganas un cuenco de cereales. En realidad, los removía sin ganas mientras pensaba en si Blaise estaría bien. Había estado poco tiempo con ella, pero lo cierto era que se había llegado a preocupar por su bienestar.
Mientras cavilaba, notó que alguien se detenía delante de ella. Era Trisha, que la miraba fijamente. Levantó la cabeza, dispuesta a soportar una pelea si era necesario.
—Tenemos que hablar —le dijo Trisha directamente.
Alice vio que se sentaba delante de ella y entrecerró los ojos.
—¿De qué? —preguntó con cautela.
Trisha se tomó un momento para buscar las palabras adecuadas.
—He pensado en algo que podría ayudarnos a acordarnos de lo que nos pasó... y buscar a todos los demás —dijo, finalmente.
Alice se quedó mirándola fijamente. Se esperaba todo menos eso. Como sabía que Trisha no era muy dada a pedir disculpas, supuso que eso era lo máximo a lo que llegaría, así que sonrió y enterró el hacha de guerra al instante. Después de todo, estaba harta de evitarla por los pasillos de la casa.
—¿Qué plan? —preguntó.
Trisha pareció aliviada en que no insistiera en el tema de las disculpas. Miró a su alrededor.
—¿Dónde está tu novio?
—Su novio tiene nombre —replicó Rhett, que apareció con solo una toalla en alrededor de la cintura.
Trisha puso mala cara.
—¿No puedes vestirte? Me molestas.
—A mí no —dijo Alice, encantada.
Rhett le quitó el cuenco de cereales y se puso a comerlos él mientras las miraba.
—Bueno, ¿qué pasa? —preguntó con la boca llena de cereales, apoyado en la encimera.
Trisha sacó un cuaderno de papel y lo abrió, dejándolo sobre la mesa. En la hoja había algunos garabatos y frases sueltas. Alice le dio la vuelta y lo leyó rápidamente.
—Si queremos encontrarlos... —dijo Trisha, incómoda— tenemos que empezar desde el principio. Desde lo último que recordamos de ellos.
Alice estaba emocionada por empezar a trazar un plan. Sus ojos volaron por los garabatos. Trisha pintaba bastante bien.
—Lo último que recuerdo yo fue estar en el suelo con Tina y Max. Y que me habían disparado en el brazo. Me dijeron que tenían que cortármelo porque la bala estaba envenenada y... bueno, que vosotros os fuisteis con Jake y otros tres chicos porque ella se estaba volviendo loca.
—Nos fuimos al despacho de John —dijo Rhett, pensativo, sin dejar de comer—. Alice estaba teniendo un cortocircuito o algo así.
—Un cortocircuito —Alice lo miró con mala cara—. No soy una batidora.
—Lo siento, cariño.
Alice volvió a mirar los garabatos, pero levantó la cabeza de golpe cuando escuchó la última palabra. Miró a Rhett, que ni siquiera parecía haber sido consciente de decirla. Él la miró con las cejas levantadas.
—¿Qué? —preguntó, confuso.
—¿Me acabas de llamar cariño? —preguntó Alice, atónita.
—No —él frunció el ceño enseguida.
—Sí, lo ha hecho —dijo Trisha.
—No lo he hecho.
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Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)
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