Mini-maratón 2/2
—Alice —Tina le daba suaves golpes en la mejilla—. Alice, cielo, despierta.
Ella abrió los ojos y parpadeó varias veces, alterada. Se calmó al ver la cara de Tina.
—¿Qué...? ¿Pasa algo?
—No exactamente. Voy a necesitar que estés despierta. Han venido a verte.
—Oh.
Alice se frotó los ojos y vio, con cara de asco, que Tina ya preparaba las bandejas de puré. Levantó la mirada y vio que la puerta se abría. Su corazón se aceleró cuando Rhett apareció. Sonrió ampliamente al verlo.
—Rhett —intentó ponerse de pie.
—Quieta —advirtió él, acercándose. Parecía un poco acelerado—. ¿Qué tal estás?
—Acabo de despertarme. ¿Tú qué crees? Adormilada.
Alice se pasaba muchas tardes durmiendo. Se frotó los ojos. ¿Qué hora debía ser?
Rhett le dedicó una sonrisa fugaz que se borró cuando le tomó la mano y le revisó los dedos azulados.
—¿Por qué no has venido en tantos días? —preguntó Alice, viendo como la revisaba.
—He estado ocupado.
—¿Tan ocupado como para no venir a verme?
—No he podido venir porque estaba ocupado por ti —replicó Rhett, sujetándole la cara para revisársela.
—¿Por mí...? ¿Qué quieres dec...?
—Sht —le revisó los labios, haciéndola callar—. Tienes peor aspecto.
—Vaya, muchas gracias.
—Alice —él se detuvo y respiró hondo—. He tenido que ir a por ayuda con tu problema.
—¿Ayuda?
—Sí. Ayuda. A buscar a alguien que supiera sobre androides y pudiera ayudarte. No ha sido fácil, te lo aseguro, pero...
—¿Has encontrado a alguien? —ella parpadeó, sorprendida.
Rhett la observó un momento antes de hacer un gesto a la puerta. Alice lo miró, confusa, antes de girarse hacia ella.
Entonces, no entendió nada al ver que Max entraba con cara de tensión. Iba seguido de tres guardias con las pistolas en las manos. Y, entre ellos... el padre John.
Alice se quedó paralizada por un momento y notó que Rhett la observaba, preparado por cualquier reacción. El padre John andaba con su bastón. Iba detrás de Max, pero la vio enseguida y en su rostro se pudo apreciar la concentración al revisarla de pies a cabeza.
—¿Qué...? —Alice miró a Rhett. El pecho de ella subía y bajaba a toda velocidad—. ¿Qué hace él aquí? ¿Qué...?
—Relájate, Alice —le dijo Max.
Alice lo miró, perpleja, cuando dejaron que el padre John se quedara a los pies de su cama con su traje inmaculado y su bastón perfecto.
—Yo también me alegro de verte, hija —replicó él.
Alice entreabrió los labios sin entender nada.
—¿Por qué está aquí? —miró a Max—. ¿Han...? ¿Nos han...?
—Estamos en plena tregua temporal —replicó el padre John, observando con curiosidad las máquinas a las que estaba conectada.
—¿Tregua? —Alice miró a Rhett en busca de respuestas.
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Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)
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