El silencio tenso estaba presente cuando Max se aclaró la garganta. Estaban todos en la trasera del edificio principal, junto a una de las salidas. Alice miró los múltiples rectángulos de tierra que acababa de ser removida. Cada uno de ellos tenía una cruz —aunque no entendió muy bien lo de la cruz— con un nombre en ella.
Alice estaba justo delante de las de Eve y Davy, mirándolas fijamente.
Realmente, no había llegado a llevarse de maravilla con Davy, pero lo había conocido desde hacía mucho tiempo. Todavía recordaba su tiempo en Ciudad Central, compartiendo litera con él. Le había pedido que se callara mil veces, le había dicho que era una pesada otras mil, pero... también había sido el único que, durante su castigo, le había dirigido la palabra, le había prestado libros y se había sentado con ella en la cafetería.
Era cierto que la relación se había enfriado en la ciudad actual, especialmente cuando Alice se había convertido en líder provisional, pero... ¿quién podía culparlo? Lo habían puesto de guardián sin que él tuviera ni idea de cómo serlo.
Alice apretó los labios. La última vez que había hablado con él, lo había obligado a salir a combatir a los soldados de la Unión. Y se lo había gritado. No era agradable pensar que el último recuerdo que tendría alguien de ti era de un enfado.
Max había estado hablando, pero Alice había estado distraída. Rhett, a su lado, tenía la mirada clavada en la que tenía el nombre de su padre. Habían decidido enterrarlo con los demás, a pesar de todo. Lo había pedido el propio Rhett. Y nadie había protestado.
Por otra parte, Alice también miraba de reojo a Jake, que estaba junto a Kilian a la otra punta del grupo. Miraba las tumbas con expresión vacía. Alice no había hablado con él desde el día anterior, cuando Ben había soltado esa bomba. Jake ni siquiera le había pedido explicaciones.
Y no las necesitaba para saber que la chica de la que hablaba Ben era Alice.
En el fondo, muy en el fondo... había sido evidente todo ese tiempo.
Desde el principio, Alice había sentido esa conexión especial con él. Como si lo conociera de antes. Como si quisiera cuidar de él. Jake había admitido sentirlo, también. Y siempre habían hecho eso, cuidar el uno del otro. Alice esperaba que la cosa no cambiara ahora que sabía la verdad.
Intentó volver a concentrarse en el discurso de Max. Le daba la sensación de que ya estaba terminando. No podía. Apartó la mirada y la clavó en Rhett. Vio que él si miraba a Max con expresión triste.
Finalmente, Alice vio que cada persona ahí presente se acercaba a una de las tumbas. Vio a unos cuantos llorando. No quería estar ahí. Echó una última ojeada a su alrededor y se apresuró a seguir a Rhett, que había vuelto a entrar en el edificio sin esperar a nadie.
Sin embargo, Tina la detuvo por el camino.
—Alice —le dedicó una pequeña sonrisa—. ¿Cómo estás?
Alice tragó saliva y se encogió de hombros.
—Bien —murmuró—. Todo esto es un poco... complicado.
—Oh, cielo... —suspiró—. Sabes que, si necesitas hablar con alguien, siempre me tendrás disponible.
—Lo sé —Alice le dedicó una pequeña sonrisa.
Hubo un momento de silencio y ella adivinó que no se había acercado solo para decir eso.
—¿Ocurre algo?
—No —Tina suspiró—. Bueno, yo... verás, Eve me dio esto antes de... de que me marchara. Por si no volvíamos a vernos.
Alice vio que sacaba una pequeña nota de papel perfectamente doblado.
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Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)
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