Capítulo 40

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Me quedé observando la escena

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Me quedé observando la escena. Verlo dolía pero lo necesitaba. Necesitaba esto para saber que ya no era mío para entender que mis errores me había llevado a perderlo.

    Las lágrimas corrieron por mi rostro y apreté con fuerza mi vestido dentro de mi puño inmersa en la rabia y la impotencia.

    Nadie más que yo había tenido la culpa y aunque doliera tenía que aprender a vivir con las consecuencias de mis acciones.

—¿Por qué te torturas? —La voz de Richard hizo que soltara mi vestido y limpiara mis lágrimas—. Deberías hacer algo en lugar de estar llorando.

—No entiendo de qué hablas. —Me atreví a decir—. No es qué no soy suficiente para tu amigo.

—A veces sigo pensando que no lo eres, otras tantas te veo fuerte y creo que has cambiado estos meses —respondió con firmeza—. Eres la mujer más cobarde que he conocido y a la vez la más fuerte, pero no quiero a mi hermana junto a él. Has cambiado, ya no eres la víctima, ahora eres una mujer que puede con todo, deja de ser tonta.

    Quise reír de forma histérica ante lo que escuchaba y responder con un insulto.

    Mi hermana llegó colocándose a lado de su esposo con expresión mortificada.

—¿Tampoco ella es merecedora de Petrov? —dije apretando los puños—. Creí que tu hermana era un dechado de virtudes.

—Lo es —dijo con una sonrisa amarga—. Guarda tu sarcasmo para otro momento. Mi hermana es más de lo que cualquier hombre puede atreverse a soñar y se merece al mejor de los hombres.

—¿Y Petrov no lo es? —interrumpí empezando a exhaltarme—. No es suficiente para ella.

—Por supuesto que es uno de los mejores hombres —aseguró con los dientes apretados—, pero desgraciadamente no la ama; no con todo su ser. El corazón es estúpido y traicionero. El de él hace mucho que eligió y mi hermana no merece un amor a medias. Merece un hombre que la idolatre y la sepa valorar y aunque estoy seguro que mi amigo sabrá apreciarla, cuidarla y hasta hacerla feliz también creo que no podrá quererle como él desearía.

     Escuché sus palabras mientras Blair solo se acercaba a mí y me daba un beso en la mejilla como muestra de apoyo y dirigía a su esposo una mirada de reproche.

—Él ya no espera nada de mí —dije derramando más lágrimas—. No puedo culparlo pero tampoco voy a perturbar su vida ahora. No cuando parece ser que la ha encaminado muy lejos de mí.

    Richard no dijo nada solo me observó y negó.

    Fredek entró a la terraza solo, sin ella, pero me giré inmediatamente para que no mirara mis lágrimas. Ya no iba a llorar, ya no podía llorar más, no debía.

    Se acercó hasta donde estaba y me miró pero giré el rostro hacia otro lado.

—¿Estás bien? —dijo tratando de verme.

Amor de habitación (Serie Amores 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora