Quemando el deseo

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Pasaron algunos años, a pesar de los sucesos siempre me mantuve serena, nadie podría decir que a mí me hubieran echo nada, aunque sí, me habían echo de piedra.

Los cambios de la adolescencia se hicieron presentes en mí, lejos de tener granos tenía una piel firme y suave, unos senos grandes y curvas. Poco a poco me fui concienciando del poder que tenia sobre los hombres con tan solo un tambaleo de caderas al andar, o unos pasos firmes que hicieran botar mis pechos y unas cuantas medias con encaje en el muslo que en el movimiento perfecto se dejarían mostrar.

Mis ojos no pudieron evitar encontrarse con los de Eduardo, un chico bastante guapo, aunque poco inteligente. Él era de mi escuela de aquel entonces.

Le guiñé un ojo en aquella ocasión y pasaron pocas horas cuando en los pasillos dejó una carta en mi mano al pasar por mi lado.

Reí triunfante en los aseos de mujeres donde me encerraba a fumar un par de cigarrillos en el descanso y a leer. Era como mi santuario.

Aquella tarde todos salieron de la escuela menos nosotros dos, pues nos encerramos en el aula de laboratorio, la cual no se usaba.

Bloqueé la puerta con una silla haciendo palanca con ella.

Me acerqué a él.

Le tiré del pelo, me acerqué y mordí su cuello. Más de una vez me intentaba besar pero no dejaba que lo hiciera.

Jugaba con su paciencia.

No tardó en ponerse histérico y me apretó las nalgas acercándome a él, me reí.

Le apreté del cuello y mordí su labio inferior tirando de él hasta hacerle sangrar. Se quejó.

Cogí su miembro por encima del pantalón con mi mano y le apretaba con fuerza, estaba débil, parecía un corderito al que estaban a punto de degollar... Me encantaba esa jodida sensación.

Lo abofeteé.

Él me miró con rabia y me tiro encima de la mesa del profesor.

Subió mi falda y quito la tanga con fuerza y rapidez.

Sacó su miembro erecto del bóxer liberándolo de su prisión y me gustó ver que lo tenia así de débil para mí.

Pude ver su rostro tenso lleno de ira, sus ojos estaban con las pupilas totalmente dilatadas, el sudor recorría ya todo su cuerpo, los nervios de una primera vez afloraban por él.

Pero no iba a dejar que fuera romántico, conmigo no, si quería eso, que hubiera buscado a otra.

Cogí su miembro con mi mano y lo rocé de arriba abajo tallándome con éste y creando un placer inexplicable para ambos.

Parecía que le daba miedo hacerme daño o ser bruto y me estaba empezando a aburrir. Apreté su miembro hasta incar mis uñas, al dar el respingo me la metió de sopetón y solté un grito de placer.

Por fin.

Sentía mi hueco todo abierto y húmedo, podía notar como su pene palpitaba en mi interior. Se quedó quieto unos segundos buscando mi mirada, yo solo lo cogí del cabello y empecé a jadear en su maldita entrepierna metiéndolo y sacándolo por mi cuenta.

Yo gemía cada vez más fuerte y el parecía disfrutar viendo como me movía y soltando gemidos roncos y graves.

Me saqué su duro y húmedo miembro y me giré en la mesa, poniendome en cuatro y dejándole mis dos huecos para él.

Empezó a lamer mi vagina como si la vida se le fuera en ello, era impaciente y eso me gustaba, estaba buscando llevarme al orgasmo.

Gire mi cabeza y observé que se tocaba mientras me lamía, no podía contenerse.

Quite mi cavidad de su maldita boca y baje de la mesa.

Me empecé a vestir para irme y su rabia era inminente, las venas de su cuello estaban marcadas y me nalgueó.

Tomo mi cabello y me tiro en un pupitre haciendo que apoyara mis manos para no caerme al ser más pequeño que la otra mesa.

Me abrió de piernas y empezó a darme muy duro hasta que hizo chocar su líquido con mi vagina y exploté.

Intentó acercarse pero lo aparte y empecé a vestirme, no tardó mucho en quejarse de mi frialdad. Le contesté que así era yo, y que no esperara más de lo que le ofrecía. Aquella tarde me fui.

Nos buscamos un par de veces más hasta que me aburrí y decidí no verle más.

Hoy en día puede que me plantee qué tal vez hice sentir a aquel chico como una basura con mi actitud y qué tal vez lo volviera un perro cruel, pero no me arrepiento.

El placer de tener a quien tú quieras cuando tú quieras, eso, eso es sentirse viva. Lo hagas por amor o por placer, que sea únicamente porque a ti te guste.

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Uff, Mía nos relata una gran experiencia que puede ser la fantasía de muchos y la pesadilla de otros.

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Muchas gracias porque en una semana y algo tenga 50 visitas y 7 Likes. Estoy contenta me animan mucho.

Atte: Amanda ML

Las Vivencias de Mía.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora