Cap. 2

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Lou escuchó a lo lejos suaves golpes, no sabía si estaba soñando o él la había encontrado. Abrió los ojos exaltada y con el corazón acelerado. Miró a través del vidrio de la cabina y un policía se asomaba con el ceño fruncido. Ella se puso de pie y salió de la cabina; sus pies dolían en cada paso.
—Lo siento, niña. No puedes estar ahí —le notificó el policía.
—Perdone, sólo quería resguardarme de la lluvia —dijo Lou con la garganta seca.
—Ve a casa —le aconsejó el policía.
—No tengo —susurró ella cabizbaja.
—¿Quieres que te lleve a la estación de policía para que busquemos a tus padres? —le ofreció.
Ella negó con la cabeza con una media sonrisa cansada. Se alejó lentamente de espaldas. Su cabello oscuro medio húmedo bailaba en el viento frío de la ciudad de Uxbridge, a treinta kilómetros de la ciudad de Londres. Su garganta ardía de sed, sus pies estaban lastimados e hinchados de las plantas, sus piernas descubiertas, y su vestido blanco sucio de tirantes apenas cubría de sus rodillas hacia arriba. Sus ojos marrones mostraban el quebranto de su alma y el dolor de su corazón, sus labios estaban secos y carrasposos.
Lou caminó interminables manzanas para llegar a una cafetería de mala muerte, supuso que ahí podía pedir un poco de agua y comida a cambio de un día de trabajo. Entró de puntillas y se acercó a la mujer que estaba tras la barra con un cigarrillo en la boca.
—Hola, ¿puedes regalarme un poco de agua? —le pidió.
La mujer dio un gran aspiro al cigarrillo, que al olerlo, Lou juraba que no se trataba de simple tabaco. 
—Aquí no regalamos nada —masculló la mujer.
—No tengo dinero, pero puedo trabajar —se ofreció.
—Vamos a ver, niña; no recuerdo haber puesto un anuncio en la entrada de ‘’Se necesita trabajadora’’ —dijo con su voz gruesa y afectada potencialmente de los pulmones.
Un hombre corpulento, mayor y rubio se acercó a la barra.
—Hola, Bit, dame unos hotcakes y un café —pidió.
—Lo siento, Don, la cafetera está estropeada —respondió la mujer apagando el cigarrillo en el cenicero.
—Tal vez yo pueda arreglarla —expresó Lou rodeando la barra. 
—Oye, ¿qué haces? —dijo Bit molesta.
Lou no le prestó mucha atención. Vio la cafetera sucia en la esquina de la cocina y la revisó rápidamente. Miró que la entrada del cable eléctrico estaba flojo.
—¿Tiene un lápiz? —pidió Lou.
La mujer se chupó un diente e hizo mala cara. Sacó un lápiz de grafito de su melena rizada recogida y se lo entregó a Lou.
—Si la estropeas más, te la cobraré nueva —la amenazó Bit.
Lou tomó el lápiz y lo puso sobre la mesa. Arrancó el cable de la electricidad directo de la cafetera y se aseguró que el otro extremo no estuviese conectado. Mordió el cable hasta pelarlo lo suficiente, unió los cables metálicos y con el lápiz volvió a introducir los cables en el agujero. Conectó la cafetera al enchufe y la encendió. La cafetera comenzó a funcionar y Lou suspiró de alivio. Miró a la mujer expectante y esta rodó sus ojos.
—Te daré dos hotcakes y un vaso de agua por eso, no más —le aclaró Bit.
Lou extendió una sonrisa, fue como su gota de agua en el desierto. 
La cafetera terminó de trabajar y Lou le sirvió los hotcakes y el café al hombre.
—Creo que yo ya te había visto en alguna parte —dijo Don frunciendo el ceño hacia Lou.
—Bueno, hasta ayer trabajaba en el Bar de Mann —contestó Lou.
—Sí, eres la chica del bar —asintió.
Lou le obsequió una sonrisa con su mirada rota. Bit rodó sus ojos y entró al baño.
—Estás huyendo del tipo que te maltrata, ¿cierto? —susurró inclinado hacia ella.
Lou dio un suspiro y asintió.
—Mira, ese tipo no me cae muy bien —sacó un billete de su billetera—. Úsalos en algo útil —le ofreció el billete.
Lou lo tomó rápidamente y vio que se trataba de un billete de diez libras. 
—Gracias —dijo conmocionada.
—Y esto —le acercó una tarjeta.
—¿Qué es? —dijo Lou examinándola.
—Es para hoy, en media hora. Yo no puedo ir y es improrrogable —se encogió de hombros.
——¿Londres? —se preguntó a sí misma sin aliento.
—¿Qué es eso? —preguntó Bit de regreso.
Lou no se había dado cuenta que ella ya había regresado.
—Es un ticket de tren caducado, se lo di para que lo tire —comentó Don antes de que Lou emitiera palabra.
Bit no parecía muy convencida, pero no preguntó más.
—Creo que ya es hora de que te hagas con ese ticket lo que te dije —reiteró Don. Lou sabía a qué se refería, sólo tenía media hora para llegar a la estación.
—Sí, lo iré a tirar al cesto de la calle —dijo Lou rodeando la barra—. Gracias, Don —dijo antes de salir. Él asintió. Lou salió de la cafetería y corrió con sus pies descalzos hasta encontrar una parada de autobús. 
El frío comenzaba a intensificarse, y las corrientes de viento hacían que su piel se erizara. El autobús tardo menos de cinco minutos en llegar y Lou subió en él con cierta inseguridad. Puso el billete de diez frente al conductor y este le devolvió un ticket de bus juntos con ocho monedas. Lou se sentó lo más atrás que pudo del autobús. Recogió sus piernas y se perdió en la ventana hasta que llegó a la estación de trenes. 
Se adentró en la gran estación buscando el número del ticket y de puerta, pidió asesoría varias veces hasta que logró entrar en el tren. No pudo pasar desapercibida, la pinta que traía llamaba la atención dramáticamente. Pasó el código de barrar de la tarjeta por la máquina y se sentó en uno de los cafés y acolchados asientos cuádruples. Al menos no tenía mucha hambre, con los hotcakes que le había dado Bit había podido sobrevivir en el día. Varias personas pasaron a su lado, pero se arrepentían en cuanto la miraban. Lou se estiró en el asiento, sabía que nadie más iba a sentarse ahí y cerró sus cansados ojos. Iba a ser un viaje largo de más de cinco horas, y no estaba segura de qué iba a hacer en cuanto llegara, pero siempre y cuando no fuese lo que hacía en Uxbridge, cualquier cosa hubiera sido mejor.
Cuando Lou despertó el tren ya se había detenido y estaba vacío. Se estiró en el asiento con un bostezo y se levantó. Recorrió los pasillos del tren hasta la salida y puso sus pies en el frío pavimento de Londres, respiró profundo y salió de la estación para encontrarse con un increíble paisaje. Ahora, debía encontrar la manera de llegar al centro de la ciudad y buscarle el sentido y dirección a su vida.

Malas Decisiones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora