Cap. 22

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Por supuesto Jared se negó a obedecer las órdenes de su abuelo, pero Jane le dio una sacudida pública de las que sólo ella podía obsequiarle. Lí se mantenía cabizbajo unos pasos atrás, no podía declinar las órdenes de Jane, ni mucho menos las de Styles. 
Lenny permanecía negando con la cabeza llena de rabia. Odiaba ver como imponían cosas a Lou como si ella fuese la criada de todos ellos. Lou, por su parte, no deseaba desobedecer a Styles. Para ella Harry Styles era como un gran Marco Styles, y eso la obligaba a acatar órdenes al pie de la letra como un perrito faldero.
La reunión improvisada finalizó y cada quien buscó su sitio. Sólo quedaban Jane, Marco, Danielle, Jared, Lou y Edward en el salón.
—No tengas miedo, Loulu. Te prometo que vas a salir de esta —susurraba Jared tomando de las manos a su amada.
—Jared, ven aquí —ordenó Jane con la voz gruesa.
—Nos veremos más pronto de lo que piensas. No dejes que él te haga daño, por favor —le imploró para luego plantarle un beso en sus manos.
Marco tomó a Lou de la cintura de inmediato y de un empujón apartó a Jared, desenlazando las manos unidas de Lou con él.
—¿Qué no te ha quedado claro? Tu madre te llama, ve y atiende —le preceptuó bruscamente.
—Tú no la quieres, sólo intentas fastidiarme —masculló Jared con los puños apretados.
La tensión en el salón era casi palpable. El ácido deterioraba el corazón de Jared minuto a minuto, mientras Marco disfrutaba de tan brutal acto.
Jane estaba a punto de caminar hacia su hijo para plantarle una bofetada por su intromisión, pero Jared caminó hacia ella antes de que sucediera tal cosa. Además, Edward la mantenía en su sitio tomándola de los brazos.
—Muy hermoso el encuentro familiar, pero me temo que todos debemos ahuecar el ala. Nos vemos en la próxima —Edward trató de cortar el ambiente con una tijera.
Jane se soltó de sus brazos y avanzó hacia Lou con suma lentitud y precisión, como un animal a punto de devorar a su presa que se esconde entre las sombras y ataca repentinamente.
Marco esperaba a Jane con todo el escudo mental posible. No es que quisiera defender a Lou ante todo, pero odiaba más la intromisión de Jane en su vida que cualquier otra cosa. Era como la hermana insoportable y metiche de la que todos huimos.
Jane abrió la boca para reprenderlos, cuando Marco se le adelantó:
—¿Cómo dices, Jane? ¿Lili, Dani? ¿Qué más? —torció una sonrisa oscura.
A Jane se le cristalizaron los ojos de inmediato. Fulminó a su hermano con la mirada y sus mejillas comenzaron a temblar al igual que sus labios. Levantó la mano abofetear a Marco, pero él se la tomó antes y la empujó. Jane cayó al suelo de espaldas, y en fracción de segundo Jared se lanzaba sobre su tío.
Marco y Jared rodaban en el suelo a golpes. Lou jadeó espantada. Sintió como se destrozaba una parte de su alma a la otra. 
Edward se lanzó sobre ellos dos y trató de quitar a Jared de encima de Marco, pero este se negaba a soltarlo. Cuando por fin Edward logró separarlos, Marco se acercó a ellos amenazante, fue entonces cuando Lou metió cuchara para detener el seguimiento de un enfrentamiento atroz.
—¡No vuelvas a tocas a mi madre, ¿me entiendes?! —gritaba Jared con el cabello despeinado y el rostro flameando.
Marco se levantó con la respiración agitada y los hombros cuadrados. Lanzó su cabello oscuro que ya había sobrepasado el largo usual y lo deslizó hacia atrás. Lou se posó frente a él y tomó sus muñecas, quería evitar cualquier agresión.
—¡Por Dios! ¡Comparten la sangre! ¡Compórtense! —exigió Edward con la paciencia colmada—. ¡Marco, llévate a Lou! 
Marco mordió su labio con furia. Tomó el brazo de Lou con fuerza y la arrastró escaleras arriba. Abrió la puerta de su habitación y la lanzó con fuerza contra la cama. Luego de eso, sonó un golpe fuerte contra la pared. Toda la casa retumbo ante el impacto de su puño.
—¡Maldito! ¡No sabes cuánto quisiera degollarlo y bañarme en su sangre! —dio otro golpe retumbante.
Lou temblaba mientras retrocedía sobre la cama, sabía que Marco la golpearía en cuanto su atención volteara hacia ella.
—¡Claro! ¡Jared, Jared, Jared! Jared es sociable, Jared es un deportista increíble, Jared es inteligente, Jared es el hijo perfecto! ¿Por qué no eres más como Jared? ¡Porque Jared es una mierda! —presionó con sus manos una repisa de madre incrustada en la pared y la arrancó de un tirón para luego estrellarse contra el suelo. Todos las cosas que se sostenían ahí se regaron por el piso. El cabello ahora largo de Marco se revolvió por su rostro como un neandertal.
—Yo no creo que debas ser como Jared —musitó Lou con su voz temblorosa.
Marco dejó de destruir cosas y se quedó con la mirada perdida. Tiró de si rostro hacia Lou y la miró con malicia.
—¿Ah no? —caminó hacia ella acechante. Sus palabras no sonaban como incredulidad, sino como el intro hacia algo macabro.
—No —tragó—, tú eres perfecto.
Marco se lanzó sobre la cama de un salto aprisionando a Lou bajo su cuerpo. Enterró un brazo a cada uno de los lados de su cabeza y apresó su cadera con sus piernas.
—¿Y tú qué eres, Lou? Dímelo —susurró de manera espeluznante.
Su mirada hacía que Lou temblara y su enorme cuerpo abarcando el suyo oprimente la hacía sentir cada vez más pequeña.
—S-S-Soy…lo que t-tú quieras —gimoteó.
—¿Lo que yo quiera? No me digas —el tono de voz macabro de Marco hacía parecer que su aspecto de ángel perfecto más bien perteneciera a un perfecto demonio.
Lou asintió vibrando.
—¿Y si quiero que seas mi esclava, aceptarías sin objetar cada una de mis órdenes? —amplió sus ojos grises que ahora se habían convertido en dos piedras del color del ónix.
—Lamería el suelo donde caminas, limpiaría tus zapatos con mis lágrimas, me estiraría sobre tu paso para serte de alfombra y comería vidrio molido por satisfacerte —balbuceó.
Marco estiró una sonrisa que asustaba más que cualquier película de terror. Era una escena terrorífica. Se levantó y aparentemente retomó la compostura.
—Limpia este basurero —le ordenó para después salir sin decir más.
Lou suspiró aliviada de que Marco no le hubiera puesto un dedo encima. Un dedo encima. Lou recordó las palabras de Jared: ¨Nadie volverá a rozar tu piel ni con una pluma, te lo prometo.¨
Comenzó a ordenar el desastre que estaba hecha la habitación. Y así, luego de eso, se dio un baño y se vistió con la ropa que traía la noche anterior. Tenía miedo de bajar, así que se quedó sentada en el suelo acariciando su vientre. 
Las horas pasaban y no había señales de Marco, Lou moría de hambre, y juraba que su bebé también. Pero, no quería causar más problemas, y se quedó recostada a la cama de Marco. La ventana mostraba un cielo grisáceo y oscuro. Ya se había hecho de noche.
Mucho más tarde, la puerta se la habitación sonó. Lou se levantó temerosa de que fuese Marco.
—¿Lou, estás ahí? —preguntó la voz de una mujer.
—Sí —musitó temerosa.
La puerta se abrió y TN se asomó por ella. Jadeó al ver el rostro hambriento y moribundo de madre de su nuevo nieto.
—¿Cuánto llevas ahí metida? Pensé que te habías ido con Marco —puso las manos en su cintura.
—Él me pidió asear su habitación y no ha regresado —se encogió de hombros.
—Lou, no tienes que limpiar nada, tenemos alguien que lo hace por nosotros. Además, no tienes que estar encerrada aquí todo el día. Baja, la cena está lista —se acercó a ella.
Lou dio un par de pasos hacia atrás.
—No te haré daño, querida. Soy inofensiva. Mis años de nociva acabaron —soltó una risita.
—Pero Marco…
—¡Agh! Dependencia sicológica —negó TN—. Me recuerda a los gemelos. Baja ya. Mi esposo y yo no queremos cenar solos.
Lou se acercó temerosa y bajó las escaleras con la gran señora Styles. 
En el comedor se encontraba el señor Styles sentado en la cabecera, quien sonrió al ver a Lou como si le diese gusto verla. 
Ella se confundió. Su sonrisa no calzaba con el poder autoritario que empleaba con su hijo.
—Buenas noches, Lou, que bueno que nos acompañas —dijo amablemente.
—¿Marco no está? —miró hacia todas direcciones.
—No. Está en los internados —Styles se levantó y haló una silla para Lou.
—Gracias —dijo Lou sentándose.
—Es mejor que no esté. Mi esposo y yo queremos hablar contigo con la suficiente privacidad —comentó TN—. ¿Te gusta la ensalada? —ofreció poniendo un bol sobre la mesa.
—Sí —sonrió Lou.
TN se sentó y una chica de servicio les sirvió la comida en sus respectivos platos.
—Nuestro yerno nos ha contado tu historia, Lou, espero que no te moleste —se disculpó TN.
—En lo absoluto —susurró Lou.
—Cher nos comentó que tienes tres meses de embarazo —dijo Styles.
—Así es.
—Louis, el primo de Harry, se ha ofrecido darle las atenciones necesarias a tu embarazo. Y Danielle, nuestra nuera y casi hija se ha ofrecido gustosa a guiarte con lo necesario para él bebé y para ti. 
—Señores, discúlpenme, no quiero causarles molestias…
—Lou —la interrumpió Styles—, lo que tú llevas ahí dentro es un Styles, al igual que Jane, Edward y Marco. Y él tendrá las mismas atenciones y derechos que cualquiera de ellos. Con tu permiso, eso no lo discutas.
—Está bien —accedió.
—He programado mañana un chequeo para el nutricionista, el obstetra, el ginecólogo, el sicólogo y todos los que aporten para que mi nieto nazca sano y tú también lo estés —comentó TN.
La puerta se abrió y se cerró, posteriormente, Marco apareció en la cocina.
—Llegas a tiempo para la cena —lo saludó su madre.
Marco no contestó, como de costumbre. Sólo caminó hacia Lou, esta giró su rostro hacia arriba para verlo y él plantó un beso suave en sus labios para después darse media vuelta y subir a su habitación.
TN y su esposo estaban atónitos.
—¿Qué fue eso? —susurró TN.
—¿Oh? 
—Nada —TN sacudió su cabeza—. Es que es raro ver a mi hijo haciendo algo más que ignorar. Es como un espectáculo único. Hasta creímos que no le agradaban las chicas, si entiendes lo que digo.
A Styles no le causó nada de gracia la bromita.
—¿Marco no va a cenar?
—No. Nunca lo hace —comentó TN.
—Tampoco almuerza ni desayuna, no sabemos cómo es que está vivo.
—Claro que almuerza —bufó Lou.
—Lí asegura que la rechaza —dijo TN desconcertada.
—No cuando yo se la llevaba —Lou arrastró su silla y se levantó. Tomó un plato limpio de su lado y sirvió la comida sobre él—. Con permiso —se retiró con la cena en la mano. Subió las escaleras y entró a la habitación de Marco, donde lo encontró tirado en el suelo sin camisa y garabateando sobre un lienzo.
—Cierra la puerta —le ordenó suavemente.
Lou la cerró y acercó la comida hacia él. 
Marco se levantó y tomó la comida, la miró y comenzó a comerla rápidamente a bocados grandes. 
Lou se maravillaba con el espectáculo de Marco atragantado con sus mejillas rellenas. Le encantaba tanto que estiró una sonrisa y hasta se le salió una risita tonta.
—¿Qué? —gruñó Marco.
—Tienes salsa en la boca —estiró su mano para limpiar su rostro, pero Marco se apartó.
—Deja de burlarte de mí —masculló molesto.
—No me estoy burlando —dio un paso hacia él—. Es sólo que, me encanta verte comer. Te ves aún más hermoso cuando lo haces —estiró su mano de nuevo y acaricio su mejilla.
La mirada de Marco se suavizó y dejó de masticar. Estiró una sonrisa y siguió comiendo. Al terminar, dejó el plato en la mesa de noche y se acercó a Lou.
Tomó un mechón de su cabello y lo apartó dejando libre su cuello. Se acercó aún más y comenzó a besarlo. 
—Eres lo que Jared más desea —susurró—, y eres mía. No sabes cuánta suerte tengo de tenerte.
—Marco —se apartó Lou—. Quiero saber por qué eres tan…frío.
—¡¿Por qué?! ¿Por qué mi madre hacía tantas locuras? ¿Por qué mi hermana es una asesina sicótica demente? ¿Por qué mi hermano es un sometido? ¿Por qué todos creen a Jared perfecto? ¿Por qué nadie de esta familia es normal? ¡Ni siquiera tú! Mírate. Estás moreteada y llena de cicatrices y quemaduras. Te gusta sentirte ultrajada, y a mí me gusta ultrajarte, ¿por qué crees que esto funciona tan bien para nosotros? Tú me crees prefecto cuando ambos sabemos que soy una mierda —se volteó.
—¡Marco! Para mí eres perfecto. 
—No tanto como Jared —dijo sarcástico.
—Me acosté contigo y no con Jared —se encogió de hombros.
Marco volteó de regreso a ella, considerando lo que dijo.
—Es que aún no me creo que exista una persona que crea que soy mejor que Jared —bufó.
—¿Por qué todo es Jared para ti? —se acercó a él.
—Porque así es para toda la familia —su voz se quebró—. Desde siempre ha sido así. Mis padres siempre han adorado a Jane sobre Edward. Jane hace y deshace lo que quiere en esta familia. Se ha tomado los mandos que no le corresponden en todo. Y por supuesto, le procede su hijo —rodó sus ojos—. Todo es Jared en esta familia, nunca es nadie más —sus labios comenzaron a temblar.
Lou dio el último paso que los separaba y tomó las manos suaves de Marco.
—Cuéntame, mi amor. Dime qué sientes —suplicó Lou.
Marco no la miraba, estaba con la mirada turbia llena de agua. Parpadeaba más de lo normal y estaba en proceso de hacer un puchero. Suspiró y se sentó en la cama. Trajo a Lou consigo y la sentó sobre sus piernas. Ella quedaba viendo su perfecto rostro, mientras él rodeaba su cadera con sus manos y mantenía la mirada perdida hacia adelante.
—Lou, ¿sabes que tengo 162 de IQ? 
—Marco, no sé qué es eso —hizo un gesto sintiéndose una ignorante completa.
—Es una forma de medir la inteligencia de la gente. Este es alto a partir de los 140. Mi padre nos hizo la prueba a Jared y a mí, él resultó tener 130.
—Tú tienes mucho más —jadeó Lou suavemente.
—¿Y quién crees que tiene las mejores notas en la universidad? 
—Tú —sonrió Lou.
—Sí, pero Jared es el único al que ponen en los tablones. Claro, siendo el hijo del director, ¿cómo no iba a tener las mejores calificaciones ante el mundo? —su voz se quebró—. Y mis calificaciones empolvándose en los archivos de Lí, claro —murmuró como un bebé a punto de ponerse a llorar.
Lou acariciaba el contorno del rostro de su adorado Marco, sintiendo su piel suave y lisa.
—Jared se folla a toda la universidad y Jane es la que le compra los condones. Yo embarazo a una chica y soy la vergüenza de la familia —no pudo más. Frunció sus labios y una lágrima se desprendió de sus espesas pestañas.
Lou sentía que le clavaban un puñal entre pecho y espalda y presionó la cabeza de Marco con sus brazos, enrollándolo en un abrazo. Sabía que Marco necesitaba desprender todo lo que llevaba dentro. Nadie más se prestaba a escucharlo, pero ella lo haría gustosa.
Marco mojó sus labios y prosiguió.
—De pequeño, toda la familia hacíamos una fogata. Jared me dijo que si quemaba a Perrie ella me pondría más atención, lo hice y recuerdo que me preguntaron: ¨Marco, ¿qué hiciste?¨ Y yo respondí: ¨Quemé a tía Perrie¨ —rio entre sus lágrimas
Lou enterró sus dedos en el cabello alborotado de Marco y se unió a su sonrisa.
—Luego dijo que siempre lo iban a querer más a él, así que decidí matarlo —lanzó una carcajada—. Hice creer a la familia que lo había matado. Y luego, los dejé encerrados con él. Si tanto lo amaban pues que se lo comieran —se encogió de hombros como si aún compartiera la misma opinión de cuando tenía cinco años.
—La habitación se Jared está valorada en el doble o triple que la mía. Somos muy diferentes. Él practica deportes, yo toco el piano, leo y pinto, pero según la familia, eso es algo inútil porque no requiere esfuerzo físico. Lí siempre lleva a Jared a acampar, mi padre nunca lo hizo conmigo —agachó su cabeza. Otra lágrima venía en camino—. Él ya no tenía edad para llevarme a esas cosas. Lí me invitaba, pero claro que no me iba a acampar con Perfecto Sénior y Perfecto Junior. Mi padre me obligó una vez; Lí y su hijo se fueron a matar aves, mientras que me tildaron de marica y antisocial por querer quedarme en la tienda a leer un libro. 
»Mi madre nunca tuvo tiempo para mí, todo se lo daba a Jane. Ella siempre fue su favorita. Para su cumpleaños, yo pasaba semanas antes pintando un lienzo para ella, y por supuesto, mi regalo siempre quedaba por debajo de los perfumes y cosas caras que le regalaba Jane. Edward nunca me ha dejado conducir su auto, porque soy un ¨irresponsable¨, pero Jared tiene una copia de su llave —masculló con la mandíbula apretada—. Jared le quitó la virginidad a Cher cuando ella tenía once años. Claro que, hasta hace poco para mi familia yo era homosexual por ser virgen.
»Todos en la universidad matan por pasar tiempo con Jared… —hizo un puchero cuando un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas—, pero todos se alejan de mí cuando me ven y me miran como si yo fuese el perro más asqueroso que existe. ¿Qué estoy diciendo? ¡Claro que lo soy! —limpió el agua de sus mejillas con un movimiento tosco.
—No digas eso, tú eres todo para mí —Lou alzó la mirada de Marco.
—¿Ahora entiendes por qué tengo suerte de tenerte? Soy todo lo que quieres, y tú eres todo lo que Jared quiere. Eres lo único que Jared desea y no puede tener. Yo poseo lo que él más anhela, y estoy en la posición que él moriría por estar.
—Pero tú no me quieres a mí, sólo quieres que Jared sufra.
—No seas tonta —le haló un mechoncito de cabello—. Si no te quisiera no estaría aquí contándote todo esto.
—¿Entonces sí me quieres? —susurró Lou llena de ilusión.
—No sé sea cariño, Lou, pero sé que no te quiero perder. Quiero sentirme querido por primera vez en mi vida, quiero que alguien me escuche, que me preste atención, que se interese por mí y no me juzgue. Sé que soy un monstruo tosco, grosero y apartado. Pero es que, si dejo entrar a alguien dentro de mi caparazón pueden encontrar mi punto débil, ¡y odio ser débil! Ahora vienes tú, y por más que intento alejarte sigues aquí y más metida en mi vida que nunca. 
—Entonces, ¿por qué me tratas mal?
—Porque nunca he tratado bien a nadie. No sé cómo se hace. Al comienzo pensé que eras una de todas esas personas que se acercan a curiosear en la jaula al fenómeno, por eso te trataba así. Muchas personas quieren acercarse, Jane por ejemplo, para luego criticar mis ideas, así que las espanto a todas con mi actitud. Pero, mírate, sigues aquí, masoquista tonta —haló un mechón de cabello de Lou. Ella sonrió, él se unió a su sonrisa—. Eres la primera chica que besé, y se siente muy bien hacerlo, por eso lo hago cuando menos lo esperas… —ensanchó su sonrisa—, para que no creas que lo haré cuando tú quieras —fingió fruncir el ceño, pero estalló en una sonrisa al no poder mantenerlo—. También me gusta hacerte esto —le haló otra vez el mechón de cabello.
—Auch —se quejó Lou entre risas. Marco sonrió también.
—Eres una preciosa masoquista —le pellizcó la nariz moderadamente.
Lou se dio cuenta que Marco ya había terminado de descargar todo ese peso que tenía y que venía abarcando durante los años. Dijo las cosas que necesitaba decir, y al fin se sentía un poco liberado al tener un par de oídos capaces de escucharlo sin juzgarlo.
—Ahora, levántate, que te estás poniendo gorda —se levantaron ambos.
Lou caminó hacia la puerta, cuando fue suspendida del cabello.
—¿A dónde vas? —Marco alzó una ceja.
—Al baño.
—¿A qué? —mordió su labio.
—A descargar las penas —bromeó. 
Marco soltó una carcajada. La haló del brazo y unió sus labios con los de ella. Antes de soltarla mordió su labio inferior con fuerza, a lo que Lou soltó un gemido. Marco la soltó.
—Hazlo de nuevo —le pidió Lou.
Marco volvió a besarla, pero esta vez le mordió el labio superior, Lou soltó otro gemido.
—Agreguemos una cosa más a las cosas que me gusta hacerte —susurró Marco contra sus labios.

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