Cap. 25

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—¿Tienes idea de lo que me estás pidiendo? Conoces mi respuesta, Jared. Yo amo a Marco, lo amo, y no lo dejaría nunca, no te hagas más daño —dijo Lou acariciando su mejilla.
—Sabía que dirías eso, por eso voy a decirte lo que es Marco en realidad.
—¡Ya basta! —lo soltó—. ¡Basta de todo esto! Tú lo atacas a él, él a ti. Ninguno de los dos es perfecto, ¡ya lo sé!
—No me enorgullezco de lo que hice anteriormente, si pudiera cambiarlo por estar contigo, te juro que lo haría sin pensarlo. Pero, imagínate la pobre vida que tendrá esa bebé cuando nazca. Marco no te ama, ni a ella, yo las amo a ambas —su voz se quebró como cristal que estalla en mil pedazos.
—No te esfuerces, nada de lo que digas cambiará mi parecer —Lou se encogió de hombros. Ni aunque el mismísimo Marco la echara de su vida ella se iría.
—No me interesa, de aquí no me voy sino es contigo, Lou Allen —la jaló del brazo y una vez que la estampó contra su cuerpo hundió sus labios en los de ella. 
Lou lo empujaba hacia atrás, pero él la mantenía aprisionada. Ella cabeceaba, pero él sostenía su cabeza con mucha más fuerza.
Jared fue empujado al suelo y todos quedaron en shock. Marco había llegado airado, furioso y violento. Comenzó a patear a Jared en el suelo sin piedad alguna.
—¡Marco, detente! —imploró Lou ante la escena.
—¡Tú cállate, maldita! ¡Corre que luego voy contigo! —la amenazó.
—Lou, vete, por favor, busca resguardo, busca a mi madre —suplicaba Jared en el suelo—. No dejes que este maldito te toque.
—¡Cierra la boca! —le dio una patada en el estómago que hizo que Jared vomitara sangre.
—¡Corre, Lou! —dijo Jared sin aliento entre tosidos.
Lou se vio indecisa, pero luego de unos segundos se echó a correr en busca de ayuda para Jared.
—¡Tú no te vas a ninguna parte, desgraciada! —Marco persiguió a Lou y la tomó del cabello. 
La arrastró por el pasto mientras ella se quejaba de dolor. Al final la estampó contra Jared, por suerte cayó sentada en el suelo.
—¿Estás bien? —tosió Jared con la boca llena de sangre.
—¡Maldita infiel! ¿Así me pagas las atenciones que le te he dado a ti y a tu bastarda? ¡Les abrí las puertas de mi casa, les he dado de comer, y he tenido la misericordia de no matarla ¿para esto?! ¡No mereces ni el aire que respiras, Lou Allen! Te resolví la vida al plantarte esa frita podrida, hija del adulterio. No tenías que preocuparte ya nunca por bienestar económico y lo único que tenías que hacer era mantener tus piernas cruzadas, ¡pero no! ¡Eres una maldita traidora! ¡Ojalá te mueras tú y tu espuria! —gritaba Marco, hundido en el fulgor. Tomó a Lou de nuevo del cabello y la sacudió con fuerza.
—Suéltala, hijo de puta —musitó Jared ya sin aliento.
—¿Es a él a quién quieres? ¿Me has estado engañando todo este tiempo? —la mangoneó.
—Marco, no era lo que parecía, déjame explicarte —suplicaba Lou tomándose del cabello.
—¡Mentirosa! Nunca debí confiar en ti, pérfida ninfómana. ¡Me has hecho más mierda de lo que ya estaba! —gritó con los ojos estallados en lágrimas.
—¡Déjala! —Jared le lanzó un golpe moribundo cuando pudo ponerse en pie.
—¡Los odio a ambos! ¡Muéranse! —lanzó a Lou al suelo y esta vez ella cayó de boca, siendo recibida en el suelo sobre su barriga.
—¡Lou! —gritó Jared lanzándose por ella.
Lou comenzó a soltar gritos desgarradores y comenzó a sangrar. 
—¡Lou, mi amor! —la tomaba Jared, miró hacia Marco—. ¡Mira lo que has hecho, desgraciado! ¡Ve a buscar ayuda! —le suplicó.
Los ojos de Marco se abrieron al ver el lago de sangre en el que estaba sumida Lou.
—¡No puedo! ¡Mi hija! —gritaba Lou espavorida.
—¡No te quedes ahí parado! ¡Haz algo! —le gritaba Jared a Marco. Él sostenía la cabeza de Lou sobre su regazo. Él sangraba igual que ella.
Marco salió corriendo, pero no a buscar ayuda. Regresó a la casa, tomó lo que tenía a mano y huyó de la ciudad como todo cobarde.
Jane encontró a Lou y a Jared tirados en un charco de sangre y llamó a una ambulancia. Fueron llevados al hospital y fueron atendidos. Jared fue curado rápidamente, pero Lou, ella no se encontraba bien.
El golpe había roto la fuente y había causado una preeclamsia. El parto se había adelantado y debía dar a luz de inmediato.
—¡Tenemos que sacar al bebé! —gritaba el doctor.
—La madre corre peligro, apresúrense con la anestesia —gritaba una enfermera.
—Esta mujer se va a morir, hay que sacar al niño —comentó otra enfermera.
—Si lo sacamos ahora podríamos perder a la madre —indicó el doctor.
—¡Pero si al salvamos a ella, seguro que el bebé muere!
—Adela, sabes que es más probable salvarla a ella que a la bebé, no tenemos tiempo para preguntarle a la familia. ¡Hay que sacar al bebé! Sólo así podrá sobrevivir.
Luego de la anestesia, Lou perdió el conocimiento. Sacaron a la pequeña niña del vientre de Lou a través de una cesárea y ella fue atendida.
—Familiares de Lou Allen —solicitó el doctor saliendo del quirófano.
Lou no tenía familia, los únicos presentes eran Danielle, Jane y Jared.
—Aquí —dijo Jared levantándose.
—¿Es usted el padre de la bebé? —le preguntó.
—No —se adelantó Jane a contestar—. ¿Cómo está la bebé?
—Hemos conseguido salvarlas a ambas. Lou se encuentra en recuperación y aún bajo anestesia general, la niña, por ser prematura está en incubadora en estos momentos, estamos revisándola. Si no presenta ningún padecimiento, todo estará en orden.
—¿Podemos pasar a verla? —dijo Jared inquieto.
—Está dormida —le advirtió el doctor.
—No importa —contestó rápidamente.
—Puedes entrar —accedió.
No había acabado de decirlo cuando Jared ya se encontraba dentro de la habitación.
—Quiero ver a la bebé —demandó Jane.
—En el pasillo de la derecha, al fondo, podrá ver la sala de incubación —le indicó y se retiró.
—Vamos —le dijo Jane a Danielle. Ambas se encaminaron a ver la bebé.
Jared lloraba con la mano de Lou en su rostro, se arrodillaba frente a ella y le suplicaba entre sollozos de la perdonara por no haberla podido ayudar. Ella sólo se mantenía inmóvil con sus labios pálidos, y sumida en un sueño provocado.
Luego de un par de hora, Lou abrió los ojos para ver el rostro de Jared sonriéndole con un par de lágrimas en el rostro. Miró que Jared traía acunada una manta entre sus brazos. Jane, Danielle y una enfermera también estaban en la habitación.
—Hola —le susurró Jared.
—¿Qué pasó? ¿Cómo está mi hija? —dijo alarmada.
—No tienes de qué preocuparte. Ella está bien, y muy sana además —le contestó Danielle.
Miró hacia el bulto que sostenía Jared entre sus brazos y abrió sus ojos.
—Es…
—Sí, Lou, es tu hija —susurró.
—Quiero verla, dámela ya —le estiró los brazos.
Jared miró hacia la enfermera en busca de su aprobación y esta asintió. Dio un par de pasos hacia Lou y dejó caer sobre su pecho a la hermosa criaturita que dormía profundamente.
Los ojos de Lo comenzaron a aguarse al ver aquella bebé tan perfecta.
—Es perfecta, ¿no lo crees? —le preguntó Jared.
—Sin duda —contestó Lou entre sollozos.
—Felicidades —les dijo la enfermera.
Jared plantó un beso en la frente de Lo y acarició a la preciosa niña sobre la cobija que la envolvía.
—El nombre de la niña —pidió la mujer con una tabla en la mano.
Lou alzó su mirada y dudó por un segundo, peor al final contestó:
—Jolene.
La mujer anotó el nombre.
—¿Y su apellido? —solicitó.
Lou se quedó pasmada, miró hacia Danielle quien estaba con cara de pánico. Todos estaban al tanto de lo que Marco había hecho. Lou giró su vista hacia Jared y este la miraba rogándole piedad. Se sentía en una encrucijada. Lo único que amaba más que a Marco era a su hija, y por mucho que fuera en contra de sí misma, Marco había atentado contra la vida de lo que más amaba y protegía y eso comenzó a causarle un gran rencor en su corazón.
—Styles —contestó Jane ante el silencio sepulcral que se había apropiado del lugar—. Su nombre es Mègane Jolene Styles Allen —masculló entre dientes a punto de soltar un gruñido hacia Jared.
—¿Es ése su nombre? —le preguntó la enfermera a Lou.
—Lou —suplicó Jared.
Ella quedó viendo perdida hacia la criaturita que sostenía entre sus brazos y asintió.
—Sí, ése mismo —susurró.
La mujer anotó y se retiró.
—La bebé está más que sana —le informó Danielle a Lou—, pero se quedará aquí hasta que salgas para que puedas amamantarla.
—¿Dónde está Marco? —preguntó Lou. 
Danielle miró hacia Jane. Jane suspiró.
—Se ha ido. No sabemos dónde, pero dejó una nota a su padre.
—¿Y qué dice la nota?
Jane suspiró de nuevo.
—Que no volverá. Que ni el dinero de su herencia paga la traición que le habías hecho. Que se iba a odiar toda su vida por lo que te había hecho, y que… si lo encontrábamos con vida, iba a ser por pura suerte.
—¿Eso qué quiere decir? ¿Se fue para siempre? —la voz de Lou se quebró.
—Eso parece. 
Pasaron dos meses. Lou había regresado a la casa. Danielle llegaba a ayudarle las primeras semanas, pero quien se encargaba de la mayoría de cosas era Jared. Al punto de que ni Jane pudo sacarlo de ahí. Él atendía a la bebé por las noches, la cuidaba como si fuera su propia hija, y aunque Lou no le daba lugar de ganarse su corazón, fue inevitable que Jared se ganara su cariño por todas las atenciones que tenía con su hija. 
Lou no olvidaba a Marco, y lloraba todas las noches esperando su regreso. Se sentaba en una mecedora frente a la ventana del balcón con su bebé a esperar si Marco algún día aparecía por aquellos prados. Cada día ella se ahogaba en llanto al darse cuenta de que Marco le había mentido, que no la quería, ni a ella ni a su hija y que no iba a volver. 
El primer año fue duro, pero la pequeña Mègane se ganaba el corazón de todos. Jane estaba fascinada con ella. Su pequeña hija, a la que llamó Catherine, nació un par de meses luego que Mègane, ella tenía los ojos verdes característico del tono claro de Lí y los rizos de su madre. Ambas enlazaron una amistad muy inocente, y se llamaban entre sí con diminutivos, que dentro de poco también el resto de la familia decidió usar; Mèg y Cathy. 
Jared adoraba estar con las dos niñas. Jane se aseguró de que Mèg llamara a Jared tío JJ y no la forma de que Jared moría por ser llamado por aquella hermosa niña de cabello castaño claro, como el de Jane y ojos grises que iluminaban como los de Marco. 
Cuando la pequeña Mègane cumplió dos años, Lou ya había perdido toda ilusión de que Marco regresara, y la verdad, su vida ya estaba completa con la única presencia de su hija.

Malas Decisiones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora