Cap. 7

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Trapos, platos y pisos sucios. Fue todo lo que Lou vio durante tres horas hasta que llegó la hora del almuerzo de los alumnos. Lou deseaba que Jared llegar a visitarla esta vez, pero no más que Lila la encargara de llevar la comida del chic del jardín de nuevo.
Lou se mantuvo persiguiendo a Lila para que le diera la orden, pero esta estaba tan metida en sus asuntos que ni se percataba.
—Buenos días, señoras —saludó Jared entrando a la cocina.
—Buenos días, J. ¿Qué quieres almorzar hoy? —le preguntó una de las chicas; Kim.
—Hola —le dijo efusivamente buscando con la mirada a Lou, sonrió al verla y susurró: —Ya sé lo que quiero almorzar hoy.
—¿Qué? —le preguntó Kim.
—Un segundo, preciosa —le dijo a Kim y se acercó a Lou.
—Ah, hola Jared —dijo con una ristra de platos limpios entre los brazos.
—Lou, déjame ayudarte con eso —Jared tomó todos los platos que traía.
—No tienes que hacerlo; es mi trabajo.
—Me place hacerlo —dijo poniendo los platos sobre el mostrador.
Lou miró a Jared de pies a cabeza, era un chico muy atractivo. Entendía por qué las chicas se derretían como mantequilla cuando él estaba cerca, él era todo un horno.
—Lou, lo que viste ayer en el salón de clases…
—¿De qué hablas? —Lou parpadeó rápidamente.
—Sé que me llevo demasiado bien con las chicas… —frotó sus sienes.
—Y con los chicos —agregó Lou—. Todos te quieres, Jared; eres un buen chico —le sonrió para luego posarse al otro lado del mostrados. Buscó a Lila con la mirada, pero sólo se encontró a Kim y Valerie murmurando mientras miraban a Jared—. Creo que ellas quieres decirte algo —señaló a las chicas.
Jared se volteó y ellas se sonrojaron de inmediato. Rodó sus ojos y volvió la vista a Lou.
—Lou, ¿quieres salir conmigo? —dijo Jared directamente.
—¿Tu padre está enterado de esto? —replicó Lou.
—Tengo diecinueve años —bufó.
—Ya. Y, ¿quién paga tus estudios, tu vivienda, tu comida, tus gastos, tus diversiones y la salida que me estás proponiendo? Dime, Jared. ¿Lo haces tú solo? —Lou alzó una ceja. Se sintió indignada por la poca importancia que él le daba a sus padres, cuando ella mataba por tener uno solo.
Jared permaneció en silencio con la vista clavada en el suelo y la mandíbula presionada.
Lou miró detrás del hombro de Jared como Lila le daba la misma bandeja del día anterior a Kim.
—Kim, ve a dejar esto —le dijo Lila a la chica. 
Lou se alarmó de inmediato. Se desprendió de la conversación con Jared y caminó a prisa hacia Lila.
—Ay, Lila, sabes lo que me pasó la última vez —dijo Kim de mala gana.
—Yo puedo ir —se ofreció Lou ilusionada.
Lila frunció el ceño, Kim vio la luz al final del túnel y Lou moría por tener la bandeja en sus manos. Lou sintió una eternidad cuando al fin Lila despegó sus labios para hablar.
—Está bien —accedió dándole la bandeja—, pero si regresas con la bandeja tendré que decírselo al director. 
—No te preocupes, Lila; no regresaré con ella —dijo Lou con una sonrisa de oreja a oreja. Se encaminó hacia la salida trasera casi bailando de la alegría.
Jared sólo la miraba desde lejos contra la pared, los brazos cruzados y la mandíbula dura. No le agradaba la idea de que Lou prefiriese buscar a otro que estar con él. Tampoco le había gustado la bateada que le había dado, porque nunca nadie lo había hecho. Él no iba a darse por vencido, iba a conseguir a Lou con él a como diera lugar.
Lou se adentró en el jardín maravilloso. Miró hacia el pasto y tuvo una idea tonta pero agradable. Dejó la bandeja en el suelo y se quitó los zapatos, los tiró detrás de un arbusto y caminó con los pies descalzos, sintiendo el pasto rozando e hincando las plantas de sus pies lastimados. Pasando por la mitad del jardín tuvo otra idea, y esta era realmente descabellada.
Lou se desprendió de su camisa de un jalón y la dejó tirada en el suelo. Tomó la bandeja de nuevo y se acercó al árbol donde estaba la ardilla el día anterior. Miró hacia todas direcciones buscando al chico, aunque por un segundo consideró que sólo había sido parte de su imaginación, pero llegó a la conclusión de que su mente mediocre no sería capaz de crear una ilusión tan perfecta.
—Hola, love. Tengo tu comida otra vez —susurró con la voz seca.
—¿Cómo me llamaste? —escuchó esa voz ronca, grave y carrasposa a su derecha.
Lou lo miró. Él traía una camiseta negra y unos pantalones azul oscuro. Sus ojos brillaban grises como un par de nubes cargadas de agua contra los rayos del sol.
—A-Así me llamaba mi mamá cuando tenía miedo y me escondía —se volteó hacia él.
El chico frunció el ceño y presionó sus puños.
—¿Crees…que te tengo…miedo? —dijo entre dientes.
—¿Qué otra razón hay para esconderse? —se encogió de hombros.
El chico presionó aún más sus puños y se acercó hacia Lou con pasos lentos y firmes. 
Ella sentía que la respiración le faltaba en cada paso que él daba y que su piel se tornaba cada vez más pálida. Algo como él no podía ser humano. Los humanos eran imperfectos y frágiles; él representaba para ella todo lo contrario.
—¿Por qué no traes camisa? —dijo él a centímetros de ella viendo su torso desnudo.
—Ayer me pediste que me la quitara. Supuse que te gustaba cuando lo hacía.
—¿Te estás burlando de mí? —se acercó.
—¿Por qué sientes que la gente está en tu contra todo el tiempo? —preguntó Lou llena de curiosidad.
—¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio? —bufó.
—Sólo quiero darte tu almuerzo —le extendió la bandeja.
—No sé por qué la siguen enviando; nunca la tomo —dijo de espaldas a ella.
—Porque hay gente que se preocupa por ti.
—¿Y tú quién eres? —volteó hacia ella con cara de fastidio.
—Me llamo Lou, soy nueva aquí y tú…
—¡Já! —bufó—. No sabes ni mi nombre —rodó sus ojos hacia el cielo.
Lou se acercó a la banqueta de cemento y puso la bandeja sobre ella.
—Lárgate, y llévate la bandeja —masculló el chico entre dientes.
—No puedo, me despedirán si lo hago —susurró Lou.
—Me tiene sin cuidado lo que hagan contigo.
Lou se partió en mil pedacitos al escuchar las palabras que salían por su boca. Era peor que los golpes que recibía del hombre ebrio. 
—No me iré —dijo con voz entrecortada.
El chico se volteó hacia ella y le alzó una ceja. Su mirada la hacía trizas, pero daba todo de sí para que sus temblorosas rodillas no se quebraran ante él.
—¿O qué? ¿Vas a tirarme la comida encima de nuevo?
—Sólo si me quieres ver sin pantalones —dijo Lou en voz baja.
—No me gustan las chicas— dijo él. Lou alzó la mirada y sus ojos se abrieron espantados—. ¡Ni los chicos! Mierda. ¡No me gustan las personas! ¡De ningún tipo! —gruñó.
—¿Sabías que tú eres una persona? —Lou se acercaba a él a pasos cortos.
—Tampoco me gusto —masculló.
—Ese sentimiento puedo compartirlo contigo —susurró Lou viendo sus brazos—. Solo mírame —Lou extendió sus brazos y le mostró al chico los moretones en sus brazos y sus quemaduras. Las llagas en sus pies y los manotazos en sus piernas. También le mostró una cicatriz en su abdomen.
—¿Por qué te dejas hacer eso? —jadeó el chico.
—Porque hasta anteayer creí que dejarme era lo único que podía hacer —respondió con la voz temblorosa.
—Marco. Me llamo Marco Styles —dijo el chico luego de unos segundos. Él torció una media sonrisa que deshizo rápidamente.
—Yo soy Lou —y quiero casarme contigo, pensó. Se sonrojó ante su propio pensamiento y bajó la mirada.
—Puedes dejar la bandeja —murmuró Marco en voz baja retrocediendo.
Lou asintió y se encaminó hacia la cocina. Antes de atravesar el Edén, él llamó a su nombre. Lou se volteó hacia él almacenando fuerzas para no desmoronarse.
—Y vuelve por ella en media hora —le pidió.
Lou le extendió una sonrisa que no subía a sus ojos, ella no sabía muy bien como sonreír con auténtica felicidad, pero sonreírle a Marco era la muestra de alegría más genuina que había demostrado alguna vez.
Lou volvió a retomar el camino y antes de desaparecer echó un último vistazo donde vio a Marco robar una patata frita del plato para luego meterla en su boca

Malas Decisiones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora