Cap. 23

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(DOS MESES DESPUES)
—¡¿Qué esperas?! ¡Por Dios! —gritaba Marco.
—¡Marco, no le grites! —pedía Lou.
—¡Ya es suficiente con que lo dejáramos venir con nosotros! Y no me digas lo que tengo que hacer.
—¡Ya llegué! —saltó Jared del tercer escalón.
—Jared, te advierto que te comportes, ¿me entiendes? —lo amenazó Jane.
—Para eso voy yo —Edward levantó la mano.
Danielle, Edward, Marco, Jared y Lou salieron en el auto. Era el día del chequeo semanal de Lou. Jared insistió tanto a su abuelo en asistir que no pudo negarse y aceptó que los acompañara.
El auto era el lugar más incómodo para ir en la situación de Lou. Su barriga ya se notaba y le tocó ir en la parte de atrás con Jared y Marco. Edward conducía y Danielle iba a su lado.
Marco no desaprovechó la ocasión para marcar territorio y poder restregarle en la cara a Jared lo que él poseía. Rodeaba a Lou de la cintura y dejaba caer su mano sobre la pierna de ella. Lou recostaba su cabeza en el hombro de Marco. Y Jared, bueno, Jared iba haciendo mal trío con los puños cerrados. No sabía cuánto más iba a soportar esa posición.
—¿Ves? Te dije que te iba a gustar —comentó Lou hecha sonrisas. Maro y ella permanecían con sus frentes pegadas.
—Sí, pensé que eran salados, pero estuvo rico —unieron sus manos y entrelazaron sus dedos en el aire.
Jared iba mirando de reojo, se cruzó de brazos y suspiró profundamente con la mandíbula apretada.
Marco había aprendido a confiar en Lou, ella nunca objetaba nada ni lo criticaba en lo absoluto. Todo lo que él hacía para ella era perfecto. Claro que, a veces él tenía sus malas rachas emocionales y recibía uno que otro empujón.
—¿Podrías conducir más deprisa? —inquirió Jared a punto de explotar.
—Nop —se burló Edward viéndolo por el retrovisor—. Te lo advertí, sobrinito.
Jared rodó sus ojos.
—Lou, es probable que hoy te digan el género del bebé. Con eso seguro ya podremos comenzar a comprar sus cosas. Estoy tan emocionada —sonrió Danielle.
—Gracias por todo lo que hacen por mí —suspiró Lou.
—Ni lo menciones.
—¿Y cómo te sientes? ¿Has bebido tus vitaminas? —preguntó Jared sonriendo hacia Lou.
—Sí, no son muy deliciosas pero…¡Auch! —no pudo terminar. Marco le pellizcaba del brazo.
—¡Óyeme, ¿qué te pasa?! ¡No la maltrates así! —la furia de Jared comenzó a burbujear efervescente.
—¡Jared! —exclamó Edward.
—¡No te metas, Edward! ¡No me importa lo que haya prometido! ¡No dejaré que este imbécil lastime a Lou delante de mí! —se pegó a ellos.
—¡Apártate de ella! —gruñó Marco.
—¡Jared, por favor! Estas cosas le hacen daño a Lou, más vale que te comportes o te bajas del auto —dijo Danielle.
—Tú no eres nadie para decidir eso —carraspeó Jared fuera de sí.
Edward dio un frenazo seco y bajó del auto dando un portazo. Rodeó el vehículo abrió la puerta de Jared.
—¡Bájate! —gritó.
—Edward, perdóname por haberle gritado a Da…
—¡Ahora! ¡Que te bajes! —gritó sin paciencia.
Jared bajó del auto y se encaró con Jared. Marco gozaba en su fuero interno.
—¡A Danielle no le vuelvas a hablar así!¡¿Comprendes?!
—¡Es que tú no entiendes! ¿Tú dejarías que lastimaran a Danielle? ¡Ponte en mi lugar!
—¡No puedo! Ella no te ama ¡Carajo! Métete eso en la cabeza. ¡Esta em-ba-ra-za-da! ¡Embarazada de otro! 
—¡Eso no le da derecho a tratarla así! ¡Y perdóname si me tengo que poner en contra del mundo entero, me vale! ¡Pero pase lo que pase yo no dejaré que intentar proteger a Lou ante todo, ¿entiendes eso tú? Me vale poco lo que me prohíbas tú o Styles —empujó a Edward.
—¡Lárgate! ¡Vete a casa! ¡Y Jane sabrá de esto! —amenazó Edward.
—¡Cuéntale! —gritó—. Sin ella ya me vale todo —se quebró su voz para luego dar media vuelta y echarse a andar cabizbajo, seguramente no de regreso a casa.
Lou se dio cuenta de que Jared había sido echado.
—¡No, Jared! —se resbaló por el asiento y abrió la puerta contraria a donde estaba Marco. 
—¡Louisianna, ¿dónde vas?! —gritó Marco rabiando.
—¡Jared! —corrió Lou tras su amigo.
Jared iba a media calle cuando se volteó. Lou corrió hacia él y se lanzó en sus brazos. Jared la presionó contra su pecho y hundía su rostro en el cabello sedoso de su amada Lou.
—Lou —susurró.
—Perdóname, Jared, perdóname —suplicó. Las lágrimas explotaron de sus ojos.
—No tengo nada que perdonarte, mi amor —comenzó a besar su cabello contra su cuello.
Lou fue halada del brazo con una fuerza extrema que la apartó bruscamente de Jared. Marco. Posteriormente, Jared recibió un puñetazo en la mandíbula.
—¡Marco, no! —pidió Lou espantada.
—Tú te vienes conmigo —la tomó del brazo dejándole marcas en su piel.
—¡Suéltala, ella no quiere ir contigo! —lo volteó Jared.
—¡No te metas donde no te llaman, colado de mierda! —Marco empujó a Lou detrás de él y estaba a punto de abalanzarse sobre su sobrino cuando Edward se entremetió.
—¡Ya basta! Marco, llévate a Lou al auto, ¡ahora! —ordenó.
Marco tomó del brazo a Lou y la estampó dentro del auto.
Edward y Jared se enfrascaban en una discusión:
—¡¿Es que no ves lo que causas?! Por favor, Jared, aléjate de ellos —murmuró Edward impacientado.
—¡¿Cómo carajos me pides que me aleje de Lou?!
—¡Ella está…
—¡Embarazada de Marco! ¡Ya lo sé, maldita sea! ¿Pero crees tú, Edward, que mi corazón sopesa embarazos, circunstancias o personas? Yo. La. Amo. Embarazada, tuerta, dormida, despierta. ¿Eso no puedes entenderlo tú?
—¡Lo entiendo! Pero no dejes que tus impulsos te lleven a este tipo de cosas. Hazlo por ella, si tanto dices amarla. ¿Qué no ves que su felicidad depende de ése chico? —señaló hacia el auto—. Y si su felicidad es él, déjala con él. Afróntalo, JJ, ella nunca sería feliz contigo, y con él lo es.
—Eso es lo que ella cree, pero es porque él se ha comido su débil cerebro. Tú no conoces el pasado de Lou, ella cree que se merece todo ese mal trato y no es así.
—Pues eso lo decide ella no tú. Vete a casa ahora y prometo no decirle nada a Jane —dijo con la voz más serena.
Mientras tanto, Marco se desquitaba su rabia con la pobre preñada. Danielle sólo se ponía los cascos para escuchar música y no involucrarse.
—¡Te estás comportando como cualquier zorra! —le dio un pellizco.
—¡Auch! Perdóname, es que no me gusta verlo así —se disculpó Lou frotándose el brazo.
—¿Y a mí? ¿A mí te gusta verme así? —señaló su rostro.
—Claro que no. Marco, no estés molesto —colocó sus manos en el rostro de Marco, él se las apartó de un tirón brusco.
—¡No vas a volver a hablar con él, ni a verlo siquiera! ¡Nunca! Aunque me arranquen los brazos y las piernas, iré arrastrándome como serpiente detrás de ti y te traeré conmigo. ¿Quedó claro? —le dio un sopetón en la cabeza.
—Sí, Marco —sollozó Lou.
—Te salvas porque estás embarazada, sino te dejaría inconsciente contra el suelo —le dio un empujón y se resbaló hacia el otro extremo del auto.
Edward abrió la puerta del auto y siguió conduciendo en silencio.
El camino fue corto y muy incómodo. Lou sollozaba en silencio en la parte trasera, Marco ronroneaba de furia con los oídos humeando, Danielle escondía su rostro con su mano y Edward miraba por el retrovisor la escena triste de la parte trasera.
El doctor Tomlinson los atendió para luego delegar el trabajo con la obstetra. Marco y Edward se quedaron en la recepción de la clínica mientras Danielle acompañaba a Lou en la sesión. Luego de unos minutos, Danielle llamó a Marco y este entró para ella salir y quedarse con su esposo.
Marco entró silenciosamente y aún con secuelas de su rabieta. 
La habitación era blanca y limpia. Lou estaba recostada en una camilla mientras una mujer arrastraba un aparato por su vientre abultado. Había una pantalla negra frente a ellas. Lou dobló el cuello para ver a Marco, este estaba más que confundido.
—Acércate —le pidió Lou con una sonrisa.
Marco frunció aún más su ceño mientras se acercaba.
—¿Él es el padre? —preguntó la doctora.
—Sí —contestó Marco antes de que Lou lo hiciera.
—Oh, tome asiento —le haló una silla al lado de Lou.
Él se sentó con desconfianza.
—Le tengo dos noticias, y las dos son buenas —estiró una sonrisa—. La primera y más importante es que el bebé está más que sano y si sigue así, todo saldrá muy bien.
—¿Y lo otro? —preguntó seco.
—Eso míralo con tus propios ojos —le señaló la pantalla. 
Una silueta entre lo naranja dio forma a la cabecita de un bebé. También se notaban sus manitos saliendo de su pequeño torso, un par de piececitos delicados y unos labios finos y aún descoloridos.
Marco quedó embelesado viendo la pantalla, se inclinaba hacia ella al punto que estaba casi por tragársela.
—Supongo que tú querrás decirle la noticia —le dijo la doctora a Lou.
Marco giró su vista hacia la chica tendida en la cama y esperó.
Lou estiró una sonrisa y tomó su mano.
—Marco, es una niña —susurró con los ojos brillosos.
Las pupilas de Marco se dilataron y su boca coló de su mandíbula. Estiró las comisuras de sus labios y miró de regreso hacia la pantalla.
—¿Una…niña? —preguntó perplejo.
—Así es —confirmó la obstetra.
Marco esbozó una sonrisa y miró hacia Lou de nuevo. Tomó su mano entre las suyas y las presionó contra sus labios.
—¿Puede poner de nuevo el sonido? —le preguntó Lou a la doctora.
Ella asintió y luego de un par de toqueteos un sonido fue emitido por el aparato. Era como un bombo con la repercusión acelerada, casi un solo golpe sostenido. Marco miró chispas.
—Eso es… —susurró.
—El corazón de la bebé —indicó Lou.
Marco cada vez estaba más anonado. Los latidos del corazón de la nena le hacían acelerar el suyo.
—Los dejaré solos —anunció la doctora dirigiéndose a la puerta, pero se detuvo antes de atravesarla—. Ah, y Lou, luego puedes vestirte —sonrió y salió de la sala.
Marco se acercó aún más a Lou y sus ojos brillaban casi tanto como los de ella. Sostuvo aún más fuerte las manos de ella y las besaba incesante. Lou se envolvía entre risitas tontas.
—¿Acaso no crees que es el ruido más hermoso del planeta? —dijo Lou entre lágrimas.
Marco asintió a punto de unirse a las aguas saladas que brotaban de los ojos de Lou.
Al acabar la sesión, ambos se regresaron en la parte trasera del auto intercambiando mimos y besos dulces, en total contraste con el ring de boxeo que se traían al comienzo.
Marco deseaba llegar a su casa para comentarle a su padre todo lo que había pasado en el médico. Estaba tan entusiasmado con su nueva pequeña familia que la venganza con Jared había quedado en cualquier plano menos en el primero.
Llegando, Marco le contó a su padre todo lo que había vivido, Styles no hizo más que escucharlo atentamente y regocijarse con la emoción que mostraba su hijo. Aparte de eso, era la primera vez en la vida que Marco se abría con él. Nunca había escuchado hablar a Marco tanto de una sola vez, y menos con tanta pasión y felicidad. Mientras hablaba, Marco abrazaba a Lou y frotaba su barriga cada cinco segundos.
—Y dijo que estaba muy sana, y que iba a nacer igual. También nos dio una dieta para Lou y dijo que debía respirar aire fresco todos los días, así que en un rato nos iremos a caminar por los prados. En la noche quiero mostrarle el interior de los internados. También dijo que debía tomar mucha agua… —miró a Lou—. ¿Te tomaste el vaso que te dije cuando entramos?
Lou asintió con una sonrisa que no se desarmaba de su rostro ni aunque le hubiesen desfigurado la cara con un bisturí. 
—Nos dijo que podía hacer un poco de ejercicio, pero a mí eso no me da buena espina, no, no, no me parece seguro —sacudió su cabeza—. ¡Ah! También mencionó que la bebé nos oye, y que es bueno que Lou y yo le hablemos —asintió rápidamente con los ojos abiertos.
Styles soltó una carcajada de gozo.
—Me encanta, ¿ya pensaron en el nombre? —preguntó Styles.
—Sí, estuve pensando algunos con Cher hace unos meses, y me encanta el nombre de Jolene —respondió Lou inocentemente.
La felicidad de Marco se fue por un tubo y su cara de buen humor se derritió como una máscara echada al fuego. 
—¿Por qué la quieres llamar así? —masculló Marco entre dientes.
—Me gusta —se encogió de hombros.
Los ojos de Marco comenzaron a flamear.
—Lástima, yo ya tengo un nombre para ella y será Mègane —gruñó.
—Hijo, ¿qué clase de nombre es ese? —preguntó Styles—. Jolene es lindo.
—Es el nombre que yo le quiera poner. Y se llamará así, ¿entendiste? —le dijo a Lou.
Ella asintió temerosa.
—Con permiso, padre. Lou y yo subiremos a cambiarnos. La doctora también nos dijo que ella debía usar ropa holgada —tomó a Lou de la muñeca y la llevo arrastras por las escaleras. La tiró sobre la cama y comenzó a rabiar—. ¿De dónde carajos sacaste ese nombre?
—Lo pensé hace unos meses, no entiendo porque no te gusta.
—¿Y lo preguntas? ¿Eres una sinvergüenza o qué? ¿Te estás tratando de burlar de mí?
—Marco, no sé de qué me hablas —dijo Lou tomando su vientre.
—Tú —la señaló— quieres llamarla así por Jared.
—¿Qué? —bufó Lou—. ¿Qué tiene que ver Jared con el nombre de mi hija?
—¡Pues ya hubiese sido muy descarado ponerle Jardena o algo así! Pero claro, quieres acordarte del malnacido de Jared nombrando a mi hija con un nombre parecido.
Lou no escuchó nada de lo que dijo más que ¨Mi hija¨. Le había sonado tan tierno en los labios de Marco. Sólo el hecho de pertenecer a él y tener algo que le perteneciese, era el mayor placer que existía. Lou se levantó con una sonrisa en los labios. Ver la carita enojada de Marco era tan tierno para ella. Se acercó a él quien resoplaba con las mejillas hinchadas y tomó su rostro. Él era muchísimo más alto que ella, así que Lou tuvo que estirar sus brazos y él que inclinar su cabeza hacia ella.
—Tú nunca vas a entender, Marco James Styles, que yo te amo sólo a ti. Y que ningún hombre nunca va a poder causar en mí lo que tú causas. Eres único y desecha todas esas inseguridades que se estacionan en tu mente sin razón alguna. Soy yo quien estoy agradecida con el mundo porque cada sufrimiento me trajo aquí, frente a ti. Nadie te ha necesitado como yo. Soy una simple humana y mi cuerpo se descompondrá cuando muera, pero tú, tú eres un ángel. Yo no sé ni siquiera leer o escribir bien, mientras que tú en un par de años serás una persona con profesión, apellido y dinero. Puedes dominar el mundo si así lo deseas y yo simplemente seré una esclava que suplicaré a gritos una de tus miradas. Y, ¿tienes idea de lo que es llevar un pedacito de ese ángel que eres dentro de mí? Es como una bendición de la que no soy merecedora. Soy nadie a tu lado, Marco, soy nadie y todo al mismo tiempo —se lanzó sobre él para aprisionar su cuello con sus brazos.
Marco correspondió su abrazo y la frotó contra él. Olisqueó el aroma de su cabello y besó su mejilla. Unieron sus frentes y mientras mantenían los ojos cerrados, él pronunció las palabras que la harían morir y resucitar, subir al cielo volver:
—Te quiero, Lou.

Malas Decisiones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora