Capitulo 26

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Se despertó con el pijama empapada en sudor. Miro la hora eran las 4:36am. Resopló y trato de acomodarse mejor entre todas las almohadas que Miguel le había puesto la noche anterior.

Tenía ocho meses y una semana. Sus hijos llegarían en tres semanas o en cualquier momento y decir que estaba nervioso era poco.

Miguel ya lo tenía en una bola de cristal; le recomendó no salir solo, siempre acompañado y bueno no es como si pudiera enojarse ya que ni caminar podía libremente, sus hijos se encontraban en posición y parecía un patito andando.

Después de diez minutos tratando de acomodarse se dio por vencido. Los bebés no lo dejarían dormir de nuevo. Envidiaba al pelinegro, lo miraba dormir tan tranquilo muchas veces lo despertaba cuando estaba aburrido pero se sentía mal después; no se le hacía justo.

Salió nuevamente de la cama. Había un calor horrible en toda la casa, solo cargaba una enorme camiseta como pijama y sus bóxers. Se encaminó a la cocina por un vaso de agua.

Bajo las escaleras lentamente hasta que llegó. Prendió algunas luces y camino directo al refrigerador. Al abrirlo lo primero que vio fue el delicioso pastel de fresas que su abuela le había traído la noche anterior. Estuvo de visita y tomaron té con pastel de fresas.

Se sirvió un pequeño pedazo para después buscar una botella de agua. Sus bebés se están moviendo mucho -de verdad quieren ese pastel- pensó el castaño.

Suspiro agradecido cuando el agua fría paso por su garganta. ¿Qué diablos pasaba en Madrid? El calor estaba en su máximo esplendor.

Al terminar de bebé sintió un líquido entre sus piernas y pies. Llevo su mirada hacia el piso y alrededor de él había un enorme charco de agua.

"¿Qué demonios?" Bufó. Miro la botella para cerciorarse que no estuviera rota, pensó también que algo se cayó mientras abrir el refrigerador pero no había nada.

Hasta que...

Sintió una fuerte punzada en la parte baja de su vientre. Estuvo a punto de resbalarse por el charco de agua desconocido pero logró agarrarse fuertemente del refrigerador.

Otra punzada llegó y sentía a sus hijos moverse el doble dentro de él.

Algo andaba mal.

Camino lentamente a los taburetes que tenían en la isla de la cocina donde desayunaban y trato de sentarse cuando un fuerte dolor de instaló en el mismo punto.

Gritó.

Ya no podía aguantar más. Sentía como su vientre poco a poco quedaba como una piedra.

"¡MIGUEL!" Gritó con todas sus fuerzas. Las piernas le flaqueaban mientras intentaba sentarse. "Oh por Dios..." Susurraba al borde del llanto. "¡MIGUEL!"

El pelinegro apareció completamente asustado.

Escaneo todo el lugar en busca de su omega. El refrigerador abierto con un enorme charco de agua enfrente. Rubén tratando de sentarse mientras agarraba su vientre, estaba sudado y partes de su enorme camisa de dormir mojadas.

"¡Jesús, Rubén!" Corrió a su lado y su omega apretaba fuertemente su playera con los ojos cerrados. Sintió salir todo el aire sus pulmones. "Rompiste fuente"

Corrió antes de que Rubén le podría decir algo más. Por fortuna todo ya estaba preparado para la llegada de los niños, por prevención desde que cumplió los ocho meses se encargó de meter las bolsas en la camioneta solo necesitaba ponerse un pantalón y zapatos.

Después de cinco minutos bajo nuevamente con un suéter de Rubén entre sus manos, lo ayudó a ponerse mientras que el castaño se quejaba entre lágrimas.

Fértil - Rubelangel - AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora