Jimin estaba recostado en la gran cama del omega mayor, recargando su rostro sobre sus palmas, observando a Jin moverse de un lado a otro con conjuntos de ropa para observarse en el espejo.
—Hyung, ese le queda bien —comentó observando la vestimenta que tenía puesta en ese momento.
—¿Tu crees? —se miro a través del espejo, dejando de lado los otros.
—Sep, no es ni muy atrevido pero tampoco es como si no mostrara nada.
Satisfecho, Jin sonrió asistiendo con su cabeza.
—¿Y a dónde vas, hyung?
—Tengo una cita con mi alfa —su tono emocionado alegraba a Jimin.
—Eso es bueno, hyung, pero no creo que esté feliz si no puede sentir tu aroma sobre ti... llegan a ser muy celosos respecto a eso... —recordó Jimin perdiendo el enfoque de sus ojos.
Pestañeó varias veces antes de volver a observar al omega mayor.
—Lo sé, se supone que el neutralizador debería dejar de surtir efecto justo a tiempo para cuando me encuentre con él —explicó arreglando ahora su cabello.
—Woah... qué te vaya bien, hyung —le deseó mientras le seguía saliendo de la habitación hasta la entrada.
—Gracias, Minnie. Cualquier cosa, tienes mi número.
Agitó su pequeña mano hacia Jin cuando este se subió a la camioneta. Con un suspiro se volvió a adentrar a la gran casa.
Todo era mucho más silencioso cuando no estaba Jin.
—¿Ya se fue? —preguntó el alfa sobresaltando al pequeño rubio. Sonrió ladino al ver el pequeño brinco del menor.
—Por favor... ¿podría dejar de aparecer de la nada? —pidió recuperándose del susto, su pequeña mano sobre su pecho.
—¿Cuál sería la gracia de aquello? —preguntó con cierto tono de burla que lo sorprendió a él mismo.
—No sé... tal vez, no asustarme, Yoongi hyung —reclamó cruzando sus brazos sobre su pecho.
—Repito, ¿cuál sería la gracia? —molestó arqueando una ceja.
Jimin estiró su labio inferior y siguió a Yoongi hasta la cocina.
—¿Por qué no comió con nosotros?
—Estaba ocupado.
—... Sabe que no puede sobre esforzarse con los ejercicios, ¿cierto?
Yoongi se quedó quieto varios segundos frente al refrigerador.
—¿Cómo sabes?
—Bueno... conociendo lo que he logrado conocerlo hasta ahora, sabía que después de las sesiones no se iba a quedar tranquilo, así que no me esforzaba todo lo que quería con usted ya que sabía que al terminar, hyung seguiría en su habitación sin decirme —explicó tomando una manzana.
—Entonces has tú trabajo cómo debes hacerlo —ordenó haciendo puños sus manos, volteando a verlo.
—Lo haré cuando usted deje de trabajar por su cuenta y me diga qué es lo que en verdad le duele al terminar cada sesión —respondió con el ceño fruncido.
—Tu... —suspiró frustrado—. ¿Entonces, esta semana de ejercicios fue para nada? —preguntó malhumorado, comiendo solamente un sándwich.
—Yo no diría eso. Gracias a eso, ya conozco como trabaja usted, cuánto avanza, y cómo es que trabaja su cuerpo. Si sigue al pie de la letra lo que yo digo... pronto pasaremos a los barandales. —prometió seguro de sí mismo.