capítulo 3

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De la oscuridad surgirá la luz para salvarte.




Gritos son los que se escuchaba aquel día, gente corriendo por todos lados protegiéndose así mismos, madres protegiendo a sus hijos también los hombres, veía soldados luchando, caían uno tras otro de donde me encontraba visualice que eran asgardianos, ¿porque estaban atacando?.

Lo único que recuerdo es que estaba en la celda de siempre cuando inicio el desastre, recuerdo que bajo una sirvienta llamada Sigyn  para abrí la cerradura y me hizo salir a la fuerza, veía en su rostro miedo y preocupación.

-Sigyn ¿Qué es lo que sucede?-. No entendía lo que pasaba alrededor necesitaba respuestas, necesitaba saber la razón del ataque. Los asgardianos son personas superiores a los demás y son nuestros enemigos, el antiguo rey que gobernaba Asgard tenia un contrato  con mi padre al que no atacarían a jötunheim ni nosotros a Asgard, solo si uno de los dos atacaba al otro.

-No sabre decirle exactamente mi señor, pero tiene que salir de aquí.-  Sigyn se preocupaba mucho por mi, ella es una Æsir dudo que los asgardianos le hagan algo. Ella llegó a jötunheim cuando tenía diecisiete años de edad nos había dicho que fue exiliada de Asgard por haber robado unos tesoros del rey.

Subíamos las escaleras con mayor velocidad al momento de pisa el último escalón nos detuvimos para toma un respiro.

- Mi señor- dice.- Aquí nos separamos.-

-Espera- antes de que se fuera la detengo con un agarre en el brazo .- ¿Donde esta mi padre?.-

-No sabre decirle, la ultima vez que lo vi estaba con su hermano Helblindi en el salón  principal-

- ¿Y Býleistr?.- Ella negó. La suelto del agarre y se va alejando poco a poco, me pregunto donde estará mi hermano lo más seguro es que estaba con madre. Me dirigí hacia la sala principal con mucho cuidado; se podía  escuchar los gritos de las personas, se escuchaba el estruendo de las espadas, era un horror los pisos llenos de sangre jötun y Æsir habían cuerpos donde quier, era una pesadilla que no se acababa y lo peor era que el enemigo estaba ganando.



~*~


En el pasillo principal se encontraba un rey de arrodillas en frente de su enemigo, tenia una apariencia impotente con una mirada aterradora en sus ojos zafiro se podría ver lo que realmente era, un asesino.

-Laufey por última vez que te lo digo, ¿¡Donde esta tu otro hijo!?.- estaba desesperado y furioso, la razón para atacar al reino de los gigantes era para secuestra a un jötun que habia cautivado su corazón; él se prometió que lo tendría a su lado sin importar a cuanta gente tendría que matar. Hace unas semanas el nuevo Rey estaba frustrado al no saber nada de la persona que había visto en la ceremonia, por su mente se le ocurrió ataca al reino de los jötun ya que el contrato se había roto por la muerte de su padre. Laufey se encontraba lastimado tenía una cortada profunda en el  estomago y una apuñalada en el hombro izquierdo, le costaba respirar.

-N-no lo se.- su mano derecha estaba deteniendo el sangrado del estomago.- Lo más seguro que ese bastardo salió corriendo como un cobarde.-

Al escuchar eso el dios del trueno le suelta un golpe a haciendo que cayera por completo al suelo, empezó a darle patadas donde se encontraba la herida provocando un dolor insoportable a Laufey, este comenzó a toser sangre a lo cerca estaban sus dos hijos y su esposa viendo como sufría el rey de los jötun custodiados por dos guardias de parte de thor. Llegó un momento en que dejó de golpearlo, tomó un respiro.

-No me dejas otra opción Laufey- miro uno de los guardias asintiendo y este entendió el mensaje agarrando al pequeño Býleistr poniendo bajo su cuello una espada listo para cortarle.

-¡No!- se escuchó un grito a lo lejos del pasillo, todos miraron de donde provenía esa voz. De la entrada salió un jötun de cabellos negros como la noche y de unos ojos cual carmesí con una estatura de una persona normal; el dios del trueno lo vio con una sonrisa de satisfactoria por fin había salido la persona que quería ver.

-Por favor, deja libre mi hermano.- su voz se oía tan angelical que parecía que el rubio se iba a derretir, le dio la orden al guardia para que bajará el arma y aquel obedeció dejando libre al pequeño.

-Escuche que me buscabas así que aquí estoy.- el pelinegro lo veia directamente a los ojos, un guardia se acercó para ponerle las cadenas en las muñecas y cuello unidas entre sí por una gruesa cadena que conectaba con su cuello hasta su pecho, no puso resistencia sabía bien qué quería la persona de ojos zafiro. Cinco guardias más se acercaron  para llevárselo al carruaje real no le dieron el tiempo de despedirse de sus hermanos. Desde ese día su vida iba cambia para siempre, empezaría con una vida nueva y tal vez sería diferente.

Sólo míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora