Añoranza

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Las raspadas rodillas de los niños juegan y ríen.

Sin entender muy bien por qué celebran,

trajeados,

la Comunión con un dios al que hace ya mucho dejé de rezar.

Quién abandonó a quién, ya no importa.

Nunca obtuve nada discutiendo con madera,

solo creer de otro el triste, tristísimo silencio a las preguntas de uno mismo.

Ser de nuevo diente de leche es imposible para un colmillo roto,

habituado a desgarrar la más sucia, insípida carne podrida.

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