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Sehun

Hoy cumplo dieciocho años.

Se supone que es el giro de mi vida.

Se suponía que hoy todo iba a cambiar.

Pero estoy solo, mirando el techo blanco.

Extiendo la mano bajo el colchón y saco el teléfono de Luhan. Ha estado escondido. No podía soportar mirarlo día tras día así que lo escondí. No necesitaba el recordatorio doloroso de lo que significó en un momento no hace tanto tiempo.

Libertad. Amor.

Una vida lejos de Ulsan. Ahora son mentiras.

Decepción. Dolor.

Lo enciendo y espero que el símbolo de la manzana desaparezca. Lo mantengo en mis manos esperando ese sonido que me alerta que tengo un mensaje. Ese tono, su tono, su canción, no suena.

Busco su nombre, el único contacto que jamás he puesto aquí. La única persona con la que he querido hablar con este teléfono. Su cara de porcelana me mira. Antes de hoy pensaba que era lo más hermoso que había visto, pero ahora solo veo flaquezas. Veo a alguien que me utilizó para hacerse sentir mejor. Veo a alguien que se aprovechó de mí porque no lo sabía bien, pero ya no.

Irene me ha enseñado en este último mes lo que es preocuparte por alguien simplemente porque puedes hacerlo. Su padre me enseñó a hablar por mi mente y no tener miedo de responder cuando se me hace una pregunta.

Quiero contarle a Luhan que jamás le perdonaré por lo que ha hecho, pero jamás lo veré así que, ¿por qué necesito decírselo? El hecho es que ni siquiera está mirando. No soy estúpido, al menos ya no. Sé que deshabilitó mi teléfono. Tan fácil como fue dármelo, tan fácil fue llevárselo. Me ha tratado como un niño petulante y no como el amante que decía que era.

Salgo de la cama y me muevo silenciosamente por el pasillo, con cuidado de no despertar a nadie. Las escaleras hacia el piso de abajo chirrían con mi peso. Son viejas y necesitan reparación. El Sr. Bae y yo planeamos hacerlo en las vacaciones de invierno. Es lo menos que puedo hacer a cambio de su hospitalidad y amor.

Enciendo la luz del techo. Se balancea hacia adelante y detrás lanzando sombras sobre las paredes. Los escalofríos me recorren. Tengo la sensación de que alguien me está observando, acechando en la esquina esperando abalanzarse. Respiro profundamente, calmando mis nervios. No hay nadie aquí abajo, solo es un sótano viejo. Ahora soy un adulto. No debería darme miedo el hombre de la bolsa. Camino con cuidado en el taller del señor Bae y tiro de la cuerda para encender la luz. Esta vez sostengo la bombilla para que no se balancee y así pueda concentrarme en lo que necesito. El mango negro es fácil de ver. Saco el martillo, aguantándolo de lado a lado, inspeccionando el largo objeto de metal antes de dejarlo sobre la mesa.

Mi teléfono parece pesado en mi bolsillo, pero después de que acabe no será así. No tendré que verlo nunca más. Lo dejo caer en la mesa y lo enciendo. Su cara sonriente se burla de mí, recordándome cómo sabían sus labios contra los míos. Alcanzo el martillo y lo dejo caer una vez, fuerte. El chasquido es satisfactorio, pero no es suficiente. Aún puedo verlo. Sus ojos marrones brillan como si me estuviera contando una historia. Sus labios besables iluminan su cara con su sonrisa brillante.

Me enamoré fuertemente de él y me dejó, alentándome, pero ya no. Dejo caer el martillo fuertemente, rompiendo la fotografía. Las telarañas de cristal la hacen invisible, pero aún puedo verlo, sentirlo en mi piel. Una y otra vez golpeo el teléfono hasta que no queda nada. Está hecho añicos. Mi vida hecha añicos por su culpa.

Una mano dulce me frota el brazo arriba y abajo, una cabeza se apoya sobre mi hombro. Me susurra en la oreja que todo estará bien. ¿Cómo lo sabe? Giro mi cabeza lentamente para mirarla. Su cabello oscuro está echado hacia atrás en una coleta. No lleva maquillaje ni se preocupa por cómo se ve cuando se despierta por la mañana. Por primera vez la estoy mirando de verdad y es preciosa, hermosa.

Lost in you - HunHanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora